I. Marx y la revolución permanente en Rusia
En los años 1870, el movimiento revolucionario ruso se interroga acerca del futuro y de la naturaleza de su revolución. Una “intelligentsia” privada de sus raíces de clase por el raquitismo de una burguesía nacional sin vigor histórico, se enfrenta a la autocracia zarista. Su aislamiento social la empuja frecuentemente al terrorismo desesperado; pero al mismo tiempo, esta “intelligentsia” siente que la situación no podrá ser resuelta realmente más que por una de las clases sociales fundamentales. Se forman entonces varias corrientes. Una se pone a remolque de una burguesía débil, esperando poder imprimirle la audacia necesaria para hacerse con el poder. Otra, atraída por un campesinado potente en número y en tradición, desemboca en el populismo, confiando en este campesinado para mantener a raya las crueldades del capitalismo naciente. La clase obrera, todavía en sus comienzos, no aparece en absoluto como polo social suficientemente sólido para ponerse a la cabeza del movimiento.
No obstante y por los canales de la emigración, el debate rebasa los propios círculos de la “intelligentsia” revolucionaria rusa. Solicitado por Vera Zasulitch, Marx aporta su contribución. La famosa carta que dirige a aquella tiene nada menos que cuatro borradores,
En el tercer borrador, traza con claridad las características del proceso evolutivo de la comuna agrícola de tipo ruso.
“1. Todas las demás comunidades descansan sobre las relaciones de consanguinidad entre sus miembros. No se entra en la misma, a manos de ser pariente natural o adoptado. Su estructura es la de un árbol genealógico. Las “comunas agrícolas” fue el primer agrupamiento social de hombres libres no ligados por los lazos de la sangre”.
“2. En la comuna agrícola, la casa y su complemento, los corrales, pertenecen como propiedad particular al campesinado. La casa común y la habitación colectiva formaban, por el contrario, la base económica de las comunidades más primitivas, y esto ya mucho tiempo antes de la introducción de la vida de pastoreo o agrícola. Es cierto que se encuentran comunas agrícolas donde las casas, aunque hayan dejado de ser lugares de habitación colectiva, cambian periódicamente de propietario. El usuario individual se combina así con la propiedad común. Pero estas comunas llevan aún su marca de nacimiento: se encuentran en estado de transición desde una comunidad más arcáica a la comuna agricola propiamente dicha.
“3. La tierra cultivable, propiedad inalienable y común, se distribuye periódicamente entre los miembros de la comuna agrícola, de modo que cada uno explota por su propia cuenta los campos que le han sido asignados, y se apropia por tanto de los frutos en forma privada. En las comunidades más primitivas, el trabajo se realiza en común y el producto común, salvo la parte alícuota reservada a la reproducción, se reparte a medida de las necesidades de consumo.
Se comprende que el dualismo inherente a la constitución de la comuna agrícola puede dotarla de una vida vigorosa. Emancipada de los lazos, fuertes peto estrechos, del parentesco natural, la propiedad común del suelo y las relaciones sociales que de ella se derivan, le garantizan un cimiento sólido, al mismo tiempo que la casa y los corrales, dominio exclusivo de la familia individual, el cultivo parcelario y la apropiación privada de sus frutos, dan una salida a la individualidad, incompatible con (la estructura) el organismo de las comunidades más primitivas.
“Pero no resulta menos evidente que, con el tiempo, este mismo dualismo puede convertirse en gérmen de descomposición. Dejando aparte todas las influencias malignas que le llegan de afuera, la comuna lleva en su propio seno sus elementos disolventes. La propiedad privada de los bienes raíces se ha introducido ya en forma de una casa con sus corrales, que puede transformarse en plaza fuerte desde la cual se prepara el ataque contra la tierra común. Así ha sucedido ya. Pero lo esencial es el trabajo parcelario como fuente de apropiación privada. Da lugar a la acumulación de bienes muebles, por ejemplo animales, dinero, y a veces incluso esclavos o sirvientes. Esta propiedad mueble, incontrolable por la comuna, sujeta a modificaciones individuales, donde la astucia y el accidente tienen un buen campo de juego, pesará más y más sobre toda la economía rural. He aquí cómo se disuelve la igualdad económica y social primitiva. Introduce elementos heterogéneos, que provocan en el seno de la comuna conflictos de intereses y pasiones que servirán para hacer mella primero en la propiedad común de las tierras cultivables, seguidamente en la de los bosques, la de los pastos, eriales, etc., que una vez convertidos en anexos comunales de la propiedad privada, a la larga se incorporarán a ella.”
Pero desde el primer borrador, Marx, admitía ya la posibilidad de que la sociedad rusa se ahorran la etapa capitalista y sus sufrimientos. Veía en la contemporaneidad internacional de la comuna agrícola y del desarrollo industrial de los países capitalistas mas desarrollados, el presupuesto para esta posibilidad. En efecto, la combinación del trabajo colectivo de la tierra con las técnicas más avanzadas de explotación del suelo (abonos químicos, máquinas agrícolas, etc.) permitían de entrada que un trabajo colectivo alcanzara una productividad más elevada que la de la empresa capitalista en el campo:
“Yo respondo: porque en Rusia, gracias a una combinación de circunstancias únicas, la comuna rural, establecida todavía escala nacional puede desprenderse gradualmente de sus caracteres primitivos y desarrollarse directamente como elemento de la producción colectiva a escala nacional. Es justamente gracias a la contemporaneidad con la producción capitalista por lo cual puede apropjarse de todos los demás adelantos positivos, sin pasar por sus peripecias (terribles) horrorosas,”
La posibilidad que existía para Rusia de quemar la etapa capitalista, no es una simple hipótesis tardía de Marx. Tres años antes defendía ya firmemente esta idea en una polémica con Mijailovsky, refiriéndose a esta cuestión.
“He llegado a este resultado: si Rusia continúa por el camino seguido desde 1861, perderá la mejor ocasión que la historia haya ofrecido jamás a un pueblo, para sufrir todas las peripecias fatales del régimen capitalista”.
Finalmente, prolongando la reflexión de Marx, en 1894 Engels reafirma las condiciones políticas de un avance acelerado de la revolución socialista en Rusia. Trata ante todo de la combinación entre la revolución rusa y una revolución proletaria en un país desarrollado, lo cual le permitiría a aquella beneficiarse, en el marco de una colaboración interncionalista, de los últimos descubrimientos tecnológicos:
“Tendrá la comuna rusa una suerte diferente y mejor? Esto no puede depender de ella sola, sino exclusivamente de la circunstancia de haber sobrevivido con determinado vigor en un país europeo, hasta una época en que ya no es principalmente la producción mercantil, sino su forma más desarrollada y última, la producción capitalista, la que ha entrado en Europa occidental en contradicción con las fuerzas productivas que ella misma ha creado; y donde estas contradicciones internas y los conflictos de clase correspondientes la llevan a la ruina. Resulta de ello que la comuna rusa no puede salir de su estado por sí sola, sino únicamente en unión con el proletariado industrial de Occidente. La victoria del proletariado sobre la burguesía en la Europa Occidental;, la sustitución – ligada a ello – de la producción capitalista por la producción socialmente dirigida, ésta es la premisa necesaria para elevar la comuna rusa al mismo nivel”.
Dos ideas surgen pues forzosamente de estos textos:
– la idea, todavía no sistematizada, del desarrollo desigual y combinado, que hace posible el transcrecimiento de la revolución burguesa en revolución socialista;
– la idea de que la condición para este transcrecimiento es de orden internacional, es decir que se basa en la combinación entre la revolución rusa y una victoria revolucionaria en un país capitalista desarrollado de Europa occidental.
He aquí el marco estratégico de la revolución permanente según Trotsky, y de la estrategia internacional desarrollada por Lenín y Trotsky en los primeros Congresos de la Internacional Comunista. No hay nada sorprendente en ello si pensamos que a Trotsky, que convivió durante varios años en Londres con la propia Vera Zasulitch, le debían ser familiares estas tesis de Marx.
II. De la revolución rusa a la estalinización
El fenómeno de degeneración y de burocratización del estado obrero soviético no se debe a la malevolencia o a una traición deliberada por pacte de la dirección del PCUS; sino que se inscribe en la contradicción fundamental que debe superar una sociedad en transición, temporalmente aislada en el plano internacional, y cuyo nivel de desarrollo sigue siendo muy inferior al de las grandes potencias capitalistas.
En efecto, en la Rusia de comienzos de siglo, la burguesía, todavía débil pero ya con el proletariado pisándole los talones, es incapaz de desembarazarse del estado autocrático zarista y de su murocracia parasitaria. De este modo hace posible el transcrecimiento de la revolución democrática burguesa en revolución proletaria. Pero la clase obrera se encuentra, por ello mismo, confrontada con dos tareas simultáneas: para tener la fuerza de acabar con el viejo orden feudal, decide aliarse a la masa aplastante del campesinado, apenas emancipado de la servidumbre, O sea que tan sólo realizando para el campesinado las tareas de la revolución democrática burguesa – “la tierra para los campesinos!” – es como el proletariado industrial sella su alianza revolucionaria con el mismo.
Pero el proletariado se compromete, al mismo tiempo, a asumir y dirigir dos procesos revolucionarios combinados, que se sobreponen y a veces se contradicen: cumplir a la vez con las tareas dejadas por la revolución burguesa abortada y con las de la propia revolución proletaria. No se trata aquí de un problema abstracto y formal, sino de una realidad social apremiante, pues tan sólo conservando el apoyo de las masas campesinas es como el estado obrero podrá resistir los asaltos de la contrarrevolución. Trotsky subrayó claramente, en su Historia de la Revolución Rusa, que los soviets de soldados, que tuvieron un papel decisivo a partir de la insurrección, en el fondo no eran otra cosa que soviets de campesinos vestidos de uniforme. Su agrupación en el ejército de campesinos desarraigados de sus tierras, les permitirá actuar colectivamente; éste fue también el caso del Octavo Ejército de Marcha en China.
Al distribuir la tierra a los campesinos, el proletariado acelera el desarrollo de la propiedad privada y de las relaciones capitalistas en el campo. Asienta de este modo su poder sobre un terreno minado, esperando a corto plazo el relevo por una revolución proletaria victoriosa en un país capitalista desarrollado, lo cual le proporcionaría el meso social necesario para resolver, en beneficio suyo, la contradicción subsistente entre los dos procesos desencadenados. La crisis del imperialismo en guerra, la existencia de una clase obrera concentrada y combativa, la presencia de una vanguardia experimentada y curtida, convertían a Rusia en un eslabón débil, propicio a la victoria ce la revolución. En cambio, el aislamiento en el cual quedó confinada la revolución rusa por las derrotas de los proletariados húngaro y alemán, ponían en peligro su futuro.
La burocratización del PCUS y del estado soviético no fue, en este contexto, ni un hecho propio de la fatalidad ni el resultado de un complot. Es resultado más que nada de la desmovilización y de la pasividad obrera consiguientes a la sangría de la guerra civil, a la decepción nacida de las dificultades económicas. La muerte de Sverdlov, tuberculoso, no es más que un índice de las precarias condiciones de salud compartidas con grandes masas de la población.
Resulta útil, para comprender la amplitud del fenómeno, recordar que en 1919 los efectivos del PCUS se habían evaluado en 250 000 miembros, de los cuales sólo un 10% pasaba de los 40 años y un 50% tenía menos de 30 años; el 8% solamente eran miembros del P.C. antes de la revolución. Pero un 70% ocupaba funciones de autoridad en el partido o en los servicios del Estado. En 1921, los efectivos habían pasado a 730 000 miembros, de los cuales un 57% eran analfabetos.
