Pensar la Lucha

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homme_penseur.jpgHace 25 años, Marx era considerado un perro muerto en el mejor de los mundos liberales posibles. Su espectro sonriente está hoy de regreso. Su actualidad es sencillamente la del capital mundializado. En la época de la mundialización victoriana, “la inmensa acumulación de mercancías” estaba todavía en sus comienzos. Pero Marx no se contentó con explorar la gran pirámide. Su crítica de la economía política aspiraba a penetrar su secreto, a descifrar sus hieroglifos, a demostrar su lógica. Para superar sus propios límites, el capital está obligado a ampliar sin cesar el círculo de su acumulación y a acelerar el ciclo de sus rotaciones. Al hacer de todo mercancía, el capital devora el espacio y desquicia el tiempo. La crisis de la mundialización capitalista revela la tendencia triplemente destructora del capital: de la naturaleza, de la sociedad, del humano. Al reducir toda riqueza al tiempo de trabajo cristalizado, la ley del valor pretende cuantificar lo incuantificable y atribuir a toda cosa un valor monetario, como si el tiempo largo de la ecología fuese reducible a las instantáneas de las fluctuaciones bursátiles. Allí donde los vulgares economistas asisten con la boca abierta al espectáculo de la crisis, Marx capta en su estado de gestación las contradicciones mortíferas de una sociedad esquizofrénica, en la que “el dinero grita su deseo”, de la misma manera que “el ciervo brama su ansia de agua fresca”. La vitalidad de los estudios marxistas, a menudo ignorada en Francia por falta de traducciones, demuestra la actual fecundidad de la obra de Marx. Ya en 1993, Derrida alertaba, sin embargo, de la tentación de “interpretar a Marx contra el marxismo con el fin de neutralizar o amortiguar el imperativo político en la tranquila exégesis de una obra clasificada”. Lo peor sería, en efecto, convertirlo en un autor académicamente correcto o en un vulgar intelectual de izquierdas. Marx es un pensador del conflicto y de la lucha. ¿Es preciso recordar, para salvar a este espíritu subversivo de la temible “attalización” que lo amenaza, que la crítica del capital tiene como corolario el comunismo? La herencia de Marx plantea, pues, la cuestión de saber si el término “comunismo” ha quedado comprometido por su uso estatal y burocrático hasta el punto de haberse convertido en impronunciable. Y, sobre todo, la de determinar de qué – utopía crítica, movimiento de emancipación, hipótesis estratégica – puede el comunismo ser nombre hoy en día.

Artículo publicado en Le Nouvel Observateur, n° 2337, semana del 20 agosto de 2009
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