Chile, ¿El socialismo sin la revolución?

Hace ya algunos meses, para los predicadores de la unión de la izquierda y del Programa Común, el ejemplo chileno forma un modelo. Mitterrand y Duclos han viajado en busca de inspiración. Hoy apenas hablan. La “vía chilena al socialismo” de la cual se jactaban, ahora atraviesa un laberinto que no ve alguna salida. ¿Qué está ocurriendo en realidad?

¿Dónde está Chile?

La unidad popular llego al gobierno en Chile a final del año 1970, atreves de la elección del 4 de septiembre con Salvador Allende a la presidencia.

Un año más tarde, al momento del primer aniversario de aquella elección, el clima era de euforia. El gobierno presento una serie de nacionalizaciones y el freno de la inflación. Esas realizaciones económicas y sociales repercutirían en las elecciones de abril de 1971.

Cuando Allende accede a la presidencia con la mayoría relativa a favor, obtuvo el 36,3% de los sufragios, los partidos de la Unión Popular repuntarían en las elecciones municipales de abril con el 51% de los sufragios; obteniendo la mayoría absoluta expresando el aumento del apoyo popular en los primeros años del gobierno.

Hoy (en 1973), más de dos años después del 4 de noviembre de 1970, la situación se está deteriorando. La euforia disparada se reemplazó por la inquietud, al temor al mañana.

En el terreno económico, la inflación volvió con más fuerza que antes. El año pasado (1972) los precios aumentaron casi en un 100%. En este momento el aumento de los precios es todavía peor: se habla de un aumento de 144%.

En el plano electoral, la mayoría de la Unidad Popular, obtenida en las municipales se ha erosionado. En Julio de 1971, la derecha se impuso en las elecciones complementarias de Valparaíso. El 16 de enero de 1972, la candidatura demócrata cristiana fue electa senador por O’Higgins y la candidatura del Partido Nacional diputado por Linares. Estas elecciones suponen un revés para el empuje electoral de la Unidad Popular. Su significado cae en el hecho de que la Unidad Popular se proclama y mantiene sin voluntad de conquistar el poder y de pasar al socialismo, mantenido el camino legal y electoral.

En septiembre-octubre del año 72’, la deteriorada situación llegaba a un punto de crisis. Los camioneros se declaraban en paro por oponerse al proyecto gubernamental de la creación de una empresa nacional de transporte. Paralizaron la distribución, lo que agravo los problemas de alimentación. Después de ello, los comerciantes también pusieron en marcha su paro. Ambos paros, contribuyeron al efecto de desorganización de la distribución, tendiendo a exasperar a las masas y exacerbar las tensiones sociales.

Temiendo que la situación degenerara y que se multiplicara la lucha en las calles, el gobierno decreto estado de emergencia en la mayoría de las provincias. Así, en la provincia de Santiago, el general Héctor Bravo anunciaba el 13 de octubre las medidas de excepción: prohibición de manifestaciones en las calles, prohibición de publicar información que fuera considerada como “alarmista, exagerada, tendenciosa, dañina o provocativa”, prohibición a los civiles de portar armas, reforzamiento del control de circulación en las calles.

La situación era clara. En lugar de apelar a la vigilancia y movilización de las masas, no solamente por preservas sus conquistas, sino también por profundizarlas; el gobierno confió en el ejército para mantener el orden. En lugar de apelar a las masas, les exige abandonar las calles y confiar en el ejército y sus cuadrillas. Este mismo ejercito decidirá que considerar como “alarmista, exagerada, tendenciosa, dañina o provocativa”. Esta cláusula no estaba destinada exclusivamente a la derecha; de cualquier evidencia, el ejército podría aplicar en caso de publicaciones críticas al gobierno que provengan de la extrema izquierda.

Con ocasión de esta crisis de octubre de 1972, el presidente Allende sintió la necesidad de intervenir personalmente, Dio un discurso alarmado y moderador apelando a que los trabajadores se “abstengan de toda ocupación ilegal” de fábricas. Así prohibiendo cualquier respuesta de mayor eficacia. Y, en consecuencia, lógica, el gobierno cedía a los empresarios del transporte desistiendo con la creación de una compañía de transporte nacionalizada.

Esta capitulación del gobierno de la Unidad Popular frente a la presión y el chantaje de la patronales no fue la primera. Ya había capitulado notablemente frente a la presión de la Cámara chilena de la construcción (CCC), suerte de trust de la industria de la edificación. Esta CCC está ligada al Banco de Chile más allá del control del Estado. El programa de la Unidad Popular tenía un ambicioso plan de construcción de viviendas. Esto tenía un doble propósito; proporcionar un mercado de mano de obra y dar vivienda digna a decenas de miles de familias de las poblaciones. Pero para la nacionalización de la Cámara chilena de la construcción se hacía más necesario prevenir el sabotaje previsible de la gran patronal.

Por lo tanto, esto no ha pasado.

Cuando, en septiembre de 1971, un periodista exige a Raúl Varela, presidente de la CCC, que explique porque el Presidente de la Republica había negado las declaraciones del ministro de Construcción sobre que la industria privada de la construcción no duraría más de un año y medio, a lo que Raúl Varela respondió: “Para nosotros, la última palabra, la más oficial y la más digna de confianza, es la del Presidente de la Republica. Cuando nosotros le demandamos explicaciones, sobre la declaración que usted acaba de mencionar, el Presidente de la Republica nos respondió muy claramente que la actividad del sector privado de la construcción se mantendrá indefinidamente y continuará construyendo en la medida que cumpla con los planes del gobierno1.”

Un poco más de un mes más tarde, el 14 de octubre de 1971, pobladores de las villas miseria realizan una manifestación en Santiago para protestar contra los retardos en desbloquear créditos destinados a viviendas populares. Esta manifestación fue duramente reprimida por Carabineros. Un obrero fue gravemente herido.

Nuevamente, en lugar de apoyarse en los trabajadores para aplicar su programa y hacer retroceder la ofensiva de la patronal, la Unidad Popular corta la rama sobre la cual se apoya. Por esto no es sorpresa que los trabajadores que saben tomar las lecciones de la historia pierdan la confianza parcialmente en la Unida Popular, disminuyendo su apoyo electoral.

