La burguesía ha hecho del terrorismo un pretexto para reforzar su arsenal represivo. No hay que extrañarse: esa es su tarea. La nuestra, es no dejarle las manos libres. Pero para eso es necesario todavía aclarar el problema del terrorismo en el seno del mismo movimiento obrero y de la vanguardia revolucionaria. Desafortunadamente ante este problema se han inventado muchas respuestas evasivas, muchos “si, pero…”, muchas escapatorias y pre tensiones diversas que ocultan las cosas y permiten disimular las tareas reales.
El terrorismo “dispuesto a todo”
La noción de terrorismo se aplica indistintamente a muchas cosas diferentes. Burgueses y reformistas especulan sobre esa ambigüedad. El terrorismo puede ser una orientación política. La orientación de aquellos que creen transformar la sociedad al decapitar el gobierno o el estado mayor. Nosotros sabemos que la burguesía encontrara siempre nuevos defensores y propagandistas mientras que ella permanezca dueña de los medios de producción. Es de allí que ella extrae su fuerza: al explotar a los trabajadores, ella los embrutece, y al esforzarse por dominarlos, les enseña la sumisión. Con el capital extraído del trabajo obrero, la burguesía puede comprar los generales aburguesados que necesita. Es por eso que solo un movimiento de masas que quiebre su estado y expropie a la burguesía, puede poner fin a su dominación.
El terrorismo actualmente
¿Y actualmente? La burguesía se preocupa por el terrorismo a nivel mundial. Es que de hecho existe una dimensión planetaria: de Irlanda a América Latina, de España al Quebec, de Palestina al Japón. Para orientarnos, los clásicos del, marxismo nos serán útiles bajo la condición de no esquivar la especificidad del fenómeno.
La crisis aguda del imperialismo favorece el nacimiento y el desarrollo, a escala de masas; de nuevas vanguardias revolucionarias. Esas vanguardias, cuando buscan echar raíces en el movimiento obrero que ellas conocen o sienten como la única fuerza capaz de terminar con la crisis, chocan con el caparazón burocrático de los socialdemócratas y de los estalinistas, Así, es lógico pensar que la estrategia del IRA seria otra si hubiera encontrado desde el principio el apoyo internacionalista de un movimiento obrero revolucionario cualitativamente más poderoso, en Gran Bretaña. Una situación análoga se produce a nivel mundial: en Ceilán, el JVP ha sido golpeado por la burguesía con el apoyo de la URSS, de la China y de Gran Bretaña, en lo que se refiere a la Resistencia Palestina, es apuñalada por la espalda por la burguesía árabe, con el alivio de las potencias diplomáticas.
Es en esa situación: es decir, en la diferencia que existe entre la madurez de las condiciones revolucionarias y la debilidad de la vanguardia organizada, es que reside el quid de la cuestión. Tal diferencia deja a las nuevas generaciones de militantes revolucionarios, oscilar entre la exaltación revolucionaria y la rebeldía desesperada. Y es esa una situación durable que no se transformara, sino con la afirmación y el refuerzo de direcciones revolucionarias capaces de demostrarlo en la práctica.
De allí viene el terrorismo, pero esto no basta para explicar el apogeo que conoce y que radica en parte en su eficacia inmediata. La burguesía ha perfeccionado su arsenal de represión, para eso ha consagrado capital e investigaciones considerables. Pero mientras tanto, ella orquesta la indignación general, tachando de cobardía la utilización de cartastrampas de los comandos palestinos. Esa misma burguesía y esa misma prensa que nunca calificarán de cobardía al Pentágono cuando dirige los bombardeos con rayos Laser o teleguiados, sobre objetivos civiles vietnamitas, con una efectividad tal que para alcanzar el mismo objetivo a 75 m, más o menos, se necesitarían veinte bombas convencionales. ¿Es que esa misma burguesía califica de cobarde la distribución por helicóptero de millares y millares de “gravel bombs”, especie de pequeñas bolsitas de té que explotan cuando los combatientes o los simples campesinos las pisan? ¿Es que ella condena como cobarde la fabricación de bombas de explosión especial, con material no detectable por radio, de modo que las heridas no pueden ser curadas?