Este fenómeno social masivo de adhesión al partida en el poder, en un contexto de retroceso y de aislamiento internacional, de dificultades económicas internas y de atraso cultural, engendrará con tanta mayor seguridad una burocracia en cuanto que la vanguardia ha quedado diezmada y que los recién llegados a la revolución aspiran a un descanso y a vivir mejor. Las Memorias de un bolchevique leninista1 dan cuenta de este lento proceso, con una sinceridad y una ingenuidad conmovedoras.
Ante esta situación, dos eran los problemas centrales que se planteaban a los dirigentes soviéticos:
– resolver la tensión interna entre el mercado capitalista arraigado en el campo, y la planificación económica apoyada en la apropiación colectiva de los principales medios de producción;
– romper el aislamiento, desarrollando, gracias a la Internacional Comunista, una estrategida revolucionaria internacional.
Estos dos problemas están íntimamente ligados. Resulta evidente, por ejemplo, que las soluciones económicas avanzadas por la oposición de izquierda, no pretendían resolver el problema de la construcción del socialismo en un sólo país. Permitían dominar las contradicciones, ligándolas con una estrategia internacional alternativa a los zig-zags oportunistas de la dirección estaliniana.
1. El primer gobierno soviético tenía en 1917 objetivos económicos limitados; el acento estaba puesto en:
– la instauración del control obrero sobre los medios de producción, entendiéndose esta fase como un aprendizaje indispensable para el poder obrero;
– una banca nacional única;
– la abolición de las deudas al extranjero;
– la nacionalización del suelo y del subsuelo, y la distribución de la tierra a aquellos que la trabajaran.
Pero la intervención extranjero, el sabotaje de la burguesía, y la guerra civil, impusieron medidas de urgencia y precipitaron la profundización de la revolución. La fase del conrol obrero se superó rápidamente. Los bancos, el comercio y la industria quedaron nacionalizados. Se instauró el monopolio del comercio exterior. Se organizó la planificación económica desde un principio,esencialmente con fines de racionamiento. Estas medidas radicales, que son el resultado de una economía de guerra, nacen pues de la dinámica misma del enfrentamiento de clases en el plano nacional e internacional, que sobrepasa los ritmos previstos por los propios bolcheviques.
De este modo surge pues el problema con el cual tuvo que enfrentarse el estado soviético y posteriormente, en condiciones menos dramáticas, el estado chino.
En una sociedad capitalista desarrollada, la agricultura representa un sector con débil composición orgánica de capital. La nivelación del índice de beneficios juega por lo tanto en desfavor suyo, y favorece la acumulación de capital industrial. Esta transferencia operada por el cauce del mercado supone, sin embargo, por una parte que la producción agrícola haya alcanzado un nivel de desarrollo elevado como para producir un excedente que permita liberar una mano de obra que a partir de entonces quedaría disponible para la industria, alimentar las clases urbanas y formar un fondo de acumulación inicial; por otra parte, que el sector industrial sea bastante fuerte como para responder a la demanda procedente del campo.
Ahora bien, en una Rusia debilitada por la guerra y devastada por la guerra civil, la primera condición sólo se cumple apenas, y la segunda no se cumple en absoluto. Resulta de ello que la acumulación agrícola privada sigue siendo netamente superior a la acumulación nacionalizada. Este desequilibrio comporta en sí importantes procesos sociales.
En efecto, si los productos de la industria socializada empiezan a faltar, los campesinos empresarios, privados de ellos, se dirigirán naturalmente al mercado mundial, para obtener allí a mejor precio los productos industriales que necesitan. Seguidamente intentarán invertir en el extranjero los ahorros que no pueden colocar rentablemente en el propio país.
Así pues, como a principios de los años 20 el lento crecimiento de la industria soviética no permitía satisfacer la demanda del sector agrícola, los precios industriales aumentaron en vertical. Antes que vender sus productos agrícolas a las tarifas fijadas por el estado, para pagar después a precios elevados los productos industriales, los paisanos prefirieron acumular aquellos y con ello hacer pasar hambre a las ciudades y poner en tela de juicio el monopolio del comercio exterior. Su presión en este sentido se hace sentir en las mismas filas del partido donde, mientras todavia vivía Lenin, Stalin ya se hizo portavoz de aquellos (véase a este respecto El Último combate de Lenin, de Mosche Lewin, ediciones de Minuit).
Se abren entonces dos posibles vías principales.
La primera consistiría en bajar los precios industriales para apaciguar al campesinado. Se favorecería así una transferencia de valor hacia el sector agrícola. Los capitales privados acumulados de este nodo serían evacuados hacia el sector nacionalizado, por la vía del empréstito y del impuesto. Se derivaría de ello un fondo de inversión, que permitiría desarrollar la industria, al mismo tiempo que la existencia de una burguesía afianzada le aseguraría una salida. Este es el sentido del socialismo “a paso de tortuga” y del “enriquecéos”, lanzado por Bujárin al campesinado.
Pero este proceso se traduce muy rápidamente por la prole tarización de una parte importante del campesinado. De este modo resulta que en el momento del 22Q Congreso del PCUS, en 1924, Kamenev estimaba ya que un 8% de las granjas, que reagrupaba a un 14% de campesinos, poseía el 25% de animales y el 34% de las tierras sembradas. En 1926, sólo dos años después, un 4% de las granjas poseía un 50% de las máquinas agrícolas. Esta agravación de las desigualdades sociales se desarrolla con tanta mayor facilidad, cuanto que las operaciones de partición y distribución de las tierras, en vista de la debilidad del aparato de estado y de la movilización desigual de la población, no siempre había sido ecuánime. La diferenciación social en el campo tiende pues a la reconstitución de una burguesía rural, y la lucha por la abolición del mono polio del comercio exterior constituye uno de sus objetivos más importantes.
La otra vía consistiría en realizar una sangría forzada en el sector agrícola, en el marco de una planificación economica central, asegurando un ritmo de industrialización rápida, indispensable para proceder a una colectivización de la tierra en condiciones favorables.
2. Dentro del marco de esta contradicción es donde se inscriben los zigs-zags de la burocracia estaliniana.
De 1923 a 1927, los kulaks se reafirman y hacen valer sus exigencias. En 1923 habían sumido ya a las ciudades en el hambre, negándose a suministrarles sus productos. Una nueva huelga de suministros durante el invierno de 1927, amenaza ba el equilibrio sobre el cual se asentaba la burocracia del estado. Para sobrevivir y mantenerse, esta última tuvo que romper con el kulak a quien había dirigido y favorecido (particularmente con la política internacional derechista del comité anglo-ruso, en el caso de la revolución china, en 1926-1927).
Frente a la amenaza de los kulaks se forma la corriente izquierdista de la burocracia soviética, Este es el saque de centro del tercer período de la Internacional Comunista. En el plano interno, la colectivización forzada de la tierra y la industrialización acelerada. Pero es una colectivizacion operada en las peores condiciones; la industrialización lenta del periodo anterior no permite proporcionar a los campesinos los abonos y las máquinas agrícolas que pudieran convencerles de la superioridad y de las ventajas de la agricultura colectivizada sobre grandes superficies. De ahí la resistencia de los campesinos, y no únicamente de los kulaks, la destrucción de la riqueza ganadera y de las cosechas. Para llevar a cabo un golpe de fuerza contra el campesinado, la burocracia tuvo que buscar un nuevo equilibrio y una nueva base de apoyo: lo encontró con la constitución de una nueva élite privilegiada y seleccionada a través del movimiento estajanovista.
Pero esta reorientación brutal y típicamente burocrática, al mismo tiempo que rompe la importancia del kulak. rompe la alianza entre el proletariado y el campesinado, y abre una herida permanente en el flanco de la sociedad soviética.
A principios de los años 40, la guerra proporciona al campesinado la ocasión de una revancha temporal. Con el apara to de estado movilizado por el esfuerzo militar le es posible entonces, por medio de un chantaje con la alimentación, reconquistar una fuerte posición social: se desarrollan los mercados rurales, los koljosianos se enriquecen, a la espera de que el retorno de la paz permita a la burocracia central reto mar las riendas en sus manos.
Estos zigs-zags burocráticos ilustran la conexión apremian te que .existe entre política y economía en urja sociedad de transición. Si baja el nivel de vida de las masas, la productividad del trabajo tenderá a bajar también, a menos que se mantenga por vía de apremio, lo cual multiplicará los gastos improductivos (ejército, policía, jerarquía burocrática). La economía de transición no puede dar prueba de una superioridad convincente más que orientándose hacia un desarrollo óptimo, y no hacia un desarrollo máximo; es decir, principalmente si mediante un desarrollo armoniosamente combinado de la agricultura, la industria pesada y la industria ligera, consigue que la comprensión y la movilización de las masas se convierta en un factor consciente de este desarrollo. Ahora bien, el desarrollo óptimo es radicalmente antagónico a los intereses de la burocracia, en la medida en que supone la capacidad del Plan de registrar y sintetizar las necesidades efectivas de la población, lo cual implica con toda evidencia una democracia política y económica tal que los trabajadores puedan dar a conocer su voluntad, participar en las decisiones fundamentales y asumir voluntariamente su realización.
III. La Unión Soviética “segunda potencia mundial”
El fin del aislamiento soviético aporta nuevas contradicciones
El final de la Segunda Guerra Mundial creó una situación favorable pata un nuevo ascenso de la revolución mundial. Las fuer zas adiestradas en la resistencia podían proseguir su acción hasta el derrocamiento de la burguesía, particularmente en Francia y en Grecia. Pero antes incluso de poder manifestarse, esta energía revolucionaria fue aplastada en Yalta por la burocracia estaliniana, preocupada en mantener el equilibrio de las fuerzas internacionales.
Pero las clases que hacen la historia, los combatientes revolucionarios, no habían sido invitados a la mesa de negociaciones de Yalta y de Postdam, y ningún diplomático, aunque fuese Stalin en persona, podía comprometerse en su nombre. La victoria de la revolución yugoslava, y después la de la revolución china, alteraron las relaciones de fuerzas internacionales. Antes de la guerra no existía más que un único estado obrero, ligado por la Internacional Comunista a una red de partidos comunistas todavía débilmente implantados. Después de la guerra la URSS se convierte en segunda potencia mundial, y se rodea de un muro fortificado, se alía con China y recibe el apoyo de partidos comunistas fuertemente implantados, como en Francia y en Italia. La situación de retroceso y de aisla miento en la revolución, durante la cual la burocracia estaliniana tomó cuerpo, ha quedado pues radicalmente modificada.
La relación global de fuerzas se ha transformado en sentido doble. Por una parte entre el campo del imperialismo y el de la revolución, por otra parte entre la burocracia y las masas. Pero al mismo tiempo que evolucionan estas relaciones, Stalin, presentado como el gran vencedor de Stalingrado, está en la cima de su prestigio, y con él el crédito del régimen estaliano se sitúa en el plano más elevado dentro del movimiento obrero internacional. Esta situación compleja y contradictoria favorece el desgajamiento de corrientes centristas, oscilando entre el estalinismo y el marxismo revolucionario, y su revés ultraizquierdista..
Conforme indicaba el espíritu de Yalta, la burocracia estaliniana había hecho todo por congelar el proceso revolucionario. De 1944 a 1947, las direcciones de los P.C. proclaman la formación de gobiernos de coalición y la creación de sociedades mixtas, que permanecen fundamentalmente dentro del enmarque capitalista. Pero la revolución colonial amenaza ya el equilibrio de Yalta, conduciendo a la guerra fría y a la estalinización acelerada en los países que forman el muro de fortificación. Las coaliciones gubernamentales se rompen, se nacionalizan los medios principales de producción y se establece el monopolio del comercio exterior. La burocracia soviética aporta principalmente los métodos policiales y las sucursales de la GPU.