De refugiarse en la capitulación, el camino puede ser largo, pero conduce inexorablemente al fracaso. Debido al chantaje de la burguesía, el presidente Allende había sacado del gobierno al ministro de Economía Vuskovic considerado por la patronal como un ferviente partidario de las nacionalizaciones. También había sido sacado de su cargo el ministro de Agricultura, Chonchol, considerado como el ferviente radical causante de la aplicación de la reforma agraria.

Ceder, aunque sea un poco es capitular mucho más… como ocurrió en algunas ocasiones durante aquellos meses. El conjunto de las concesiones dadas se transformaba en una espectacular capitulación. Después de la crisis de octubre de 1972, el presidente Allende confió en un militar, el general Prats, la dirección del gobierno.

La Vie ouvrière (VO)2 comenta acerca dela promoción de un general dentro del gobierno que se reclamaba del movimiento obrero: “Además, si reducimos el cambio en el gabinete ministerial de Santiago tan solo a la entrada de militares al gobierno sería limitarse a una versión parcia. Porque la figura de los trabajadores, representados por los partidos obreros se refuerza. El sindicato único de base, la CUT (Central única de trabajadores), de hecho, entro al gobierno con la persona de su presidente y de su secretario general. Esta es la garantía de que las conquistas sociales serán preservadas y que la marcha hacia adelante continuara.”

La interpretación que da VO de los eventos que suceden en Chile constituye un es un anticipo de lo que sería Francia en la implementación del programa común. La presencia en el gobierno de dos responsables sindicales ¿Puede considerarse una garantía de las conquistas de los trabajadores, mientras que antes de cada enfrentamiento, el gobierno ha renunciado a confiar en la movilización de los propios trabajadores? ¿La entrada de responsables sindicales no más bien una medida de seguridad al momento de que uno de los principales jefes del ejército entra al gobierno? ¿Y no serán dos rehenes más atrapados por la legalidad y la solidaridad (¿mañana complicidad?) ministerial?

L’Humanité califica de “solución original” la presencia del militares y sindicalistas en el gobierno. Esta “solución original” tiene el enfoque de una solución final. En caso de dimisión o desaparición del presidente, sería el general Prats el que ejercería el poder supremo. En el presente, el ejército tiene el poder de arbitrar en casos donde la tensión entre las clases se acentúe, tiene la posición de interpretar la legalidad según su conveniencia.

Y, el colmo de la ironía, son los partidos obreros de la Unidad Popular quienes lo recibieron con una alfombra de triunfo para los sillones ministeriales.

Con esta respuesta, después del llamado de alarma de octubre el gobierno tuvo un respiro. ¿Pero a qué precio? Frente a corresponsales extranjeros, el presidente Allende se expresó así el 21 de octubre: “Nosotros no estamos más al borde de la guerra civil porque la gran mayoría entiende que las acciones sediciosas de un pequeño grupo pueden ser detenidas sin violencia. Si nosotros quisiéramos tendríamos aquí a cien mil ciento cincuenta mil personas. Bastaría con una sola palabra para que quince o veinte mil trabajadores de la periferia industrial de Santiago abrieran las tiendas de Santiago. Les dijimos que no. La fuera de este gobierno está por respetar la Constitución y la ley”. ¡Esto es simplemente enorme! “Si nosotros quisiéramos… bastaría con una sola palabra…” Pero nosotros no queremos y esa sola palabra no será pronunciada… Raramente los representantes reformistas del movimiento obrero, son promovidos a la función de gerentes temporales de la sociedad capitalista, cuando esto ocurre dicen con mayor claridad que su voluntad no está por recurrir a la movilización popular. Les pide a los trabajadores que están dispuestos a luchar contra las amenazas de la reacción, quedarse en casa, mantener la calma. En pocas palabras, los desmoviliza. Al mismo tiempo coloca a un general a la cabeza del gobierno, recuerda que el ejército es el único con derecho a portar armas, excluyendo cualquier perspectiva de la formación de milicias obreras.

Todo está allí.

Allende obtuvo su respiro. Pero en base a la desmovilización de los trabajadores. Llamando a un general, haciendo del gobierno un órgano más de poder parlamentario, extraño a las masas. Si en algún momento Allende, o cualquiera de los suyos, se ve en la necesidad de gritar “¡El lobo!”, ¿los trabajadores, desanimados y decepcionados, le creerán? ¿No abandonaran a su suerte socavada al gobierno como lo comienzan a abandonar en el terreno electoral?

La situación económica es seria. La base popular del gobierno se desmorona. De hecho, ya sacudió un poco el nudo de la legalidad burguesa pasando el cuello de la Unidad Popular.

¿Cómo sucedió?

Algunos dirán que sería ingenuo analizar la situación chilena a través de las declaraciones presidenciales y ministeriales. Si bien estos son solo datos superficiales, su importancia reside en el hecho de que expresan fielmente realidades sociales profundas.

Si las declaraciones de Allende y los resultados electorales indican que la brecha que existe entre el gobierno de la Unidad Popular y las masas podría aumentar, esto es solo resultado de un profundo proceso social, la culminación de los famosos canales legales que revindica el gobierno.

En los tres frentes críticos: la producción, las relaciones internacionales y las instituciones, el gobierno de la Unidad Popular cedió la iniciativa y sus mejores armas a la burguesía. Se le permitió entrar en su terreno. Y eso solo puede provocar la pérdida de la confianza de las masas: es el mal que corroe la experiencia chilena y que le ganara algún día.

¡Primero producir!

La unidad popular definió la batalla de la producción como una tarea central para los trabajadores. En Francia, esto recuerda las posiciones del Partido Comunista en 1945, cuando ocupando algunas sillas ministeriales en el gobierno de Gaulle, agitaba la consigna “¡Producir Primero!”.

Como la Unidad Popular pretendió batir el capitalismo en su propio terreno y con sus propias armas, no es sorprendente que la primera línea de batalla sea la producción.

La unidad Popular se propuso ni más ni menos que renovar el capital. ¡Esto es tan absurdo como que si un esclavo pretendiera economizar una ración de su alimento cotidiano para renovar el látigo del amo que le oprime!

Lo agita, como diciendo, asad el cordero sin que este se dé cuenta: producir la prueba de la superioridad del sector público al sector privado, picoteando de poquito en poco al sector privado.

Como todo debe suceder en el marco de la legalidad burguesa, incluyendo el respeto por la propiedad privada de los medios de producción, lo que constituye un pilar fundamental de esta, muchas de las llamadas 150 nacionalizaciones fueron a través de recompra o indemnización. En estas condiciones cuando se pidió a los trabajadores producir primero, habría que añadir, ¡producir para comprar, producir indemnizar!

