Después del 10° Congreso del PC Chino

Golpe de timón a la derecha

Mao

Un partido comunista en el poder desde hace 20 años, un partido comunista con más de 20 millones de miembros realiza un congreso semi-clandestino, a la disparada, en solo cuatro días, cuando en el congreso anterior solo la elección del Comité Central había exigido doce días. El informe central, el de Chou En Lai, no pasa de ser un tejido de generalidades y de acusaciones policiales sin el menor balance preciso ni la más pequeña orientación explicita en lo, que se refiere a la situación de China, el desarrollo de la industria o la vitalidad de las organizaciones de masa.

Hay motivos para sentirse intranquilo. La suerte de Lin Piao, el designado sucesor de Mao en el último congreso, ha sido sellada mediante un rosario de epítetos y acusaciones contradictorias, sin que uno sepa cuáles son realmente las posiciones que él ha podido sustentar.

Mao

Atelier Formes Vives » align= »acheval » />Hay motivos para sentirse intranquilo. Hace cinco anos, los guardias rojos desfilaban en China en apoyo de la huelga general de mayo de 1968. Hoy en día, Chou En Lai recibe a Pompidou, felicitándose de los “contactos amigables” no sólo a nivel de los pueblos francés y chino sino !a “nivel de los gobiernos”! Esas genuflexiones van más allá de las necesidades diplomáticas. ¡Peor aun! En su discurso de recepción Chou En Lai, declara: “Apoyamos también a los pueblos europeos que se unen para preservar su soberanía e independencia, y desde ese punto de vista estamos en favor de la causa de la unidad europea, la que de lograrse contribuirá a mejorar la situación en Europa y en el mundo entero”, En resumen: apoyo a la Europa de los trusts y de los patrones para contra pesar a la Unión Soviética ¡el enemigo mayor para la burocracia china!

Si, en realidad hay motivos para que los revolucionarios estén intranquilos.

Pues todo esto está bien lejos de la imagen de una China roja marchando tras las huellas de la Comuna de Paris.

Los apologistas fervientes y los incondicionales de siempre encontraran para esas posiciones todas las circunstancias atenuantes, todos los pretextos tácticos necesarios. Muchos de ellos son los mismos que en otros tiempos llegaban hasta justificar el pacto germano-soviético; ¡y entonces el asunto era aun mas grave!

Para nosotros, una cosa es clara: la política de la dirección china en nada contribuye a la educación y consolidación de la vanguardia revolucionaria internacional. No refuerza el prestigio del socialismo, tan maltratado ya por la burocracia stalinista.

Sobre la nueva generación de militantes revolucionarios pesan ya las desilusiones y decepciones. Los que agitaban el pequeño libro rojo han quedado con el brazo en alto. Los que gritaban: “¡Mao Lin Piao, viva la revolución!” han perdido la voz. Los que creían a pie juntillas en las últimas directivas del Gran Timonel están estupefactos.

Actualmente, todos los que se sentían seducidos por el igualitarismo el entusiasmo de la revolución china, el voluntarismo de esa “hola en blanco” en la que Mao pretendía poder escribir lo que quisiera; por lo que podía ser considerado como intransigencia revolucionaria en comparación a la fría burocracia de la Unión Soviética y de sus partidos comunistas incondicionales, todos – y podemos entender sus motivos – en el mejor de los casos han perdido su entusiasmo y, en el peor, han caído en el escepticismo.

Los que ahora vuelven a salir a la superficie, los que se encuentran otra vez a sus anchas son los mao-stalinistas los stalinistas de siempre. Desde hace mucho tiempo, ellos han hecho del servilismo virtud. En ocasión del viaje presidencial a China, el Partido Comunista Marxista Leninista Francés, se refería a ¡los aspectos positivos de la política francesa!

Culpables son también los ideólogos volubles y rastreros, los intelectuales maófilos, los epígonos occidentales. Un Betthelheim, que “cocina” apresuradamente un epilogo de circunstancias, íntegramente contra la ultra izquierda, a su libro sobre la revolución cultural. Un Althusser que rinde homenaje a China, a su crítica “silenciosa-” y desde la izquierda al stalinismo, y continúa sentándose en el palco durante las celebraciones de la Humanité (el periódico del partido comunista francés).

La revolución china es digna de algo mejor.

Para el porvenir de la revolución mundial, para la educación de los militantes revolucionarios a escala mundial, ella representa un problema fundamental, complejo, que hay que tratar con respeto pero sin rebajamientos, sin renuncia a la crítica.

A diferencia de las direcciones stalinistas de los PC, conservadores y reformistas, la dirección china se ha revelado como una dirección centrista, empírica, que vuelca una prietica revolucionaria en el molde de una ideología stalinista. Luego de una breve experiencia, ha liberado a la edificación del socialismo en China del modelo soviético que favorece la burocratización acelerada. Todo eso es decisivo y merece la reflexión y el debate.

Pero, sin embargo, la burocracia china no ha sido una dirección marxista revolucionaria consecuente. El problema de la edificación socialista en un solo país, sobre todo en un país poco industrializado, no tiene solución definitiva.

Las contradicciones de la economía de transición pueden ser reducidas, dominadas, pero no abolidas. Para dominarlas mejor es indispensable una intensa actividad de las masas, el ejercicio en gran escala de la democracia obrera, es decir la expresión política autónoma de los trabajadores a través de comités, de soviets, que son los verdaderos órganos del Estado. El partido no es más que una corriente política que propone sus soluciones y las defiende; no es una casta super-estatal.

Para resolver definitivamente esas contradicciones se necesitan la extensión internacional de la revolución socialista y el aplastamiento en todo el planeta del sistema imperialista. Y eso, porque la solidaridad internacionalista con las luchas revolucionarias no constituye un deber moral o una generosidad de los vencedores, sino una parte indisoluble de la edificación socialista.

En esos dos aspectos esenciales, la dirección del PC chino ha fallado. Ella ha privilegiado la defensa de sus intereses burocráticos y estatales en desmedro de la defensa de una dictadura que al mismo tiempo represente la más amplia democracia obrera, y de sus deberes internacionales.

Su decimo Congreso confirma que al lanzarse a fondo a la coexistencia pacífica tripartita ella se ha convertido abiertamente en un freno para las luchas revolucionarias tanto por sus palabras como por sus actos.

Rouge n° 220, 14 septembre 1973
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