A despecho de su voluntad moderadora, la burocracia estaliniana es obligada así, por la fuerza de la historia, a definir su posición de clase, aportando de este modo la respuesta a la cuestión formulada principalmente por Trotsky algunos años atrás, en el momento del pacto germano-soviético, en su obra La URSS en guerra:
“En el momento en que escribimos estas lineas, sigue siendo desconocida la cuestión de la suerte de las provincias ocupa das por el Ejército Rojo. Las informaciones telegráficas son contradictorias. Porque por ambos lados se miente mucho, y las relaciones reales que reinan localmente están, desde luego, todavía extraordinariamente poco definidas. Una determinada parte de los territorios ocupados entrará sin duda alguna a formar dentro de las fronteras de la URSS. En qué forma exactamente?
“Admitamos por un instante que, de acuerdo con Hitler, el gobierno de Moscú deje intactos en las provincias ocupadas los derechos de la propiedad privada, y se limite a un “control” de tipo facista. Una concesion de este tipo tendría un profundo carácter de principio, y podría convertirse en punto de partida de un nuevo capítulo del régimen soviético y, por consiguiente, de una nueva apreciación por parte nuestra de la naturaleza del estado soviético.
“Lo más probable, sin embargo, es que en las provincias que deban formar parte de la URSS, el gobierno de Moscú tomará medidas de expropiación respecto a los grandes propietarios, y de nacionalización de los medios de producción. Una vía así es la más probable, no porque la burocracia sea fiel al programa socialista, sinó porque no quiere compartir ni el poder ni los privilegios que detenta, con las antiguas clases dominantes de las provincias ocupadas. Aquí se nos ofrece por sí mismá una analogía. El primer Bonaparte frenó el curso de la revolución con ayuda de las dictadura militar. No obstante, cuando las tropas francesas invadieron Polonia, Napoleón firmó el decreto:” la servidumbre queda abolida”. Esta medida no había sido dictada por las simpatías que Napoleón sintiera por los campesinos, ni por principios democráticos, sino por el hecho de que la dictadura de Bonaparte no se apoyaba en la propiedad feudal, sinó en la burguesa. Como la dictadura bonapartista de Stalin no se apoya en la propiedad privada, sinó en la propiedad del estado, la invasión de Polonia por el Ejército Rojo debe conllevar, naturalmente, la liquidación de la propiedad privada capitalista, para que el régimen de los territorios ocupados corresponda al de la URSS”.
Pero la instauración brutal del poder burocrático crea nuevos problemas. En la URSS, la burocracia parasitaria se había asentado, con ocasión del reflujo, sobre las conquistas de Octubre. En polonia, en Rumania, en Checoslovaquia, en la República Democrática Alemana y en Hungría, intenta imponer directamente las mismas opciones económicas (prioridad absoluta a la industria pesada), y las mismas estructuras políticas que en la URSS no fueron más que el resultado de su acceso al poder. No obstante, en los países de fuerte tradición rural, cono Polonia, los partidos comunistas locales tienen la preocupación comprensible de evitar la colectivización forzada de los años 30, que formó en la URSS la base de la industrialización acelerada. En estos países, en efecto, el campesinado conserva un peso preponderante, mientras que el proletariado urbano, que no se ha visto desmovilizado por un largo reflujo, parte frecuentemente de un nivel de vida sensiblemente más elevado que aquel hacia el cual tiende a llevarle la prioridad estricta asignada a la industria pesada. Además, este ataque dirigido contra el nivel de vida de la clase obrera, en el momento en que ésta accede al poder, pasa por la puesta en marcha de un fuerte dispositivo represivo directamente ligado a los servicios soviéticos.
Este proceso origina desde un principio crisis previsibles. Las grandes luchas que sacudirán después a Polonia, a Checoslovaquia y a Hungría, están ya inscritas en la victoria de las revoluciones yugoeslava y China, que escapan al control de la burocracia estaliniana.
En 1943 se crea en Yugoslavia un gobierno provisional de coalición, que se apoya no obstante en auténticos comités populares de masas, nacidos de la resistencia. El empuje de las masas lleva en 1945 a la ruptura de la coalición y a la creación de un estado obrero en 1948; la dinámica de la revolución yugoslava se revela así más fuerte que los compromisos burocráticos acordados en Yalta, lo cual le vale al partido comunista yugoslavo una excomunión sin posible recurso, por parte de Stalin. Es verdad que el ejemplo yugoslavo encarnaba peligros considerables: el peligro de ver configurarse, de forma diferente y superior en sus resultados, a una sociedad de transición; el peligro de ver los partidos comunistas con implantación de masas afirmar su independencia; el peligro de verles reclamar una igualdad de partidos en el seno del movimiento comunista internacional; el peligro, finalmente, de ver a los comunistas yugoeslavos retomar por cuenta suya una parte de las tesis de la oposición de izquierda sobre la degeneración burocrática. Ante tal cúmula de nubes negras Stalin prefirió, sin dudarlo un instante, sacrificar a Yugoslavia. No se trata de una simple denuncia ideológica; los argumentos más absolutamente materiales no dejan de pesar: movimiento de tropas y bloqueo económico!
Amenazada en su existencia, la dirección yugoslava no tardará en buscar su cura en cualquier tipo de operaciones centristas que le permitan romper su aislamiento. El abandono de la revolución coreana permitió inaugurar una política de intercambio mercantil internacional que prosigue todavía, cargado sobre la espalda de la revolución vietnamita. De esta forma, la primera ruptura en el bloque estaliniano no hace más que aumentar la confusión: el oportunismo de unos y el dogmatismo de otros pueden ser interpretados a posteriori como simétricos y complementarios. Se trata de una simplificación burda, por que el alcance histórico de la crisis yugoslava reside en la reaparición, en el seno del movimiento obrero oficial, de ideas de las cuales la oposición de izquierdas había sido durante muchos años única depositaria. La emergencia de lo que llegó a considerarse como un segundo “modelo’ socialista, abre públicamente la crisis del movimiento comunista internacional.
Aunque sus efectos no sean tan inmediatamente visibles, la revolución china rompe con carácter irremediable la situación internacional que había permitido la aparición del fenómeno estaliniano. Empíricamente, la dirección del PC Chino se dedicó, al final de la guerra contra el Japón, a la aplicación de la política estalinisna. La conferencia de Chungkin en Enero de 1945, avanzó el proyecto de una asamblea constituyente y de un gobierno de coalición, y de un programa de paz social. Los expertos estadounidenses y Marshali en persona, llegaron a imputar incluso la profundización de la revolución a lo que ellos llamaban “los siete errores de Chang Kai-Chek”, particularmente el error de haber emprendido una expedición intempestiva para la reconquista de la Manchuria, mientras que el PC Chino parecía contentarse con el status-quo y frenar el empuje impetuoso del campesinado hacia la aplicación radical de la reforma agraria (véase a este respecto Jack Belden, en La Chine ébranle le monde). Pero estos “errores” de Chang tenían raices de clase, respecto de las cuales los expertos americanos cerraban los ojos. El poder de la burguesía china no podía ser duraderamente compartido con un PC sacudido por una base social campesina, aguerrida por varios años de lucha en las filas del Ejército Rojo. La desintegración del poder central condujo así en 1948 a la entrada del Ejército Rojo en Pekín, y a la toma del poder por el PC Chino.
Pero este período deja rasgos duraderos de desconfianza en el PC Chino respecto a la dirección estaliniana. En efecto, los comunistas chinos pueden difícilmente olvidar que en el momento de desaparecer los japoneses y de la carrera competitiva para la ocupación de China septentrional, Stalin concluyó un acuerdo con Chang, reconociéndole como único gobierno legal de China! Del mismo modo les resulta difícil olvidar que a principios de la guerra civil, en el 1945-1946, el Kremlin instaló en Manchuria a los funcionarios del Kuomirttang, esperando la llegada de las tropas internacionalistas, y que después de la evacuación de Kharbin, las autoridades soviéticas protegieron a los responsables del KM para ponerles a buen recaudo en territorio nacionalista! Cuando en 1947, a la víspera de la ofensiva, Stalin les desaconsejó ocupar las ciudades y les aconsejó contentarse con los campos, para continuar allí con la guerrilla! Cuando después del levantamiento popular del Sin Kiang, Stalin ayudó a Chang a disolver el nuevo poder insurrecional, y a restablecer un gobierno de coalición que incluía a los feudales, a quienes las masas tuvieron que derrocar por segunda vez!
Las condiciones de la victoria revolucionaria en China, su peso internacional, su alcance histórico, permiten prever que, al transformar radicalmente las condiciones que habían presidido el ascenso del estalinismo, precipitarían su decadencia. Esto es lo que ha venido desarrollando Ernest Mandel desde 1950 en un artículo de la revista Cuarta Internacional, anunciando las condiciones de la ruptura chino-soviética:
“No obstante, seria extraño esperar en un futuro inmediato una ruptura entre Pekín y Moscú. Hay potentes fuerzas objetivas y subjetivas que convierten una ruptura así en algo improbable. La intervención de la burocracia soviética en China Popular es diferente, en cuanto a forma y a sustancia, de lo que fue en la fortaleza europea. Contrariamente a las sociedades mixtas constituidas por el Kremlin en Europa Oriental, que significaban todas una simple explotación de las instalaciones industriales y de la mano de obra ya existentes, por la burocracia soviética, las sociedades mixtas fundadas en China (Sociedad petrolera chino-soviética, sociedad chinosoviética para la explotación de metales no-férricosy raros en el Sin-Kiang, sociedad chino-soviética de aviación civil), implican una verdadera y real inversión de capitales por parte de la URSS, y favorecen así el desarrollo de las fuerzas productivas, objetivo número uno de los comunistas chinos2. Y si el tratado chino-soviético concluido por Mao Tse Tung en Moscú tras laboriosas negociaciones, prueba de la independencia de espíritu de los chinos, impone a la República Popular Gdna el pago de indemnizaciones a la URSS, por las construcciones realizadas en el ferrocarril chino de Tchangtchung, de Port-Arturo y de Dalny, el retorno de estos enclaves soviéticos a China repre senta una satisfacción, como lo indica explícitamente el acuerdo “para el honor nacional y la dignidad nacional del pueblo chino”3. Moscú ha sacado determinadas conclusiones de la ruptura con el PC yugoslavo, y se esfuerza en no irritar a los comunistas chinos cuya actitud condescendiente en cuanto a cuestiones secundarias. La desconfianza que siente el Kremlim respecto de Pekín, se confirma no obstante por el hecho de que los suministros de material moderno de armamento, principalmente aviones a reacción, parecen hacerse en condiciones tales que el material siga sometido al control soviético; además parece que los rusos han conseguido establecer bases militares en Sin Kiang.
“Mientras los chinos conserven el control principal del movimiento comunista en una serie de paises asiáticos (Vietnam, Malasia, etc.) y se encuentren de este modo en conflicto directo con el imperialismo, se verán obligados a mantener relaciones estrechas con el Kremlin. Mientras el imperialismo mantenga un bloqueo de hecho contra China, en lo que se refiere a las principales materias primas y al utillaje llamado “estratégico”, la ayuda económica restringida que pueden obtener de la URSS les parecerá tanto más apreciable. Y sobre todo mientras las fuerzas revolucionarias independientes del Kremlin no puedan aparecer como un factor político importante en Asia o en otras partes, el PC Chino, sacando a su vez conclusiones de la evolución actual de la cuestión yugoslava, no se arriesgará más que con extrema prudencia a emprender un movimiento de ruptura respecto del Kremlin.