¿Y para qué? ¿Indemnizar qué? Para volver a comprar la riqueza que ya han producido con su trabajo y sudor, mediante la explotación capitalista con la que les han despojado: Es una manera de redimir lo que les ha sido robado y trabajar el doble por el mismo resultado. ¡indemnizar a los explotadores de ayer para que inviertan en áreas más rentables en los que continuaran explotando a la clase obrera; incluso cuando utilizan parte de esa indemnización para mantener y reclutar milicias privadas y mercenarios!

Los trabajadores trabajan duro, pero no funcionan por si solos: esta es la fuente de su desmovilización y su descontento predecible con el gobierno. Desde que producen para indemnizar el nivel de consumo solo se puede mantener o hacer crecer lentamente. En el último tiempo, incluso se ha degradado producto de la inflación que provoco una subida de los precios por sobre el salario en gran parte provocada por la burguesía que almacena y oculta los productos de las masas hambrientas, desarrollando un mercado negro que desorganiza la distribución como mostro el dramático ejemplo de la huelga de camioneros y comerciantes.

La obstinada voluntad de la Unión Popular de hacer pasar la movilización de masas a través de la estrecha puerta de la legalidad burguesa explica varias cosas. Una de ellas es la moderación de las medidas sociales.

Las nacionalizaciones eran tibias, a menudo en sectores ya deficitarios como las minas Schwager. Sin embargo, los sectores clave de la economía no se vieron afectados socialmente o políticamente (como la industria química, de la construcción y las papeleras). El gobierno se limita a 150 empresas de las más de 30.000 empresas privadas en Chile. Para entender las nacionalizaciones chilenas se puede aprender del objetivo de las nacionalizaciones francesas de la Libération (Después de la ocupación nazi): Facilitar la inversión de capital privado en la conducción de ramas de la industria en base al aporte de contribuyentes y consumidores, lo que incluye a las tarifas preferenciales de los principales sindicatos de Francia. Por último, como medida de precaución, el parlamento chileno- en el que la derecha burguesa sigue siendo mayoría- aprobó una ley que limita el derecho del gobierno para decidir sobre nuevas nacionalizaciones.

En cuanto a la reforma agraria, la Unidad Popular se ha contentado con aplicar la reforma emprendida por el gobierno burgués que le precedió bajo la presidencia de Eduardo Frei. Es decir, una reforma que solo afecta a las propiedades de más de 80 hectáreas. Sin embargo, la lenta aplicación de la reforma, dejo a los propietarios el tiempo y los medios para maniobrar. Algunos han cortado sus bastos dominios para distribuir ficticiamente entre sus hijos, yernos y primos para escapar del marco de la reforma.

Los grandes propietarios de ganado llevaron a Argentina 200.000 cabezas de ganado antes de ser afectados por la reforma. En Chile incluso eliminaron aceleradamente al ganado, poniendo en peligro el futuro de la ganadería, mientras en el país había escases de carne de vacuno.

La posibilidad de bajar a 40 hectáreas para la aplicación de la reforma agraria se encuentra retenida. Por el contrario, frente al sabotaje de los grandes propietarios, el gobierno ha tenido que reconocer las demandas de los propietarios de ganado y ha entregado maquinaria para sus campos.

Así, la aplicación de la reforma puede llegar a promover la ganadería y la agrupación de maquinaria en las mejores tierras produciendo un desarrollo capitalista-agrícola concentrado, intenso y muy mecanizado, mientras que mantiene a los campesinos pobres en malas parcelas, sin ganado, ni maquinaria, ni capital para la provisión de semillas y fertilizantes. En pocas palabras, genera las posibilidades de permanecer, aunque en una nueva forma, dependiente material y financieramente de los grandes propietarios.

Los trabajadores saben bien que, para no quedar a la merced de la burguesía, deben ir más allá: ocupar las fábricas, ocupar los terrenos, repartir las mercancías (que ocultaba la burguesía), confiar a las masas el control en la aplicación de las medidas, confiarles la defensa, armarse si es necesario, para conservar sus conquistas. Pero la Unidad Popular, eligió inclinarse ante la ley de la burguesía. Eso implica romper el impulso de las masas, para frustrar nuevas conquistas.

El dialogo entre el “camarada Presidente” Allende y Anselmo Cancino, elegido representante de la provincia de linares para el concejo campesino, es esclarecedora y de alguna manera va en aquel sentido. Cancino plantea la cuestión de la situación en la provincia en la que un 35% de la mano de obra agrícola está desempleada, donde los propietarios agrícolas están abiertamente saboteando la producción. Ara contraatacar, los campesinos se ven tentados de ocupar las tierras y hacerlas producir:

“Allende: Ocupar la tierra es violar el derecho. Y los trabajadores deben entender que son parte de un proceso revolucionario que estamos tratando de lograr con el mínimo de sufrimiento, el mínimo de muertos, el mínimo de hambre. Piense en ello. Si se tratara de la misma manera a las empresas importantes que queríamos nacionalizar (las 35.000) ¿Qué sucedería si quisiéramos obtener el control de todas ellas? Cancino: Cambio, camarada Presidente. Allende: No, hay caos. Tengo el deber de demostrar que están equivocados. El problema no solo radica en la forma de propiedad, sino en la producción3[…].”

Una vez más, todo está allí. Para librar la batalla de la producción, hacemos un llamamiento a la responsabilidad de los trabajadores. Y la responsabilidad, en este caso sería nada menos que dar esta batalla en el marco de la propiedad privada y la explotación capitalista lo que inevitablemente engendra el poder de las patronales, por un lado, y perdida del propio, por el otro. Este es un juego que los trabajadores que pueden usar.

La confianza electoral que han demostrado a la Unión Popular deberá ser correspondido mediante un profundo cambio en su situación. Esperaban el cambio, y lo siguen esperando. Si tal cambio no se inicia de manera profunda, radical e irreversible, el motor de la movilización popular se romperá. Y los argumentos ni más refinados, ni las estadísticas más precisas y ni los dirigentes más elocuentes podrán solucionarlo.