Frente al desarrollo tecnológico del terror burgués, los militantes revolucionarios saben encontrar sus propias respuestas. Y si ellos tienen éxito es porque el refuerzo de los aparatos estatales y el esfuerzo de la concentración capitalista multiplican los objetivos, al mismo tiempo que el desarrollo urbano ofrece condiciones especiales para los combatientes revolucionarios, Es que los “mass media” transportan cada iniciativa al conocimiento de la opinión mundial, provocan movilizaciones, tomas de posición y propagan los ejemplos. Es porque, por último, los sistemas modernos que se multiplican demuestran su vulnerabilidad, lo que es bajo cierto ángulo, la imagen de la sociedad capitalista en su conjunto.
Construir el partido con fuerzas vivas
La burguesía agita el fantasma del terrorismo para mejor recurrir a las arbitrariedades a las cuales está acostumbrada. Pero el hecho es que existe una nueva generación revolucionaria que busca su vía, que debe responder a los golpes dados y que se puede perder en el terrorismo al confundirlo con la violencia revolucionaria, Los oportunistas ante eso, vuelven la cabeza y se tapan la nariz.
Nosotros debemos por el contrario, mirar las co sas de frente y, repetir lo que Trotski decía de Grynszpan, joven terrorista judío que había eliminado en 1938 a un miembro de la embajada nazi en Paris: “Se puede sacudir la ropa a aquellos que son capaces solamente de rebelarse ante la injusticia y la bestialidad. Pero aquellos que como Grynszpan, son capaces de pensar y de obrar arriesgando su propia vida, son el germen precioso de la humanidad. Desde el punto de vista moral, y no por su acción en tanto que tal, Grynsipan puede servir de ejemplo a todo joven revolucionario”. El sacrificio y energías de esos militantes podrían ser utilizados más eficazmente. Nosotros podemos discutir sobre eso, pero no tenemos derecho a condenarlos, pues su capacidad de encontrar una vía revolucionaria firme y a unirse a las masas trabajadoras, dependerá en buena parte, de nuestra propia capacidad, en tanto que organización revolucionaria, a resolver esos mismos problemas.
En esas condiciones, los actos de violencia minoritaria, actualmente amalgamados bajo la rúbrica general de terrorismo, podrán jugar su papel, como recurso láctico entre otros, dentro de una estrategia de conquista de poder por las masas. De este modo, podemos utilizar plenamente la experiencia y las lecciones de los grupos y militantes que se baten a tientas sin saber economizar sus fuerzas. Ganar a esos militantes a la revolución proletaria es una tarea, ya que las generaciones no son prodigas en militantes de temple, pero para ganárselos hay que comprender su combate.
Los oportunistas sutiles, incluso dentro de la extrema izquierda, no pierden ocasión en señalar los peligros y los obstáculos. A ellos, Lenin respondía ya que los peligros son inherentes a todas las situaciones… si el partido es débil. Existe también el peligro de ver que “todos los medios de lucha son abandonados al curso espontaneo de las cosas y se ven desnaturalizados gastándose y prostituyéndose”.
Las huelgas abandonadas terminan en acuerdos de colaboración de clases, la lucha electoral degenera en politiquería electoralista y la prensa revolucionaria puede convertirse en una simple conmovedora de las conciencias. Por último, el crecimiento mismo del partido puede engendrar la burocracia y la adaptación, bases del reformismo. La conclusión lógica es que no se construye un partido sin riesgos y que… hay que asumirlos.
Los burócratas crónicos y los reformistas vergonzantes hacen coro con la burguesía en la denuncia del terrorismo. Los segundos creen que al poner de rodillas y al utilizar guantes de seda, podrán ahorrarle a la burguesía una revolución cruenta. La denuncia indiscriminada del terrorismo les sirve como coartada a sus capitulaciones pasadas, presentes y futuras. Esas capitulaciones han costa ya más caras en Indonesia o en Grecia que las revoluciones victoriosas en Rusia o en Cuba.
Estas gentes se encuentren muy lejos del lenguaje crudo de Lenin: “El desprecio a la muerte debe extenderse entre la gente y asegurar la victoria.” Y sin embargo, Lenin no era un terrorista desesperado sino un revolucionario consciente y optimista.
Rouge n° 173, 30 septembre 1973 pp. 66-68
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