“A la larga, sin embargo, serán las fuerzas sociales de la revolución china y las consideraciones políticas o económicas de sus dirigentes lo que decida las relaciones entre Pekín y Moscú. El desarrollo de la burguesía rural, las posibles dificultades de aprovisionamiento con utillaje industrial, la modificación eventual de las relaciones de fuerza internaciona les en favor del imperialismo, la aparición de tendencias derechistas capituladoras en el Partido Comunista Chino podrían, en condiciones de debilidad y de pasividad prolongada del proletariado, provocar un giro en la política extranjera china. Una tentativa todavía no del todo excluida, por parte del Kremlin, para llegar a un acuerdo con el Departamento de Estado a espaldas de China, podría actuar en el mismo sentido. En cambio, un nuevo desarrollo de la revolución china, el refuerzo del movimiento obrero, la escisión de una orientación hacia la izquierda en el PC, el desarrollo favorable de fuerzas revolucionarias en el mundo, en primer lugar en la India, en el Japón y en Europa Occidental, podrían permitir en una etapa ulterior una ruptura “hacia la izqüierda” del comunismo chino con el Kremlim. Las dos eventualidades exigen, no obstante, para realizarse que se produzca una ruptura en el nuevo equilibrio entre las clases, tal como se nos ofrece hoy día en China, equilibrio sobre el cual el Partido Comunista Chino ha basado su poder.”
IV. El desarrollo de las tensiones en la URSS
Como toda dirección revolucionaria de recambio había sido preventivamente decapitada con ocasión de los procesos de Moscú, el final de la guerra no se tradujo en la URSS misma en un ascenso revolucionario. La guerra había desorganizado la economía, había destruido una parte importante del potencial industrial, había significado una destrucción pasiva de la mano de obra, favoreciendo la resurrección de un nacionalismo centrífugo; en Ucrania principalmente, donde aparecieron incluso movimientos colaboracionistas.
La burocracia se vió por lo tanto aprisionada entre una nueva clase obrera joven, estimulada por la victoria, y la masa de los koljosianos enriquecidos por la especulación durante el periodo de la guerra. Reacciona y se defiende, adoptando un curso a la izquierda: ofensiva resuelta contra los paisanos enriquecidos, esfuerzo para reafirmar la propiedad colectiva en los campos, intensificación de la propaganda marxista a la moda estaliniana.
No obstante, se dibujan tensiones perdurables en la sociedad soviética. En el campo coexisten los sovjoses (granjas del estado), los koljoses (cooperativas propietarias de los animales, pero no de las máquinas pesadas), y finalmente la parcela privada. En la industria, la planificación burocrática se traduce por un sistema de primas demencial: la base de atribución es a veces el precio de reventa (lo cual incita a los directores a utilizar materias primas caras), a veces el peso (lo cual les lleva a utilizar materias primas pesadas), a veces el número de unidades producidas (lo cual les incita a producir objetos reducidos a su esqueleto).
En lo que se refiere a los grupos sociales, la clase obrera aparece como la clase ascendente; se desarrolla en número y en importancia, en una sociedad en la que la población urbana tiende finalmente a suplantar a la población rural. Aunque la cuestión agraria continúa planteándose permanentemente, no parece ya que el peso social derivado del campesinado le permita oponerse seriamente a la apropiación colectiva de los medios de producción. Finalmente, si la burocracia se consolida en torno al desarrollo de las fuerzas técnicas y administrativas, su crecimiento numérico se traduce también por una pérdida de homogeneidad, por una diferenciación interna, en el mismo momento en que, de conquistadora en sus inicios, se convierte definitivamente en una fuerza de conservación social perpetuamente ligada a sus privilegios.
a) El “nuevo curso”, de 1953 a 1956
En este contexto, la muerte de Stalin en 1953 no se inscribe como una simple anécdota: la desaparición del Bonaparte abre en el seno de la burocracia la lucha por, la sucesión. El derrocamiento de Beria en Julio de 1953 es el primer resultado de ello.
Desde entonces, la política económica de la burocracia se verá jalonada por una serie de reformas contradictorias.
La primera gran reforma será impulsada por una corriente que representan Malenkov y Mikoyan. Estos, comprobando la penuria de bienes de consumo y la desproporción entre las inversiones industriales y agrícolas, proceden a una reducción del impuesto que grava a los campesinos, medida que se considera que va a asegurar a estos últimos unos ingresos suplementarios de 80 mil millones de rublos. Una reforma así representa un sacrificio libremente consentido de la burocracia que, para asegurar la paz social, renuncia así a una parte del excedente social que ella desviaba en beneficio suyo. Simultáneamente, un curso de autorreforma análogo, pero más importante, se desarrolló en Hungría, donde las resoluciones del Comité Central de Junio de 1953, son comentadas de este modo por la prensa oficial del Partido:
“En sus tres resoluciones importantes de Junio de 1953, el Comité Central de nuestro partido constaté que la industrialización excesiva del país había sido un error. Esa concepción, lejos de considerar la edificación del socialismo en todos sus importantes y múltiples aspectos, la restringía a la industrialización, y más especialmente al desarrollo de determinadas ramas de la industria pesada; esta concepción era pues errónea. Partiendo de esa consideración, hemos subordinado la política general del partido a la política económica, a los intereses de una industrialización más potente, sin tener suficientemente en cuenta la evolución de la situación de las masas trabajadoras, ni las exigencias fundamentales para el mantenimiento y el reforzamiento de la alianza obrero-campesina. (…) Las numerosas desproporciones originadas de este modo, así como el ritmo demasiado tenso de desarrollo, paralizaron la marcha igual y planificada de la producción y la utilización juiciosa de los créditos a la inversión, que se había sobrevalorado. La sobreindustrialización llevó a una reducción temporal del nivel de vida de los trabajadores, y a la restricci6n en las relaciones entre el partido y las masas trabajadoras. (…)”
“Las resoluciones adoptadas en las sesiones del Comité Central de Junio, de Octubre y de Diciembre 1953, después del III Congreso del partido, indicaban claramente que conforme a la ley fundamental de la economía socialista – en esta nueva fase de la edificación del socialismo – la elevación sistemática del nivel de vida del pueblo trabajador debería situarse en primer plano de nuestra política (…). Sólo la política de la nueva etapa, tal como la ha elaborado nuestro partido, es conforme a los intereses de la clase obrera y de todo el pueblo, y por esto ha sido acogida con una alegría sin límite por los trabajadores de las ciudades y los campos (…).
“El factor fundamental de nuestras dificultades económicas reside en las dilaciones observadas en la realización de la política de la nueva etapa, en la resistencia que encuentra bajo formas más o menos camufladas, Esta resistencia es alimentada por conceptos erróneos, desprovistos de todo fundamento ideológico. Concepciones que proponen resolver las dificultades económicas por medio de una “contracción del poder adquisitivo”, o sea, por la reducción del nivel de vida de la clase obrera y del campesinado. (…) Estas concepciones son incompatibles con los principios marxista-leninistas (no con los marxistas-leninistas-estalinianos, y con mucha razón! EG) de la edificación del socialismo … El socialismo no puede ser una realidad más que si los trabajadores disponen no solamente de más derechos y de libertad, sino también de un bienestar material creciente. En condiciones pacíficas de edificación del socialismo, la reducción del nivel de vida destruiría la confianza puesta por los trabajadores en la obra de la construcción socialista, reduciría el entusiasmo de trabajo y la productividad, y aflojaría los lazos de las masas con el partido. La reducción del nivel de vida no es una vía de edificación determinada del socialismo, sino la de una capitulación ante las dificultades, la vía de la renuncia a la edificación del socialismo.” (Boletín dé Información, publicado por el CC del Partido de los Trabajadores húngaro, 62 año, n° 10, páginas 15, 16, 17).
Pero el intento de Malenlcov reveló rápidamente sus debilidades. La reforma preveía que los 80 mil millones de ingresos suplementarios serían recuperados mediante la venta a los paisanos de productos industriales en serie. Ahora bien, la penuria es tal que los campesinos se orientan prioritariamente hacia los productos alimenticios agrícolas, como la carne, los huevos, los frutos y otros productos de primera necesidad, que no pueden producirse mediante una reconversión rápida de las empresas de la industria pesada. El resultado de ello es que el campesino vende caro y sin comprar proporcionalmente a la industria, que se desarrolla el mercado negro y que surge en las empresas un movimiento reivindicativo contra el sistema de salarios pagados al destajo.
Frente a estos problemas, Malenkov es acusado de haber violado la prioridad sacrosante y absoluta de la industria pesada. No se trata aquí de una simple querella doctrinal, sino de una puesta en duda de la autonomía de la burocracia en su relación con las masas. Los fracasos de la reforma determinan ya los límites entre los cuales es posible una autorreforma de la burocracia. En el SovIet Supremo de Febrero de 1959, Malenkov dimite.
A partir do ahí, la sucesión de reformas intentadas expresará las oscilaciones de una burocracia que, para conservar su posición parasitaria, intentará paso a paso consolidar la propiedad colectiva y estatal de los medios de producción y ganarse mediante concesiones cada vez más importantes, los favores del campesinado.
La primera reforma del equipo Jruschov-Bulganín, que sucede a Malenkov, comporta como medida esencial la roturación y el cultivo de nuevas tierras. Implantando allí la entrada de unos sovjoses roturados por brigadas de comsomoles voluntarios, se trata de ‘asediar al campesinado” y de derrotarle en el propio terreno de :a competencia. En efecto, las granjas del estado directamente implantadas en grandes superficies y altamente mecanizadas, estaban destinadas a provocar un descenso natural de los precios agrícolas. Para que las cosas no fuesen demasiado bruscas, se mantienen al mismo tiempo las concesiones de Malenkov, mientras que para controlar mejor a los koljoses, se refuerza el papel de las MTS4 y de los presidentes nombrados de los koljoses.
Pero la pieza maestra de esta reforma demostraría ser aún deficiente. La anarquía burocrática en la elección de las tierras, en la organización del trabajo, y sobre todo el desequilibrio fundamental persistente entre la agricultura, industria pesada e industria ligera, no permitieron que las tierras vírgenes recién roturadas para ser destinadas particularmente al cultivo de cereales, tuviesen un rendimiento significativo y superior al de los koljoses. Al revés, algunas regiones abusiva y anárquicamente despobladas de sus blosques, se convirtieron en peligrosos colectores de polvo
b) Del XX° Congreso a la caída de Jruschov
En 1956, el VI Plan mantiene el ritmo de crecimiento anual de un 10%. No obstante, la discusión del Plan viene marcada por un debate importante sobre los salarios, donde se expresan una vez más las diferentes corrientes de la burocracia. Bulganin y Kaganovitch defienden una revisión de los salarios y un refuerzo de los derechos de los directores. Jruschov es partidario de un aumento de los salarios bajos. Mikoyan finalmente, se pronuncia por un aumento de los salarios bajos y un recortamiento de los salarios más elevados. Está claro que estas preocupaciones no son el resultado espontáneo de burócratas ilustrados, sino que son resultado de nuevas presiones sociales, en presencia de nuevas exigencias de una clase obrera en pleno desarrollo.
En Enero de 1958, Jruschov pronuncia en Minsk un discurso que inaugura la tercera gran reforma económica después-de la muerte de Stalin. Esta reforma intenta siempre prioritariamente, desbloquear la situación en el frente agrícola. Se comprueba en efecto que la producción de cereales, que era de 80 millones de toneladas en 1913, no llega en 1950 a más de 84 millones de toneladas, mientras que la población ha aumentado en un 20%.
En 1954, lá producción no llega todavía más que a 90 millones de toneladas, es decir, es inferior, por cabeza de habitante, a la producción de 1913. Lo mismo sucede con la cabaña.
En 1957, como primer resultado de las reformas, la producción de cereales no ha subido más que a 105 millones de toneladas y la productividad del trabajo agrícola es diez veces inferior a la de los Estados Unidos.