El Chantaje internacional

En Chile mismo, la Unidad Popular, al aceptar trabajar en el terreno de la burguesía, se colocó en una difícil situación. A esto hay que añadir el apoyo directo o indirecto que el capital internacional, el imperialismo, puede dar a la burguesía chilena.

El embargo de Kennecott, al cobre chileno, llegado a cabo en otoño con el apoyo de los principales gobiernos burgueses – incluyendo al gobierno de Francia – los complots militares organizados por los trust internacionales como la ITT constituyen una forma espectacular de sabotaje. Ha esto hay que añadir las formas más sutiles. En el área de los créditos: Bancos de EEUU que concedieron en el gobierno de Frei un préstamo de $270 millones, entregaron solo 32 después de la llegada de Allende.

La especulación en la presión internacional es otra forma sutil. La libra de cobre valía 78 centavos de dólar en el mercado mundial en el momento en que los democratacristianos estaban en el poder. Después de la llegada de la Unidad Popular, por ejemplo, el precio se redujo a 48 centavos. Y sabemos que EEUU desempeño un papel clave en el establecimiento de estos precios.

¡Chantajes en los créditos! ¡Tarifas comerciales! Aquí radica la situación económica de Chile, aun cuando se solicite a los trabajadores un esfuerzo extra para compensar los grandes trust internacionales. ¡El 40% de las reservas de Chile de dedica a absorber la deuda externa! Aquí vemos a los absurdos que conduce la línea dura del legalismo en el ámbito nacional e internacional. Imagínense por un momento que en 1917 el compromiso de la joven República Soviética hubiera estado por cumplir con el famoso préstamo ruso y otras deudas contraídas por el zarismo decadente.

¡Desangrado económicamente, ella nunca habría sido capaz de completar victoriosa la guerra civil contra la reacción blanca en el interior y el capital internacional armado fuera!¡Nunca! Es así de simple. Para escapar del bloqueo, del chantaje económico, la Unidad Popular se pone a buscar escapatorias: así, el último acuerdo comercial con los países transandinos, en particular con la Argentina del torturador Lanusse, por el abastecimiento de tarifas aduaneras en 5.000 artículos.

Tales acuerdos se pueden explicar en parte por los cambios que enfrenta en la política exterior de la Unidad Popular. Así mismo, un senador enérgicamente declaro en 1968 en la galería del Senado de Chile: “Aunque los gobiernos reaccionarios estén dispuestos o no, el movimiento popular chileno será implacable y la solidarizara con los que luchan por medios legales o armados por la revolución en América Latina, y te pido que mis palabras queden registradas”.

Así seria. El senador aventurero no era otro que el mismo Allende. Más tarde el mismo lo rechazaría. Cuando en agosto seis militantes revolucionarios argentinos, los combatientes de la revolución latinoamericana, escaparon de la cárcel Rawson, solicitando asilo en Chile. Su suerte fue decidida “legalmente” en manos de la Corte Suprema. El subsecretario de Estado en el Ministerio del Interior – miembro del PC – anticipándose a la decisión de la Corte Suprema, llego a declarar que los refugiados estaban comprendidos en el derecho común y no en el asilo político. En consecuencia, se pretende devolver a los refugiados a sus torturadores argentinos.

Las manifestaciones organizadas por el MIR y sectores del PS en defensa de los refugiados fueron dispersadas. Si finalmente a los seis refugiados se les permitió salir para Cuba es que mientras tanto, en Trelew, 17 de sus compañeros habían sido ejecutados en sus celdas sin ningún juicio, como represalia por su intento de fuga. Por lo tanto, se hacía imposible, teniendo en cuenta la opinión pública, devolver a los fugados a sus ejecutores responsables de tal masacre. Pero falto poco para que la Unidad Popular chilena se hiciera un servicio policial a la dictadura argentina a cambio de un servicio comercial.

La camisa de fuerza de la legalidad

Como ya hemos dicho, Allende fue elegido por mayoría relativa el 4 de septiembre de 1970.

En tal caso el Parlamento tiene que ratificar el resultado de la elección presidencial. Antes de mostrar su respeto por la ley al aceptar, en el Parlamento, a un presidente de la Unidad Popular, la Democracia Cristiana tomo sus precauciones. El 24 de septiembre de 1970 veinte días después de los resultados electorales, preparo un documento para el futuro presidente para condicionar cuestiones clave. El texto resaltaba en particular:

“Nosotros queremos un estado de derecho. Esto requiere la existencia de un sistema político en que la autoridad sea ejercida exclusivamente por las autoridades competentes: ejecutivo, legislativo y judicial […]. Sin la intervención de otros órganos que actúen en nombre de un así llamado poder popular […]. Queremos que las fuerzas armadas y el cuerpo de Carabineros sigan siendo una garantía de nuestro sistema democrático. Lo que implica que se respeten las estructuras y jerarquías de las Fuerzas Armadas y Carabineros […].”

Se trata de una burguesía cultivada, educada, capaz de llegar hasta el final, con sobriedad. Pone inmediatamente dos condiciones que aseguren que la experiencia de la Unidad Popular no pueda cruzar un punto de no retorno:

1. Respeto a la autonomía del ejercito;

2. Rechazar todo organismo directo de poder popular tipo soviet o concejos de obreros.

Esto lo dice claramente; Lamentablemente los partidos obreros no responden de manera clara y directa.

Pero la Democracia Cristiana, y detrás de ellos los sectores más dinámicos de la burguesía chilena, no se contentan con las promesas y compromisos verbales.

Ciertamente Allende había respondido positivamente a las preguntas de la Democracia Cristiana afirmando entre otras cosas que “La Unidad Popular no se involucraría en la designación de los altos mandos del ejército […]”. Pero el 15 de octubre, el Congreso aprobó un documento conocido como “garantías constitucionales” que marcaba los límites legales impuestos por la burguesía a la Unidad Popular.

Con esto, la burguesía no se anda por las ramas. A propósito de los medios de comunicación, por ejemplo, el párrafo 3 del artículo 10 señala: “La propiedad y el funcionamiento de los medios de comunicación no podrán ser modificados mediante una ley”.

Manteniendo la jerarquía militar, rechazando de cualquier órgano de poder popular extraparlamentario, garantizando de la propiedad privada de los medios de comunicación: La burguesía sabe resaltar las fronteras de su propio orden social. Al firmar todos estos requisitos, la Unidad Popular se precipitó hacia la trampa que le tendían. El presidente Allende al aceptar esto, aceptaba la inamovilidad de los funcionarios según lo quería la Democracia Cristiana.

En otras palabras, todo el personal político vigente en materia de educación, los ministros y el ejército del régimen burgués permanecerá en su llegar. La Unidad Popular deberá gobernar apoyándose en un personal que le es hostil, y que no dudara en sabotearla, cuando sea el momento apropiado para la traición. Es como que un ejército aceptara partir una campaña otorgando inmunidad para que se reclutaran espías enemigos en sus filas. Una de las primeras medidas que habría tenido que tomar un gobierno verdaderamente obrero es la depuración de todos los órganos administrativos.

Un elemento muy importante también, es el hecho de haber dejado los medios de comunicación a disposición de las fortunas privadas. A partir de esto, la prensa reaccionaria orquesta toxicas campañas. Fue ella la que preparo y proporciono eco a la manifestación denominado “cacerolas vacías”, la primara gran manifestación en las calles contra el gobierno en diciembre de 1971, organizada para protesta contra la escases de alimento alegado por las amas de casa de los barrios burgueses de Santiago. Esta es la intimidación que organiza la prensa contra los partidarios de la Unidad Popular. Por ejemplo, durante la huelga comercial de octubre, el periódico reaccionario Tribuna publico una lista negra de los comerciantes que no estaban en huelga y por lo tanto sospechoso de simpatía con el gobierno haciéndolos blanco de las bandas de la extrema derecha. Un gobierno obrero genuino habría nacionalizado las imprentas, papeleras, mensajerías, en fin, los medios de comunicación, poniéndolos a disposición de los grupos políticos, sindicatos y culturales.

¿Un ejército democrático?

Los ideólogos del PC chileno como los del PC francés reconocen con facilidad que la experiencia chilena de transición al socialismo no es ortodoxa. Sin embargo, para esos mismos ideólogos, la originalidad de la experiencia realizada trae con sigo la originalidad de la idea de que el ejército chileno está impregnado por tradiciones democráticas, lo que es la piedra angular de su edificio.

El PC chileno toma su prueba tomando el hecho de que el general Schneider, jefe del ejército, fue asesinado por hacerse declarado fiel a la ley y listo para servir, si la ley lo requería, al gobierno de la Unidad Popular. Lo que el PC chileno olvida decir es que otros sectores, en particular, afines al general Viaux, estuvieron involucrados en el asesinato. ¡El mismo Viaux fue condenado por la justicia chilena a veintidós años de prisión! ¡Indulgencia notable para una conspiración militar!

Sobre la base de las tradiciones democráticas del ejército chileno, [el PC chileno], se olvida de sus crímenes y de que sigue siendo un ejército burgués. Es decir, un cuerpo de represión autónomo usado por la burguesía para su propio beneficio. El ejército chileno cuenta con 60.000 soldados profesionales, a lo que se suman 24.000 carabineros. ¡Aproximadamente 8 hombres de cada 1000 habitantes! Además de todas las empresas con mercenarios agregan un contingente no conocido. El ejército chileno tiene también casi 3.000 oficiales de carreras entrenadas entre 1950 y 1965 en cuerpos anti-guerrilla, en lugares como Panamá. Este entrenamiento no solo se llevó en el terreno militar, sino también ideológico. Hoy en día, sin ningún apuro ni interrupción de la jerarquía militar, durante la presidencia de Allende, mientras gobierna la Unidad Popular, la formación de oficiales en Panamá continua. ¡Si continua! Del mismo modo, en octubre de 1971, la armada de Chile hizo maniobras conjuntas con la flota de Estados Unidos en el Pacifico, bajo el nombre de Operaciones Unidas.

Sobre la base de las tradiciones democráticas del ejército chileno se sigue trágicamente olvidando, que tal ejercito burgués (¡hay que decirlo y repetirlo, porque no puede ser socialmente neutral!) no se queda fuera de la lucha de clases. Si el conflicto entre las clases se agudiza, deberá elegir un bando. No entre la legalidad y la ilegalidad, sino entre la burguesía y el proletariado. Si acepta quedarse fiel a la ley, significa que ya eligió un bando, ya que esta ley nadie debe olvidarlo es la ley de los patrones, la ley de la burguesía. A lo sumo puede esperarse que el ejército no va a pasarse completo al bando de la burguesía, que lo formo y lo alimenta, podemos tener la esperanza de que será dividido. Pero no es suficiente con la esperanza. Debemos trabajar con ese objetivo. Al trabajar desde dentro de ella hay que desarrollar ideas revolucionarias. No es suficiente para convencer a algunas cabezas del Estado Mayor, hay que trabajar sobre la base del ejército.

En cambio, tentando a la suerte, el PC chileno se postra miserablemente ante el ejército, los espadachines del mañana; los Gallifet, los Suharto, los Papadopoulos y los Banzer chilenos que espera su hora. En lugar de mostrar su compromiso con la lucha, su anti-militarismo revolucionario, el órgano de prensa del PC, Puro Chile, publicaron en ocasión de la fiesta nacional una imagen de un cuerpo de boinas negras (cuerpos antisubversivos) cuyos agentes son capacitados en Panamá, con una leyenda aterradora: “Su aspecto marcial y su extrañeza atrajo el favor del público”.

El PC chileno trabaja duro para mostrar una imagen democrática del ejército chileno para confirmar su tesis de la “vía pacífica”. En un documento, La Vie ouvrière, les tiende una mano: “Nótese en primer lugar que el ejército chileno, a diferencia de la mayoría de los ejércitos de otros países de América latina y muchos otros países del mundo, es respetuosa de la legalidad [¿qué legalidad? La de la burguesía por supuesto NdeA] y el sufragio universal. El ex-jefe del Estado Mayor, el general Schneider, fue asesinado por los hombres de la extrema derecha por negarse a organizar un golpe contra la Unidad Popular. Por otro lado, los militares se oponen a todo intento de insurrección por grupos fascistas. Sin brutalidad excesiva, pero con la firmeza para mantener el orden”.

¿Sin brutalidad excesiva? ¿Y cuál orden? ¿Y la masacre en lo Hermida? Lo Hermida es una villa miseria. En la primavera pasada [primavera de 1972], ocurrieron diferentes enfrentamientos entre los pobladores y la policía. Dos vehículos blindados y 30 coches más tomaron posición alrededor de la población. Por el altavoz, llaman a los pobladores a salir “”. Y abrieron fuego. Dejo un balance de cuatro muertos, 15 heridos y 160 detenciones. Este caso nunca se ha negado. ¿Quién decidió la matanza? Eso no se sabe. Tan solo se saben las medidas adoptadas: la suspensión de sus funciones del secretario (miembro del PS) y subsecretario (miembro del PC) de la secretaria general de gobierno.