Una de las razones principales, política y no técnica, de este cuasi-estancamiento agrícola, reside en la pasividad desconfiada que manifiesta el campesinado después de la colectIvización forzada de los años 30. La burocracia ha intentado siempre vencer esta pasividad: el aumento de los precios del estado, la compra de los productos agrícolas, el estímulo a la crianza particular de animales, la reducción del impuesto, la amenaza de confiscar el huerto particular a los Icoijosianos absentistas, el asedio al campesinado tradicional por la pues ta en servicio de fábricas de cereales en tierras vírgenes.
En el discurso de Minsk, Jruschov va más lejos en sus con cesiones a los koljosianos: les concede la venta de máquinas agrícolas. Este paso del derecho de usufructo al derecho de propiedad sobre determinados medios de producción, tiende naturalmente a replantear la cuestión de la apropiación privada de la tierra misma. Los periódicos soviéticos de entonces informan de una anécdota significativa según la cual, en 1955, con ocasión de una importante recepción en el Kremlin, Liskin, presidente del rico koljós de Kubán, se dirigió a Jruschov en estos términos llenos de insolencia satisfecha: “Y bien, Nikita Sergeievich, cuando me venderás la MTS que suministra los instrumentos de trabajo a nuestro koljós? Te ofrezco por ella 15 millones de rublos. Piénsalo bien. El año que viene no te ofreceré una suma igual.” Se explica también que Liskin se nombrara a sí mismo, pocos meses después, presidente de la MTS Así pues, el discurso de Minsk se nos ofrece como la legislación y el estímulo a un proceso ya emprendido en la práctica, y vivamente defendido por una escuela de reformadores partidarios de interesar a los campesinos.
Estas nuevas medidas se inician paralelamente con una ofensiva política dirigida contra el grupo Molotov, calificado de grupo antipartido. Este grupo había sacado argumentos del Octubre polaco y de la revolución húngara para atacar los peligros del ‘liberalismo jruschoviano”. El XXI Congreso del PCUS está marcado por la eliminación del grupo “antipartido”, y por el abandono del plan quinquenal en curso, en beneficio de un plan septenal más modesto en sus ambiciones. En este Congreso, de 1269 delegados sólo 8 son veteranos del partido de antes de 1917. No obstante, aunque menos visible, otro fenómeno social está a punto de configurarse. Los efectos ideológicos del XX Congreso penetran lentamente en la juventud. Así pues, en la revista socialdemócrata americana The New Leader, David Burg, joven emigrante soviético que fue estudiante en la URSS hasta 1957, describe de este modo la corriente “neo-bolchevique” que se manifiesta en la juventud:
“Sienten una fuerte nostalgia del período presoviético y de los primeros años del período pos-revolucionario. Hoy día la juventud soviética manifiesta frecuentemente su oposición al régimen, presentándole a la realidad contemporánea el eApejo de los clásicos del marxismo-leninismo. En su opinión, las depuraciones de 1937 liquidaron a los verdaderos dirigentes de la revolución. Oponen el Termidor al Octubre.”
“… Idealizan la revolución y piden un retorno a las primeras ideas del leninismo, que creen poder encontrar en determinadas obras de Lenin (El estado y la revolución). Hablan frecuentemente de degeneración burocrática del régimen, de la aparición de una burocracia reinante y privilegiada, que ha establecido una dictadura contra el pueblo.
“Ven a esta burocracia como a un tumor maligno que puede ser extirpado por una operación quirúrgica, a fin de permitir el desarrollo normal de un organismo fundamentalmente sano.”
De 1953 a 1959 la burocracia ha tomado, aunque con bastan tes vacilaciones, una serie de medidas que intentan estimular la iniciativa de los koljosianos. Con la compra de la maquina ria, el movimiento se acelera; se ven aparecer y multiplicar las fábricas Tcoljosianas, los mercados koljosianos, los almacenes lcoljosianos. Pero este proceso provoca una diferenciación social en el campo. Particularmente la venta de máquinas suscita la protesta de los koljosianos pobres que, incapaces de comprar sus propias máquinas, se ven frecuentemente obligados a alquilar las de los koljosianos ricos, que refuerzan de este modo todavía más su posición. No obstante, hay teóricos que inspirándose en la experiencia gomulkiana que entonces estaba en curso en Polonia, exigen la plena restauración de las leyes del mercado para la agricultura. Estiman que es preferible liberalizar y rentabilizar abiertamente la agricultura, que retener a duras penas el fenómeno de parcela o el huerto propio. No obstante, el poder creciente los koljosianos tendría su propia lógica, que no es exactamente la misma que la de la burocracia política central. Esta empieza a reaccionar a partir de 1959, denunciando la huerta privada y reforzando el mercado cooperativista bajo control estatal, frente al mercado koljosiano. En esta óptica es donde se inscribe la nueva reforma votada por el Comité Central en Enero 1961. Tiene la vista puesta en una mejora de aprovisionamiento de los lcoljoses con máquinas, en la reorganización de las compras agrícolas por el Estado, en la limitación de los mercados koljosianos por el desarrollo de cooperativas de compra, en la represión del desbarajuste y de los robos. Las medidas principales tienden, sin embargo, a limitar la autonomía y la independencia de los koljosianos. Pero una vez más no se trata de llegar a ello merced a una democratización económica y política, dando mayor peso a las aspiraciones obreras, sino de la creación de nuevos órganos de control administrativos y burocráticos, que harán más pesada aún la maquinaria del Estado.
c) La caída de Jruschov y sus consecuencias
La esencia burocrática del poder jruschoviano no le permitía atender al mismo tiempo al triple objetivo de la mejora del nivel de vida de las masas, de armamento y participación en la carrera del espacio, y de ayuda indispensable a la burguesía colonial en el marco de la coexistencia pacífica.
A principios de los años 60, su política internacional su frió una serie de reveses ilustrados particularmente por la crisis de los misiles en Cuba, por la derrota del Congo, por el cese de la ayuda técnica a China. El fracaso de las soluciones agrícolas en el interior y la degradación de la situación internacional, precipitan la caída de Jruschov. Esto es lo que confirma en términos velados el XXIII Congreso del PCUS en 1966, y lo que se confirma en la práctica por la serie de medidas que siguieron a su caída.
En el plano agrícola, el plan septenal preveía que una inversión de 50 mil millones de rublos permitiría un aumento del 70% en la producción; de hecho, la inversión de 56 mil millones no proporcionó más que un aumento del 12%. Es por esta razón que los sucesores de Jruschov deciden el aumento de las inversiones agrícolas y salen en defensa del koljós y de la parcela privada, cuya extinción había sido anunciada en el XXII Congreso.
En el plano industrial, Kossiguin acentúa la corriente en favor del consumidor, lo cual explica en parte la pasividad de la población ante la caída de Jruschov. La jornada de 6 horas, prometida por el XXII Congreso, es abandonada, contentándose con prometer para 1976 la semana de 40 horas. Finalmente y sobre todo, se pone en práctica la célebre reforma Liberman-Trapeznikov, que distribuye el beneficio planificado de las empresas: el 75% pasa al Estado y el 25% restante a disposición de la empresa, junto con un 70% del beneficio no planificado, que es mucho menos importante. De este modo en el año 1965 se quedan 12 mil millones de rublos, contra 10 en 1960, en las cajas de las empresas. La reforma tiende evidentemente a sustituir por estímulos económicos las decisiones administrativas, gracias a una autonomía mayor de las empresas y a un interés de la burocracia de las empresas, en la medida en que el control descentralizado es técnicamente más eficaz, sin que no obstante se precisa una desnacionalización.
En el XXIII Congreso, un 46% de los miembros del partido son funcionarios del aparato del partido o del Estado. Están representados en el Congreso por 3.000 delegados entre 5.000, frente a 1000 “obreros” y 800 campesinos.
Tvardovsky y Polevoi, considerados como intelectuales liberales, son eliminados del Comité Central. Se producen debates que se refieren a la rehabilitación militar de Stalin.
Finalmente, las agencias de prensa mencionan un hecho diferente significativo: el 12 de Abril de 1966, un joven soviético de 25 años, Nikolai Didyk, se inmoló por el fuego reclamando el envío de brigadas de ayuda a la revolución vietnamita …
V. El alcance del debate sobre la naturaleza de la URSS
Cómo caracterizar pues a la burocracia que en esta sociedad ha confiscado el poder por cuenta suya? Debate antiguo, en el cual Trotsky conserva todavía, sobre la mayoría de sus contradictores. la ventaja de la claridad. Tanto es así que en un texto de finales de su vida, titulado La XV° Internacional y la URSS, vuelve en forma sintética sobre la distinción entre casta y clase:
“Ocupémonos sin embargo, de la “teoría” misma. La clase representa para un marxista, una noción excepcionalmente importante, y por lo demás científicamente definida. La clase se determina no solamente por la participación en la distribución del producto nacional, sino también por un papel independiente en la estructura general de la economía, por raíces independientes en los fundamentos económicos de la sociedad. Cada clase (feudal, campesinado, pequeño-burguesa, burguesía capitalista, proletariado) elabora sus formas particulares ‘de propiedad. La burocracia está desprovistá de todos estos rasgos sociales. No tiene un lugar independiente en el proceso de producción y de distribución. No posee raíces independientes de propiedad. Sus funciones se limitan, en lo esencial, a la técnica política del dominio de clase. La presencia de una burocracia, con todas las diferencias posibles en sus formas y en su peso específico, caracteriza a todo régimen de clase. Su fuerza es un reflejo. La burocracia, indisolublemente ligada a la clase económicamente dominante, es alimentada por las raíces sociales de la misma, y las mantiene y cae con ella.”
Para concluir dice algunas páginas más adelante:
“Cuando la burocracia, por decirlo con palabras sencillas, roba al pueblo, nos las tenemos que ver no con una explotación de clase en el sentido científico de la palabra, sino con un parasitismo social, aunque sea a muy gran escala. El clero de la Edad Media es una clase o un estado social, en la medida en que su dominio se apoyaba en un sistema determinado de propiedad, de bienes raíces y de servidumbre. La Iglesia actual no es una clase explotadora, sino un cuerpo parásito. Sería absurddo, en efecto, hablar del clero americano como de una clase dominante particular; no obstante, es indudable que los predicadores de diferentes matices se embolsillan en los Estados Unidos una gran parte de la plus-valía. Por sus rasgos de parasitismo, la burocracia, al igual que el clero, se emparenta conel lumpenproletariado, que no representa tampoco, como es sabido, una clase independiente. (…)
“Un tumor puede alcanzar dimensiones enormes e incluso ahogar a un organismo vivo, pero el tumor jamás puede convertirse en un organismo independiente.”
Trotsky considera pues que hablar, a propósito de la URSS, de un capitalismo de Estado, constituye por lo menos un abuso conceptual. La Alemania hitleriana o la Italia fascista han podido merecer esta caracterización, en la medida en que la burguesía había sido allí políticamente expropiada – por lo demás por sus propios defensores – pero no socialmente expropiada. Es muy diferente la situación en la URSS, sobre todo después del período de colectivización forzada.
Pero caracterizar así a la Unión Soviética y a la burocracia que allí detenta el poder, no impide en absoluto pensar que cumple en el mundo un papel de conservación social y de reacción política, con el fin de perpetuar su propia existencia y de reproducir las condiciones que le permitieron nacer.
1. El núcleo del debate
Debe quedar claro que el concepto del modo de producción es un instrumento teórico y que ninguna formación social concreta, históricamente situada, puede reducirse a un modo de producción puro. Cada una combina, por el contrario, diferentes modos de producción que se disputan la hegemonía. Es perfectamente sabido que Lenin distinguía, en la formación social rusa después de la toma del poder, cinco principales formas económicas entrelazadas: la economía campesina patriarcal, la pequeña producción mercantil, un sector capitalista privado, un sector capitalista del estado, y un sector socialista.
La cuestión que se plantea ahora es la de saber cuál es el modo de producción dominante, el que da el tono a los demás.
Para responder a esta cuestión, en lo que se refiere a la Unión Soviética, hay que estudiar primero qué es lo que constituye el motor principal de la acumulación. ¿Es la competencia entre productores independientes unos de los otros, que buscan el. beneficio máximo, y cuyo resultado son desplazamientos de capitales hacia las regiones donde una mano de obra barata permite un índice elevado de beneficios, con la consiguiente anarquía en la estructura del empleo, cuya utilidad social de trabajo no se reconoce más que a posteriori, por el veredicto del mercado, es decir, no siempre?
¿O bien se trata de un plan de acumulación social centralizado, organizando a priori, en función de objetivos centralmente definidos, la división social del trabajo?
Esta es la cuestión fundamental. Responder a ella por la segunda hipótesis, no prejuzga la fuerza del poder político ni significa al mismo tiempo que esta planificación sea democrática. Ni, con mucha mayor razón, que este sistema carezca de toda tensión social. Pero entonces se trata de buscar las contradicciones allí donde realmente existen.
Existe en primer lugar la contradicción entre la forma socializada de la parte más importante de la producción, y la perpetuación de las normas burguesas de distribución. En efecto, mientras que los principales medios de producción, desprovistos de su forma de mercancía, son fabricados directamente como valores de uso, durante el tiempo que exista penuria, los bienes de consumo siguen siendo una mercancía. La penuria de valores de uso prolonga pues, en este plano, la existencia de valores de cambio y la necesidad de un equivalente monetario. El mantenimiento de estas normas de distribución favorece el giro parasitario operado por la burocracia. Pero se trata siempre de parasitismo, en el sentido de que se trata de la extensión de privilegios de consumo, y no de la cristalización de unas relaciones sociales que se reproducirían automáticamente, como las relaciones capital-trabajo. A diferencia del capital, la burocracia tiene necesidad, para reproducirse, de la intervención política y policial del Estado, que garantiza sus privilegios.
Existe después la contradicción entre el plan y el mercado. No se trata aquí de técnicas económicas cuyos méritos respectivos pudieran sopesarse, sino de la condensación de relaciones sociales. Queda abierta la alternativa entre la consolidación del plan y la restauración del mercado; pero no puede ser trazada por simple evolución gradual, porque cada rama de la alternativa se apoya en el refuerzo o la reaparición de relaciomes sociales determinadas, de clases sociales definidas. Para decirlo con otras palabras, es una alternativa que todavía debe se trazada por la lucha de clases a escala nacional e internacional.
Nos contentaremos con citar extensamente a este respecto un artículo de Ernest Mandel sobre “Las inconsistencias del capitalismo de Estado”:
“Así pues, las reformas económicas tienen que desencadenar un conflicto constante entre el plan y los bur6cratas que administran las unidades de producción. El antiguo conflicto se centraba esencialmente en la asignación de los recursos (los burócratas sobrevaloraban sistemáticamente las necesidades de las empresas en cuanto a los trabajadoras, a materias primas y a máquinas, y subestimaban sistemáticamente la capacidad de producción de las propias fábricas). El conflicto nuevo se centrará en el poder de decisión. Los directores de empresa reclamarán el derecho a emplear o despedir a los obreros según mejor les parezca. Solicitarán el derecho a “negociar” los salarios (regionalmente, localmente e incluso por ramas o por empresas) según las “condiciones del mercado de trabajo”). Solicitarán el derecho a conservar la mayor parte del “beneficio” de “su” empresa, para ser reinvertido en la misma. Reclamarán que una parte creciente y específica de las inversiones sea realizada por ellos mismos, en forma autónoma, en el seno de “su” empresa. Demandarán sobre todo el poder determinar libremente los precios de los productos que “venden”, de la manera que les parezca más adecuada (es decir, según los imperativos del “mercado”), Y los “planificadores” se opondrán evidentemente con todas sus fuerzas a todas estas reivindicaciones, que se oponen a los principios elementales y a las necesidades de la planificación central.
“Supongamos por un instante que los directores de fábrica hayan obtenido satisfacción en sus reivindicaciones, y que conquistarán gradualmente estos derechos suplementarios ¿cuál será el resultado final de este proceso? En este caso, tendremos evidentemente que tachar las comillas puestas en torno a las palabras “mercado”, “comprar” y “vender”. Cuando cada fábrica decida sus propias inversiones, esforzándose por establecer sus propios precios y negociando sus propios salarios, se convertirá en una firma independiente, y el mercado “arbitrará” entre estas empresas, y Jará origen a precios que ya no serán determinados por el plan, sino que serán el resulta do del juego de fuerzas en el mercado. En este caso, el capital migraría de los sectores menos beneficiosos hacia los sectores más beneficiosos. Ya no sería el plan , sino que sería este flujo y reflujo de capitales el que determinaría las líneas generales del crecimiento de la economía. Cada vez más firmas encontrarían -más beneficio en exportar sus productos que en venderlos en el mercado interior, y establecerían relaciones directas con las empresas extranjeras, que venderían igualmente, en medida creciente, en el mercado ruso, y exportarían capitales hacia este país. El crecimiento de inversiones autónomas por las empresas desembocaría inevitablemente en una sobreinversión, que una economía de mercado no podría corregir más que a través de crisis periódicas de sobreproducción y de paro…
“En este caso, evidentemente, la economía soviética se habría convertido en una economía capitalista, que todo el mundo, incluso Mandel, tan dogmático y miope, reconocería como tal.
Pero ¿no sería ésta una “economía capitalista de Estado”? Todo el proceso comenzó porque los ingresos de los directores de fábrica quedaron ligados al “beneficio” de la empresa, y por que estos directores recibieron así un potente estímulo económico para aumentar dicho “beneficio” a través de sus propias decisiones (es decir, estableciendo su control sobre la mayoría de las decisiones de las. cuales depende el beneficio). Pero si consiguiesen realmente llegar a este punto, tendrían un estímulo aún más potente para quedar ligados a “sus” fábricas para el resto de sus días, y a transmitir estos “lazos” a su hijos y familias. Se imagina entonces fácilmente cómo se sentirían lesionados si, después de haber conseguido transformar una fábrica en una firma “rentable”, fuesen trasladados a otra fábrica que funcionase con pérdidas (con todas las pérdidas de ingresos que esto significaría para ellos!). Todo este proceso no puede desembocar por lo tanto más que en una reintroducción de la propiedad privada. Y mucho antes de llegar al punto final de este proceso, éste se vería incluso acelerado por el establecimiento de lazos con empresas extranjeras particulares, con la compra de villas en las costas o de casas de verano enla montaña, en el extranjero, abriendo cuentas en bancos extranjeros, y por la utilización de estas cuentas bancarias para realizar “inversiones beneficiosas” (es decir, compra de acciones y de obligaciones extranjeras)5.”
2. El revisionismo moderno
Recientemente, el revisionismo dió algunos pasos difíciles con la publicacion del libro de Bettelheim, Calcul économique et formes de propieté; es imposible tratarlo aquí a fondo, porque el vicio esencial de este libro no se refiere a sus aspectos económicos, sino al conjunto de la revisión metodológica con la cual procede. Participa en la tarea de vulgarización estructural-positivista, a la cual Althusser. y algunos de sus condiscípulos en teoría académica están sometiendo al marxismo desde hace algunos años.
Aquello que en el libro de Bettelheim nos interesa no obstante particularmente, es que muestra con claridad sorprendente y por medio del absurdo, hasta qué punto la discusión sobre la URSS no debe ser abandonada en manos de los economistas. Es el conjunto de la teoría, no aquello que la universidad burguesa llama una disciplina, lo que se moviliza con este debate. Por esta razón, y antes de entrar en sus detalles en un próximo artículo, nos contentaremos aquí con mencionar lo que nos parece ser esencial de la revisión metodológica.
Desde un principio, Bettelheim aplica en forma indiferente los conceptos elaborados para el análisis de la sociedad capitalista a la sociedad en transición. Trata así dos estructuras socialmente distintas, como un medio homogéneo en el cual los mismos conceptos pueden ir y venir, sin transformarse en sus relaciones con la realidad. Así, la pirámide de órganos económicos, sociales y políticos sigue siendo simétrica antes y después de la toma del poder por el proletariado. Por consiguiente, si el primer paso de la revolución proletaria se define por la conquista del poder político, como clave de su emancipación económica y social, la desposesión del poder político parece significar para Bettelheim un simple retorno a la situación anterior, es decir al capitalismo. Sin que se tenga en cuenta una posible inadecuación entre poder político y relaciones sociales.
Seguidamente se observa en Bettelheim una tendencia varias veces reafirmada, a concebir el renacimiento de las relaciones de producción capitalistas en la URSS como el resultado de haber mantenido a la empresa como unidad de producción y como resultante de una determinada forma de estado. Estas estructuras tendrían el papel de matrices que engendran y reproducen las relaciones de explotación capitalista. Una vez más aparece aquí una fuerte deformación estructuralista, que hace nacer las relaciones de clase de unas unidades básicas de producción, y no del conjunto estructurado de las relaciones sociales, articuladas sobre el modo de acumulación y el contenido de clase del poder político.
Todo esto no resulta nada sorprendente, si se considera que la postura de Bettelheim participa a la vez de un voluntarismo ideológico pedido más o menos en préstamo a la corriente maoista, de una fetichización del saber científico, marginado de la historia por lo que Althusser llama, siguiendo con ello a Bachelard, una “ruptura epistemologica”. Voluntarismo y positivismo constituyen por lo demás en este caso una pareja lógica, en la misma medida en que el poderío absoluto de la ciencia (en este caso el cálculo económico concebido como proyecto), está destinado a resolver las contradicciones sociales, que son bien reales, y a paliar las impotencias de una política que, a falta de ser revolucionaria, necesita de la coartada de la ciencia para cubrir sus desviaciones oportunistas. En esta vía, Bettelheim, predicador de la dirección maoista después de haberlo sido de la dirección estaliniana del PCF, y Althusser, que jamás rompió sus ligazones iniciales, se dan justamente la mano, En cierto modo por encima de la historia, sin duda alguna, en el campo del marxismo académico.
3. El criterio de la práctica
Para eliminar toda desviación formalista en el debate sobre la naturaleza de la URSS, Trotsky ha explicado varias veces que el último criterio de enjuiciamiento sería el acuerdo o el desacuerdo en relación con las tareas políticas. Así por ejemplo, sería conveniente luchar de acuerdo con los militantes que califican a la URSS de sociedad “capitalista de Estado”, con la condición de que exista acuerdo sobre el programa de la revolución en la URSS misma. Del mismo modo, si Modzelevsky y Kuron definen en su “Carta abierta al partido comunista polaco” a la burocracia como una clase, no existe ya divergencia de fondo entre el programa que avanzan y el que fue formulado en el programa de transición, a en los textos del V° Congreso de la IV° Internacional.
En su programa, Modzelevsky y Kuron insisten en la prioridad de la organización de la clase obrera en forma de consejos obreros, en el pluralismo de partidos que se reclaman del socialismo, en la supresión de la censura preventiva, en el derecho de huelga y en la independencia de los sindicatos en relación con el Estado, en la representación de los campesinos a escala nacional. El programa elaborado por el congreso mundial de la IV° Internacional reivindica la libertad de organización para todos los partidos que se sitúen dentro del marco de la legalidad soviética, la libertad de prensa y de reunión, la disolución de los órganos permanentes y secretos de seguridad interior, la elección y la revocabilidad mediante escrutinio secreto de los representantes políticos, la limitación de los sueldos de funcionario, el armamento general de los trabajadores, la distinción entre Estado y partidos, la gestión de las empresas en el marco del plan por los consejos obreros, la garantía del derecho de huelga… No aparece pues por aquí diferencia alguna de fondo en lo que se refiere a los objetivos centrales de la revolución en la URSS y en las democracias populares, que constituyen la esencia de lo que nosotros llamamos programa de la revolución política.