Por lo tanto, el secretario general del PC, Luis Corvalán, sigue reafirmado su confianza en los “nuevos vientos” que cruzan al ejército. El ejército es mucho más lúcido, mas consiente de su verdadera función. El memorial del ejército, órgano del Estado Mayor, dijo que su misión “sigue siendo la continuidad de la democracia formal y de la solidaridad occidental […]”.

En lugar de agotar a los trabajadores en la batalla de la producción, apenas hubo la intención de redimir sus cadenas. Un gobierno real de los trabajadores se dedicaría audazmente a la expropiación sin compensación o reembolso de las grandes empresas. En lugar de someterse al estrangulamiento comercial y financiero del imperialismo, se negaría a reconocer las deudas de la burguesía en banca rota e instauraría el monopolio del comercio exterior.

En lugar de quedarse atrapado en las barreras de la ley y de las instituciones burguesas, limpiaría la administración y alentaría el nacimiento y el desarrollo de órganos de poder popular en base a las fábricas y poblaciones. En lugar de confiar el mantenimiento del orden al ejercito burgués, habría alentado la auto-organización de los soldados favorables al gobierno, fomentando la formación- y el suministro de armas-de milicias populares sostenidas en las empresas y barrios.

Frente a cada situación, la Unidad Popular ha optado por mantener la legalidad burguesa. Se ha debilitado cortando sus lazos con la movilización de los trabajadores. Su gobierno se vuelve cada vez más vulnerable a las maniobras y los tiros de la burguesía tratan de deshacerse de él. Esta es la tragedia del proletariado chileno.

¿Dónde va chile?

La burguesía chilena no ha perdido la cabeza ante la llegada al poder de la Unidad Popular. Dado que los partidos obreros se han comprometido con la legalidad burguesa, ella se esfuerza por mantener su terreno, sabiendo que el tiempo trabaja a su favor.

El órgano teórico de la democracia cristiana expone con todas sus letras su estrategia inspirada por los mariscales rusos contra Napoleón:

“[…] Practicar la retirada estratégica, dejar que el enemigo penetre en el corazón del territorio amigo, paralizarlo, debilitar la tierra quemándola, utilizar la guerrilla para golpear por la espalda y luego pasar a la contraofensiva, cercarlo y destruirlo.” Está claro, es muy sencillo, y de alguna manera, funciona. A fuerza de manejar el aparato del estado burgués, dejas de usarlo. A fuerza de querer permanecer en la legalidad burguesa, terminamos por hacer cumplir a los otros, a los trabajadores. Se puede mucho mantener vínculos con las masas y gobernar con un aparato estatal amablemente prestado por la burguesía, con la promesa de devolverlo.

La marcha hacia el socialismo requiere una fuerte movilización de las masas. Es un duro camino y requiere de buenos zapatos con buena suela y buen encaje. En su lugar la Unidad Popular pide prestados los zapatos de tacón de la burguesía: las masas comienzan a paralizarse y se niegan a caminar.

La burguesía lo sabe bien. Cuando ella habla de “atacar al enemigo por la espalda” sabe de qué habla. Se apoya en el cansancio de los trabajadores.

Para ella, las próximas elecciones legislativas serán una prueba. Si ellos mantener o refuerzan la mayoría burguesa, Allende se convertirá en un presidente en libertad condicional, con una correa. Frei sería una figura casi segura para el reagrupe de las voces de la burguesía que se habían dividido en las presidenciales de 1970 entre el candidato del Partido Nacional, Alessandri, y el candidato de la Democracia Cristiana, Rodomiro Tomic.

Si en ese caso los partidos burgueses volvieran al gobierno, por la vía electoral, ellos no habrían perdido nada. Por el contrario, habrían confiado parasitariamente, a los partidos obreros, la delicada tarea de racionalizar y reorganizar la economía: la nacionalización de las perdidas, concentración de capital en sectores claves y la modernización de la agricultura. Aun mejor, han hecho reclamar por parte de los partidos obreros el esfuerzo extra a los trabajadores, necesario para la reestructuración capitalista.

En el caso improbable de que la batalla electoral, no resultara de manera satisfactoria, la burguesía chilena aún tiene tiempo de recurrir a otros medios. Ya fueron denunciadas muchas conspiraciones contra el gobierno: el complot de la ITT, el complot de septiembre (la huelga de los camioneros se presenta como un elemento), conspiración conocida con el nombre de Calvo Sotelo4, lo que demuestra que la burguesía chilena conoce los clásicos históricos y, a diferencia de los partidos obreros, pueden hacer una conexión entre la situación actual de Chile y la España de los 30’.

Hasta este momento, las iniciativas las han llevado secciones limitados de la burguesía. El día que los sectores dominantes de la burguesía ya no crean en la solución electoral, utilizaran medios a una escala completamente diferente.

El PC y la “vía no armada”

Frente a los proyectos claros de la burguesía, ¿Qué respuesta prepara el movimiento obrero? Para encontrar la respuesta, la mejor manera es examinar las posiciones del PC chileno. En primero lugar porque sigue siendo la fuerza dominante en el movimiento obrero. En segundo lugar, porque, a diferencia de sus aliados, posee una ideología y una línea política relativamente consistente.

El primer punto de la argumentación del PC chileno es que el aparato estatal puede pasar como tal a manos de los trabajadores. Sin destruirlo y remplazarlo por un poder totalmente diferente directamente ligado a las fábricas, como afirma Lenin en El Estado y la Revolución. El secretario general del PC chileno es absolutamente claro en este punto: “Una vez conquistado el poder ejecutivo, se crearían mejores condiciones para obtener la mayoría absoluta en el Parlamento, por lo tanto, transformarlo de ser un instrumento de dominación de las clases reaccionarias, en herramienta de liberación del pueblo” ¡Como si un instrumento pudiese cambiar en función de la mano que lo usa! ¡Como si un extintor de incendios pudiese convertirse en antorcha según la mano que lo usa! Este aparato estatal, la burguesía lo ha construido para sus fines y a su imagen. Por lo tanto, clara y evidentemente habría que romperlo.

El reformismo sigue su lógica, y es implacable. Desde el momento en que uno dice que usa el aparato del estado burgués, sus instituciones, su personal, surge todo lo demás. Incluyendo la obstinada regla de obedecer la ley.

Volodia Teitelboim, teórico y miembro del Politburó del PC chileno, cultiva a su mayor nivel el cretinismo legal: “El movimiento gano una parte significativa del poder, a través de una vía que no es la clásica (¡esto es lo menos que puede decir!). Debemos transformar la legalidad burguesa del Interior (¿?¡!), con el apoyo de las masas con el fin de construir una nueva legalidad popular. En esta situación, la lucha de clases es feroz. La derecha no dudo en utilizar el asesinato político contra el general Schneider; ella no dudara en utilizarlo, de ser necesario en el futuro. Avanzar dentro de la ley, lo que es como caminar sobre un abismo (es bueno oírlo). Pero es nuestra mayor fortaleza. (¿esto es lo que se llama paradoja!). No es romántico, tampoco es heroico. Pero la burguesía quiere que utilicemos la ilegalidad para obtener el apoyo del ejército. Esta porque nosotros utilicemos la ilegalidad5.”

Este descarado revisionismo fue, irónicamente reproducido por La Nouvelle Critique, revista teórica del PC francés. Recuerda irresistiblemente a la liebre que se atrapa más y más, luchando en las cuerdas de la legalidad. Y eso es una buena innovación en el análisis marxista de la ley: ¿una ley por encima de las clases?, cada ¿una de las cuales la intentan de aprovechar a su manera? ¿Acaso será una ley divina? ¿Un derecho natural? Para nosotros, la ley es parte del arsenal de una clase que domina a la otra. ¡Sentarse en la legalidad de la burguesía es poner la cabeza en la guillotina de la justicia!

Comprendemos de mejor manera que, completamente encerrado en una concepción fetichista, a-histórica, de la legalidad, Luis Corvalán, secretario general del PC, no vea ninguna vía de escape. En una declaración suya el 25 de mayo de 1972, dijo: “Creemos que actualmente no hay manera de cambiar la ley y las instituciones, por ningún medio, ni los legales o la ruta ilegal6.”

Existen estos medios. Sin embargo, el PC se niega a usarlos. Lo que es peor, les teme. El primero de estos medios es la movilización de masas. Dejemos que el mismo Corvalán explique el propósito de los famosos comités de unidad popular [CUP] organismo de base de la campaña presidencial: “Tomemos el caso de la CUP, tuvimos 15.000 en el momento de la campaña. 3.000 han desaparecido, 2.000 son funcionarios, el resto se mantiene pasivo. La mayoría tenía una orientación esencialmente electoral, y posteriormente el movimiento unitario del pueblo ha creado otras formas de organización7 […].”

Esas otras formas de organización son esencialmente comité de reabastecimiento donde la dinámica está limitada en virtud de su función. Sin embargo, cualquier intento de impulsar comités de fábricas en los sitios de producción, donde se puede poner en tela de juicio la base del mismo poder burgués, ha sido frenado.

El PC chileno es reformista y revisionista. No de manera vergonzosa y discreta, sino con firmeza y gloria. No se contenta con capitulaciones reformistas, las teoriza. No se conforma con teorizar los aspectos específicos de Chile, expuso sus descubrimientos en la tribuna de la conferencia internacional de Partidos comunistas celebrada en Moscú en junio de 1969. Corvalán declara: “En lo que a nosotros concierne, tenemos, después de algún tiempo dejaremos de avalar de vías pacíficas y no pacíficas, pues pasaremos del problema de la vía armada y la vía no armada8.”

¡Es una pena! Incluso los estalinistas y reformistas más probados mostraron de mínima modestia frente a los clásicos [del marxismo]. Ellos tomando algunas citas de Lenin fuera de contexto sobre junio de 1917 sobre las posibilidades de una pequeña vía pacífica o poco sangrientas al socialismo, generalizándola en nuestro tiempo, independiente de la movilización, la auto-organización, el armamento del proletariado ruso en la primavera de 1917. Pero se mantiene abierto, para no ser criticado por asumir a priori una vía no pacífica. E incluso, la más grande probabilidad a la vía pacífica no excluía a priori la necesidad del armamento del proletariado. Como mínimo la cuestión sigue siendo vaga.

Corvalán elimina toda ambigüedad. Al hablar de la vía no armada, excluye la posibilidad de una vía no pacífica, violenta. Hablando de la vía no armada, no es neutral, es desarmar el “deseo de armarse” del proletariado, mencionado por Lenin, es el desarme absoluto. Es preparar el trabajo de los verdugos.

Es interesante que, en las columnas de La Nouvelle Critique, Christine Glucksmann hable a propósito de Chile y las tesis de Corvalán “una nueva forma histórica de doble poder, bastante diferente a las condiciones históricas y políticas de las analizadas por Lenin”. ¡No se trata de una nueva forma, sino de la negación del doble poder! La dualidad de poder no es compartir los boletines en las instituciones parlamentarias entre los partidos obreros y burgueses, sino que nace en las fábricas, en el campo, en las calles, un nuevo poder directamente representativa de los trabajadores, irreconciliables con el viejo aparato burgués.

Esto es cien veces más claro que las artimañas ideológicas de todos los estalinistas chilenos y franceses juntos.

Defensores de una línea de capitulación frente a la burguesía, los estalinistas chilenos son en los hechos, sus agentes prácticos. Un partido reformista no es un partido revolucionario indeciso, que pierde solamente la audacia y el coraje. Este es un partido que, en el momento de la elección decisiva en la lucha de clases, cambiara al lado del orden burgués y de la reacción.

Es lo que hicieron los socialdemócratas alemanes al convertirse en asesinos de Rosa Luxemburgo, es lo que hicieron los estalinistas españoles al convertirse en los verdugos de Andrés Nin.

El 12 de mayo de 1972 en Concepción, el MIR pretendió organizar una contra-manifestación a la marcha organizada por los fascistas de Patria y Libertad. La contra-manifestación, pese a que fue prohibida por el gobierno, se realizó. Un estudiante secundario del MIR fue muerto por la represión, hubo decenas de herido. Incluso se sabe que militantes del PC habrían jugado un rol activo, en la defensa del orden.