Consideremos en cambio las posiciones políticas publicadas por el grupo “Revolution”, no en razón de la importancia propia de este grupo, sino porque se esfuerza en concretar sobre el terreno político las posiciones teóricas de Bettelheim, que prefiere en general comentar lo que está pasando en este terreno, desde el banco del observador “económico”.
En su texto sobre el estalinismo, “Revolution” caracteriza a la burocracia como una clase, cuidándose no obstante de precisar: “El dominio que esta clase ejerce sobre las relaciones de producción es directamente político, es decir, directamente estatal. (…) Ha conquistado el poder en el interior de la dictadura del proletariado, y su dominio ha sido desde un principio, político.” Es una curiosa aplicación, decididamente, de la noción de clase social: una clase cuya única característica reside en el ejercicio del poder político, y que está llamada a crear totalmente de nuevo sus bases sociales – después del golpe. Y con qué dificultades, puesto que “debe fundar su poder en forma estable y automática, a nivel de las relaciones de producción”; para conseguirlo debe “ir hacia la reconstitución de relaciones de producción de tipo capitalista, y por lo tanto, si no hacia su propia desaparición, al menos hacia su desplaza miento y su recomposición”. Este verbalismo bastante impreciso atestigua las dificultades en las cuales se enreda uno cuando pretende dar a cualquier precio una coherencia de clase a una capa social cuyo carácter irreductiblemente inestable, transitorio y contradictorio, se basa fundamentalmente en que no inserta sus raíces en el centro de las relaciones sociales, sino que se perpetúa tan sólo por su incrustración parasitaria en el poder político. Por esto nosotros consideramos mucho más claro definir a la burocracia como a una casta.
Pero más allá de las definiciones, la posición de los camaradas de “Revolution” les lleva a incoherencias prácticas. Ellos dicen, en efecto: “Si hacemos nuestras las consignas democráticas para estos países, diremos que en la fase actual se disponen a profundizar la inestabilidad fundamental de la clase dirigente;” Y más adelante avanza la perspectiva de un “frente con la democracia liberal (tecnócratas) en pro de las libertades políticas …”
En la perspectiva de la revolución política, la revalorización de las reivindicaciones democráticas es perfectamente coherente, puesto que la neta de esta revolución es la estructuración y el fortalecimiento en el ejercicio del poder político, y no la modificación de las relaciones sociales. En cambio si la URSS se define como un estado capitalista, hay que precisar el significado de clase que tienen las reivindicaciones democráticas. Dado que la burguesía liberal clásica jamás ha podido consolidarse allí, no puede tratarse por lo tanto de proponerle una lucha común avanzando consignas democráticas que la clase en el poder no podrá ya satisfacer. Al contrario, los camaradas describen las reformas económicas del tipo Liberman-Trapeznikov o de Ota Sik como participantes en un proceso de restauración del capitalismo clásico. Con una óptica así las reivindicaciones democráticas constituirían estrictamente la parte política de la liberalización económica. Hacer suyas, por lo tanto, las consignas democráticas, no significaría otra cosa que afirmar en la práctica que la burguesía liberal clásica está llamada a jugar un papel históricamente más progresista que la que los camaradas de “Revolution” llaman, entre otras cosas, “la burguesía de Estado”. De ahí a reafirmar las tesis menchevique-estalinianas sobre la revolución por etapas y a considerar la misma Revolución Rusa de 1917 como un error imputable a la impaciencia utópica de Lenin y de Trotsky, no habría más que un paso, que el pudor revolucionario se niega a franquear, mientras que la lógica de la razón incita a ello. Otros puristas intransigentes se han mostrado por lo demás recientemente más atribulados aún. Este es principalmente el caso de Alain Gillerm, que al publicar en Cahiers Spartacus un folleto sobre el luxemburguismo de nuestros dias, llega a decir que la Revolucion Rusa “no podía no degenerar tal corno lo hizo”, lo cual viene a dar la razón a aquellos que están siempre dispuestos a capitular ante la fuerza de las cosas y poner con ello la historia concreta entre paréntesis.
En el plano internacional, las posiciones de “Revolution” hallan sus prolongaciones lógicas. En caso de conflicto entre China y la URSS, apoyo incondicional a la china Roja. Tendría uno derecho a preguntarse hoy día si un apoyo tal debe extenderse a los sistemas de alianzas, porque en este caso habría que apoyar a Pakistán contra la India… O bien habría que preguntarse por las razones de la política diplomática de China, lo cual además exigiría aún una caracterización de la dirección china y de sus contradicciones, que la cualificación lírica de China Roja no consigue apenas esquivar. Dentro de la misma lógica, los camaradas de “Revolution” piensan que en caso de conflicto entre la URSS y el imperialismo “la postura de los revolucionarios es la sedición revolucionaria”. “Postura a matizar”, añaden entre paréntesis, para dejar rugar a la incertidumbre y a la vergüenza.
Así pues, no existe un error teórico fundamental que pueda considerarse políticamente gratuito. Y la práctica aclarara en última instancia algún día con mayor crudeza, los matices y las divergencias que parecían conciliables sobre el terreno de una determinada teoría, que no es ciertamente la nuestra.
Esto es lo que hemos querido ilustrar al poner en evidencia el hecho, para nosotros seguro, de que se trata principalmente y antes que nada de un debate estratégico sobre el contenido de clase y las contradicciones de la revolución socialista en nuestra época. Es por esto que no concebimos que se pueda disociar en último análisis, este debate de aquel otro sobre la revolución permanente; ni que se pueda separar, por comodidad “teórica”, una sociedad viva de la historia sobre la cual se ha constituído.
Separar con escalpelo el materialismo histórico del materialismo dialéctico, la sociedad de la historia, la economía de la lucha de clases, es propio de profesores y de ideólogos estalinianos. Entenderse al menos sobre este punto, que es fundamental, nos permitiría situar la discusión en un terreno mucho más fecundo, que es el de la elaboración de una estrategia revolucionaria por medio de las fuerzas vivas que la ponen en práctica.
VI. El ascenso do la revolución política
El debate sobre la caracterización de la URSS no puede ser decididamente uno argumentación académica. Es mil veces más eficaz abordarlo bajo el ángulo do tareas políticas prácticas. Ahora bien, si en la época en que Trotsky elaboraba el programa de transición, la noción de revolución política todavía podía aparecer como un objetivo lejano y bastante abstracto, los veinte últimos años de historia real so han encargado ampliamente de darle un contenido vivo. De las experiencias de Berlín. Este en 1953, de Polonia y Hungría en 1956, de Checoslovaquia en 1968 y nuevamente de Polonia en 1970, emergen las líneas de fuerza de la revolución política.
El levantamiento obrero en Berlín. Este en 1953 constituye el primer ascenso importante de la revolución política. La guerra fría había reclamado de la burocracia una intensa política de rearme, que se traducía por la colectivización forzada de la tierra y la prioridad absoluta acordada a la industria pesada. El resultado de ello fue una penuria sensible y la huída al oeste de las clases medias, con lo cual se agrava la desorganización de la distribución. Después de la muerte de Stalin, el “nuevo curso” de la burocracia en la RDA consistía más que nada en hacer concesiones a la pequeña burguesía y a las clases medias, al precio de una agravación creciente de las condiciones laborales de la clase obrera; las normas se aumentaron entonces en 10%. Desde entonces, en lucha contra el trabajo al destajo los obreros de la construcción fueron los primeros a ponerse en acción mediante huelgas y manifestaciones. Su movimiento se convirtió rápidamente en una mancha de aceite, arrastrando a los bastiones obreros tradicionales, como los de la fábrica Leuna de Merseburg, viejo centro del movimiento obrero alemán. El contenido de clase de este movimiento se revela claramente a través de las declaraciones de sus líderes espontáneos (“los verdaderos comunistas somos nosotros…’), pero en forma más demostrativa aún a través de las iniciativas que tomaron. Por ejemplo, los huelguistas de Berlín Este lanzaron una llamada a todos los trabajadores del Gran Berlín para unirse a su lucha. Esta llamada va dirigida a la extensión y a la profundización de la revolución en toda Alemania, sin que ningún contrarrevolucionario o burócrata adherido al status-quo lo hubiera previsto. Ante un tal movimiento de masas, la burocracia política central se divide en cuanto al mejor medio para canalizarla, y hace determinadas concesiones en relación con la organización del trabajo.
En 1956, el Octubre polaco se inscribe en el contexto político de la desestalinización. En primavera, los obreros de la fábrica de Poznan entran en lucha con las normas de trabajo; la burocracia, desbordada, ha hecho disparar sobre los manifestantes; algunos de ellos han sido arrestados. Un gran movimiento de indignación subleva a la población. El proceso de los amotinados de Poznan, a diferencia clásica de los procesos estalinianos, finalmente se transforma en verdadero proceso a la sociedad burocrática. Si se considera lo que pudo publicar muy oficialmente desde el 29 de Abril la revista Nova Kultura, en forma de llamamiento al 1° de Mayo, puede imaginarse mejor qué olas de fondo sacuden en aquel entonces a Polonia y a su clase obrera, rica en una gloriosa tradición de lucha:
“El 1° de Mayo estaliniano, es el 1° de Mayo acostumbrado de la Polonia popular”? Esto es, conjuntamente, la revolución y la contrarrevolución. Los obreros al lado de los ladrones que les roban impunemente. Los viejos revolucionarios con los pequeños conformistas de la juventud comunista. Los devotos de la Santísima Virgen con los devotos del culto a la personalidad (…) “La revolución nos ha dotado de un aparato completo de gobierno. Ha cubierto con el mismo a todo el país, ha colocado a miliares de personas, todas interesadas en salvaguardarlo y reforzarlo. Jamás controlado por las masas y suprimiendo muy pronto con suma habilidad todo medio de control, este aparato ha degenerado; ha formulado él mismo sus principios y ha definido sus propios objetivos; se ha rodeado de una policía que le es devota, que defiende los intereses de la casta oficial; ha producido su propia mitología en torno a una fé ya un jefe infalible; ha formado sus propias alianzas de clase mediante una combinación entre la casta oficial y las profesiones privilegiadas; ha derivado su propia estética de la versión shdanoviana del realismo socialista. Lo único que le falta a los privilegiados del sistema es la hereditariedad material y nobiliaria. Esta casta ha sido un elemento antiprogresista, y sus intereses eran contrarios a los de los trabajadores. (…)
“Esto que está pasando entre nosotros (ahora) es una revolución. Hay que inscribir en las pancartas del primero de Mayo las siguientes consignas:
– “El poder a los obreros y campesinos, que sus votos sean decisivos para la administración de la industria y en la lucha por una nueva agricultura”.
– “El poder al pueblo, con nuevos consejos nacionales dota dos de poder efectivo, en una forma totalmente democrática”.
– “El respeto de la ley, una libertad completa de palabra y de discusión, una jurisdicción independiente, el respeto a la Constítución”.
– “El estandarte rojo de la clase obrera y su himno consus palabras: “Toma lo que te es debido, conforme a tu propia ley, y busca tu salud en tu propia voluntad!”.