Por último, en la edición de agosto de la Nouvelle Revue internationale (Revista del movimiento comunista oficial ligado a la URSS) aparece, entre un artículo de Podgorny y uno de Pasionaria, un estudio sobre el “revolucionarismo pequeñoburgués en Chile”. El articulo interpela enérgicamente a los revolucionarios acusándolos de izquierdismo: “Se oponen, sin rodeos, a la batalla por la producción y con ello a la necesidad de preparar política y físicamente a las masas para la toma del poder9.” No podría ser más clara: ¡todo está allí en verdad!

¡La culminación de una solución revolucionaria pasa por la construcción de un partido revolucionario!

Ya es un hecho: Chile no está llegando poco a poco y de forma pacífica al socialismo.

La situación de la Unidad Popular solo puede deteriorarse. Sin embargo, aún existen soluciones. Pero ello requiere de una política enérgica.

Contra el sabotaje de la producción y los intentos de matar de hambre a los trabajadores, hay que aprovechar el descontento, ¡Expropiación sin indemnización o reembolso de los sectores clave de la economía incluyendo la distribución y la información! ¡Ampliación y profundización de la reforma agraria!

Contra el chantaje económico del imperialismo ¡no pago de las deudas e instauración del monopolio exterior! Contra la lógica capitalista de la economía de mercado regida por el lucro ¡Desarrollo democrático de un plan económico discutido por los trabajadores para la satisfacción de sus necesidades!

Estas medidas decisivas requieren el apoyo entusiasta de las masas. ¡Ellos solo pueden tener éxito con una intensa movilización de las masas en sus fábricas, sus barrios y pueblos, con la aparición y proliferación de organismos de poder popular en la base! Contra las amenazas del ejército y de la reacción es necesario poner en marcha de inmediato una purga de la policía y de la administración, y la organización de comités de soldados dispuestos a alinearse con los trabajadores y sobre todo a armar a los mismos trabajadores mediante la formación de milicias populares.

Estas soluciones no son invenciones “izquierdistas” ajenos a la situación chilena. En Chile mismo, era más o menos claramente adelantado por los militantes revolucionarios.

El MIR ha promovido y alentado las ocupaciones de terreno, incluidos los campesinos mapuches, lo que desborda el marco legal de la reforma agraria. Los militantes han apoyado las ocupaciones de las fábricas que no estaban en la lista de las nacionalizaciones previstas. En algunos casos, la movilización de los trabajadores ha insinuado su generalización: si en algunas minas la lucha de los trabajadores contra las indemnizaciones de los ricos de ayer, concluyo en una victoria.

El MIR también denuncio la trampa en que está envuelta la Unidad Popular. Solicito la disolución del parlamento burgués, tomo la iniciativa en las calles contra los actos de los grupos fascistas del tipo Patria y Libertad.

La situación actual en Chile requiere más que nunca de la presencia de un partido revolucionario que dirija a las masas. Las respuestas dadas por los revolucionarios chilenos, en general y por el MIR, en particular, muestran que tal partido aún no existe, aunque existen elementos para construirlo.

El MIR, continúa haciendo referencia a privilegiar a la dirección cubana. Esto es un obstáculo para la adopción de una estrategia revolucionaria efectiva, que no puede – en el momento de la crisis internacional del estalinismo, de la nueva maduración de vanguardias a nivel mundial – no tener en cuenta la dimensión internacional y crecer en un campo estrictamente nacional sin aprender de las grandes derrotas.

El MIR, es más como un frente, como un movimiento, no es un partido. Con el pretexto de preservar su unidad, admite el flujo de documentos dentro de él, mas no el derecho a conducir el debate mediante la organización de tendencias en la ocasión de un congreso. Lejos de ser un signo de fuerza, esta limitación de la democracia interna constituye un desvío de los debates profundos necesarios para lograr hoy una política y cohesión ideológica esencial para hacer frente a las próximas batallas.

Los militantes del MIR que han logrado una inserción real en franjas de trabajadores y sectores populares deben ser parte de la construcción de un partido revolucionario en Chile, ya que esta tarea aún queda por hacer. Y es cada vez más urgente.

La situación chilena recuerda a la de España antes del estallido de la guerra civil en 1936. Se siente el choque preparatorio entre las clases.

Ya sea si la burguesía logra victorias al corto plazo por vías electorales enfrentado a un proletariado desmovilizado. O bien, la confrontación violenta se hará inevitable.

La evolución de la situación en Chile es sin duda un factor de clarificación política. El ejemplo citado, sobre que hay algunos meses, para fortalecer las perspectivas de victoria electoral de la izquierda y mejorar la situación de la “vía pacífica de transición al socialismo”, es un ejemplo de doble filo: pues se utilizara ahora contra los que la utilizaron primero.

La lucha sigue abierta y el tiempo es corto. Una derrota política, y más aún una derrota militar del proletariado chileno, tendría un gran peso en el futuro de la revolución en toda América Latina. Sería un golpe en el actual ascenso de la revolución mundial. Este es el verdadero problema.

Por lo tanto, tomando las lecciones de la experiencia chilena, hay que prepararse para las tareas de la solidaridad internacional que debemos tener con el proletariado chileno.

Debemos hacerlo con todo hecho en Chile y el mundo, esperemos que la experiencia chilena derrote a la burguesía y al reformismo, y no dé lugar a una nueva derrota sangrienta del proletariado chileno, similar a la experimentada, en agosto de 1971, por el proletariado de la vecina Bolivia.

Artículo publicado en Rouge. En el primer trimestre de 1973.
No se sabe la fecha exacta.
Publicado en LaizquierdaDiario, 17/09/2016

www.danielbensaid.org

Documents joints

  1. Entrevista publicada en la Segunda, el 3 de septiembre de 1971.
  2. Periódico de la CGT francesa.
  3. Cita de Punto Final n° 138, 8 de junio de 1971.
  4. Calvo Sotelo fue dirigente de la derecha reaccionaria en las cortes españolas en 1934. Su asesinato preludio la declaración de la guerra civil.
  5. Cita de La Nouvelle Critique n° 47.
  6. Luis Corvalan, Chile, Los comunistas en la marcha al socialismo, Ediciones Sociales, p. 263.
  7. Ibid., p. 268.
  8. Ibid., p. 84.
  9. Nouvelle Revue internationale, año 1972, p. 131.
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