Un auténtico movimiento de masas nace en efecto de las fábricas. Al pasarse masivamente las milicias al lado de los trabajadores, vacila primero y recula después la dirección soviética, que después de un viaje de Jruschov, renuncia a hacer intervenir directamente a las tropas del mariscal Rokosovsky. Frente al ascenso de las masas el partido comunista polaco se muestra dividido, y Gomulka, encarcelado bajo Stalin y recientemente liberado, juega un papel de árbitro que le vale una considerable popularidad. Al igual que en la RDA. En 1953, el partido comunista se ha dividido en la prueba. A diferencia de lo que pasó en Yugoslavia sin embargo, el movimiento ha partido esta vez realmente de la base. No obstante, la ausencia de una vanguardia, aunque fuese poco organizada y preparada, constituye la mayor debilidad de un movimiento que ha llegado a los limites extremos de su entusiasmo espontáneo. Seguirá siendo no obstante, una de las más importantes experiencias de autoorganización de los trabajadores, cuyo efecto se encontrará en las luchas do 1970 y cuya profundidad ha sido desde entonces subrayada justamente por el redactor de Prostu:
“Todo esto rebasa evidentemente el marco puramente económico. No se pueden ni siquiera definir estos fenómenos como “trasfondo político de consignas económicas”, porque se trata simplemente de una política pura, y no de un aspecto táctico, sino de un aspecto estratégico, que afecta al problema político decisivo: se trata del problema del poder. La clase obrera, desplazada a un segundo plano durante la época estaliniana por el aparato burocrático, que se había alienado de la sociedad, exige ahora una participación directa en el poder, y tiende la mano hacia él como hacia una cosa que le pertenece, tomando en sus manos, como debe hacerlo, su destino.
“Estas propuestas, a primera vista modestas, de autogestión de las empresas, contienen una dinámica formidable. El fondo de la cuestión está encerrado en ellas como en una semilla, y el que no comprenda esto no comprenderá la tendencia de evolución fundamental que existe en todo el país.
“Cuando los elementos reaccionarios y burocráticos consiguen parar este proceso en una fábrica, en una ciudad o un distrito, el fermento pasa a otra fábrica, a otra ciudad u otro distrito, hasta que todas las cadenas burocráticas hayan saltado.”
El movimiento húngaro fue más repentino y brutal que el movimiento polaco. Hay varias razones para ello, por un lado, la diferencia de tradiciones en el movimiento obrero: después de la derrota de Bela Kun, éste había estado reducido la mayor parte del tiempo a la clandestinidad, lo cual no había favorecido en nada la educación a gran escala de la clase obrera, pero tampoco había permitido que pudiera ser penetrada en profundidad por el estalinismo; la personalidad de Imre Nagy, ligado al nuevo curso de 1953, seguía siendo muy popular. Finalmente, el círculo Pétöfi jugaba un papel nada despreciable de fermento intelectual.
El 23 de Octubre, una manifestación compuesta en su origen esencialmente por estudiantes, pasó a última hora de la tarde, con el refuerzo de los trabajadores, de 10 000 a 200 000 personas, reclamando una política nacional independiente, la revisión de los tratados comerciales, la amistad con la URSS sobre una base de igualdad, las fábricas para los trabajadores, la libertad para los campesinos, un cambio de dirección en el partido y elecciones libres y secretas.
La aparición de consejos obreros, la adhesión al movimiento de partes importantes del ejército húngaro desaconsejan, al igual que sucedió en Polonia, la intervención soviética y llevan al retorno de Nagy al poder. Pero la actitud atentista de este último, su desconfianza burocrática hacia la organización de las masas, dan a la dirección soviética, sorprendida, el tiempo de reponerse. El 4 de Noviembre, las tropas soviéticas entran nuevamente en Hungría, para llevar al poder al equipo Kadar, preparado entretanto. Los trabajadores húngaros oponen entonces una resistencia política y militar que lleva el movimiento a su más alto nivel de madure, como lo atestiguan los documentos adoptados por los consejos obreros, del 11° distrito de Budapest, y por el consejo central obrero de Budapest publicamos aquí.
Resolución de los consejos obreros del distrito 11° de Budapest Budapest,
12 de Noviembre 1956
Los representantes de los obreros de de las fábricas del distrito 11° han decidido unánimemente que, en interés de la construcción socialista de Hungría y del porvenir del pueblo húngaro, están dispuestos a reanudar el trabajo en las condiciones siguientes:
1. Subrayamos expresamente que la clase obrera revolucionaria considera que las fábricas y la tierra son propiedad del pueblo trabajador.
2. El parlamento obrero reconoce al gobierno Kadar como parte negociante, con la condición previa de que se reorganice con el fin de asegurar su legalidad, para responder así a la voluntad del pueblo.
3. El pueblo ha otorgado su confianza a los consejos de trabajadores para asegurarse de gue’la voluntad del pueblo será finalmente realizada. Exigimos una ampliación de las atribuciones de los consejos obreros, así como su confirmación por parte del gobierno, en los campos económico, cultural y social.
4. En interés del mantenimiento del orden y del restablecimiento de la paz, exigimos que se fije un plazo para celebrar elecciones libres. En las mismas no podrán participar más que los partidos que reconocen y han reconocido siempre el orden socialista. Este orden se basa en el principio de que los medios de producción pertenecen a la sociedad.
5. Exigimos la liberación inmediata de los miembros del gobierno Imre Nagy que han sido elegidos por la revolución: del mismo modo exigimos la liberación de todos los combatientes por libertad.
6. Exigimos el establecimiento inmediato de un cese-el-fuego, así como la retirada de las tropas soviéticas de Budapest, dado que las autoridades húngaras pueden asegurar el orden con ayuda del poder obrero. Exigimos además que el gobierno húngaro inicie negociaciones para la retirada gradual y ordenada de las tropas soviéticas fuera del territorio húngaro, tan pronto como los trabajadores hayan reanudado el trabajo, y que la opinión pública sea informada de la marcha de estas negociaciones.
7. La policía debe ser reclutada entre los obreros de fábrica sinceros y las unidades del ejército leales al pueblo.
8. Se solicita que los puntos arriba mencionados sean publicados por el gobierno, por medio de la radio y de la prensa.
Conclusión: empezaremos a trabajar inmediatamente en la reconstrucción, así cono para asegurar el aprovisionamiento del pueblo y a restablecer sus medios de transporte; pero no tomaremos en consideración otras tareas más que después de habernos sido reconocidas nuestras reivindicaciones y puestas en prácica las mismas.
Budapest, 14 de Noviembre 1956
Hoy, 14 de Noviembre de 1956, los delegados de los consejos obreros de barrios han formado el consejo central obrera del Gran Budapest. El consejo central obrero ha recibido poderes para negociar, en nombre de los obreros de todas las empresas situadas en el territorio de Budapest, y de decidir el paro o la reanudación del trabajo. Proclamamos nuestro riguroso respeto a los principios del socialismo. Consideramos que los medios de producción son una propiedad colectiva que estamos siempre dispuestos a defender.
1. Nosotros, los obreros, estimamos que el restablecimiento de la calma y del orden exige la atribución de la dirección a una personalidad que goce de la confianza del pueblo. Proponemos por lo tanto que el camarada Imre Nagy asuma la dirección del gobierno.
2. Protestamos contra el hecho de que en el seno de los nuevos órganos de seguridad se nombren a los miembros de antiguos servicios de seguridad del estado (AVH). Queremos que los hombres que constituyan estos nuevos organismos de seguridad sean reclutados entre los jóvenes revolucionarios, los miembros de la policía y del ejército que sigan fieles al pueblo y los obreros de fábrica. El nuevo organismo de seguridad no puede en ningún caso asegurar la defensa de intereses de partido o de particulares.
3. Exigimos que se garantice una libertad absoluta a todos aquellos que luchan por la libertad, entre otros a Pâl Maléter y a sus camaradas. Exigimos la liberación de todos los detenidos actuales.
4. Exigimos la retirada rápida de las tropas soviéticas, con el fin de reforzar la amistad entre nuestro pais y la URSS. Debe sernos garantizada la posibilidad de una reconstrucción pacífica de nuestro país.
5. Reivindicamos que la radio y la prensa no difunda más informaciones que no correspondan a los hechos.
6. Mientras no sean satisfechas nuestras exigencias, no permitiremos más que el funcionamiento de las empresas indispensables para asegurar la vida cotidiana de la población. Los trabajos de mantenimiento y de reconstrucción no serán proseguidos más que en la medida en que respondan a las necesidades inmediatas de la economía nacional.
7. Exigimos la abolición del sistema unipartido y el reconocimiento exclusivamente de partidos elle se basen en el socialismo.
Un octavo punto de esta resolución anunciaba que el trabajo no sería reanudado más que una vez satisfechos los demás puntos. Pero el desarrollo desigual del movimiento a escala nacional, la desorganización de la vida social por la parálisis de la producción, arrastró consigo contradicciones que en el contexto internacional de entonces, una vanguardia nacida de la lucha, sin raíces históricas ni teóricas, no podía vencer, Los trabajadores tuvieron que aceptar finalmente la reanudación del trabajo, ante el temor de que la división rompiera sus propias filas.
Más cerca de nosotros, la primavera de Praga, donde la movilización contra la censura tuvo un papel decisivo, la lucha de los trabajadores polacos en el Báltico, para los cuales las reivindicaciones políticas de independencia de los sindicatos en relación con el Estado, de separación entre partido y Estado, de reducción en la jerarquía de salarios, pasaban por delante de la reivindicación de la semana de cinco días, ofrecen nuevas indicaciones sobre el contenido de la revolución política. Del mismo modo, durante la revolución cultural en China, cuando la burocracia se esforzaba, gracias al ejército principalmente, por conservar el control del movimiento, la aparición de grupos tales como del 16 de Mayo, aunque mal conocido, nos proporcionan datos útiles. En efecto, en su libro sobre la revolución cultural, Jean Daubier cita los textos oficialmente publicados por los dirigentes del grupo, en la época en que ocupaban un lugar muy importante en el colectivo encargado de la revolución cultural, particularmente los textos donde reclaman el armamento de las masas, para que el movimiento de crítica pudiese alcanzar al ejército mismo.
De todas estas experiencias resalta un rasgo distintivo de las movilizaciones obreras, en relación con las movilizaciones obreras en los países capitalistas. De entrada, e incluso donde la vanguardia es muy débil o casi inexistente, las reivindicaciones políticas aparecen en ellas como prioritarias, en relación con las reivindicaciones salariales, por ejemplo. La atención se centra espontáneamente en la forma del poder político (censura, supresión de policías especiales, autonomía del sindicato en relación al Estado, separación entre partido y Estado) y de los órganos de gestión en la empresa. Espontáneamente vemos resurgir formas de organización de la clase tales como los consejos y las milicias. A menos que se vea en ello una simple coincidencia, hay que admitir por fuerza que las raíces sociales de estas movilizaciones son bastante diferentes de las raíces de las movilizaciones anticapitalistas que conocemos. En lugar de poner en duda las relaciones sociales fundamentales, basadas en la apropiación colectiva de los medios de producción, lo que hacen es reafirmar su ligazón y aportan todo su esfuerzo contra la confiscación del poder político. De esta forma se han actualizado, concretizado y enriquecido en la práctica los ejes de la revolución política avanzados por Trotsky en el Programa de Transición, y desarrollados por la IV° Internacional en las resoluciones de su V° Congreso mundial.
Ediciones Rojas n° 32, España, 1977
Traducción del artículo publicado en la revista francesa “Critiques de l’économie politique”, n° 7-8, 1972
www.danielbensaid.org
Documents joints
- Memoires d’un bolchevik-léniniste, Edición Maspero, colección libros “Rouge”.
- Boletín de la New Chine News Agency, del 2 de Octubre de 1950
- Pour une paix durable…
- Estaciones de tractores y máquinas, propiedad del Estado.
- Ernest Mandel, The Incosistencies of State Capitalism, IMG Pamphlet, Londres, 1969, p.14-15