Marx, el Estado y la política

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El libro de Antoine Artous sobre Marx, el estado y la política1 ataca un vasto y difícil tema. El libro abarca dos de las principales críticas hoy dirigidas a la obra fundadora de Marx: la ausencia de una teoría del Estado, y el carácter incompleto de su pensamiento político.

Se sabe que, en los diferentes planes de El Capital, Marx había inicialmente previsto un último libro sobre el Estado que habría lógicamente coronado los análisis del proceso global de reproducción. El proyecto no fue realizado, no principalmente por falta de tiempo, sino porque el objeto específico de El Capital se encontraba más delimitado a medida que se redactaba. “Por lo tanto, no encontramos en Marx, constata Antoine Artous, una teoría del Estado capitalista que sea el correlato del análisis de las relaciones de producción capitalista efectuadas en El Capital.” Esto deja en suspenso grandes cuestiones, como la relación entre la relación salarial, la forma jurídica y la representación política; o incluso aquella, decisiva, de la burocracia.

La publicación en curso (en Pléiade) de los escritos políticos de Marx atestigua por otro lado la importancia de su aporte concerniente a la política en sus actos y formas críticas: las guerras y las revoluciones. Si hay debilidad, está circunscripta a la dimensión institucional de la política, en particular en la cuestión crucial de la representación. Como escribe Jean-Marie Vincent en su rico prefacio, «Antoine Artous critica las ilusiones en la que creen algunos de que una democracia directa, una brusca epifanía o iluminación de lo social, sería capaz de arreglar los problemas del poder y la política. Demuestra con mucha pertinencia que no podemos minimizar el problema de la representación, a la vez como problema de la relación entre representados y representantes y como problema de lo que está puesto en escena y configurado en la representación

Camino

He aquí el lugar ambicioso al cual Artous se embarcó con paciencia y método. Alcanza con recorrer el índice para mensurar el tamaño del proyecto. La primera parte trata de «la política moderna como abstraccion». A partir de los textos de juventud, aborda el problema del «Estado político separado» y la sumisión de individuos a abstracciones. En este marco, Artous señala con gran claridad y con una gran pertinencia el pasaje de la problemática de la alienación a aquella del fetichismo que tan fuertemente (y tan confusamente) ha agitado el debate marxológico a partir de los años 1960.

La segunda parte, muy importante, está consagrada al derecho como « expresión del modo moderno de producción». En cuanto a la articulación de las relaciones de producción con el Estado, este lugar eminente del derecho es absolutamente lógico. Desgraciadamente, ello es a menudo pasado por alto por la controversia filosófica como demasiado «técnica», aunque existen fuentes importantes, de Pasukanis a los estudios recientes de Jacques Michel, pasando por los trabajos en los años 1970 de la revista Critique du Droit. Artous restituye a estas cuestiones el lugar justo en el pensamiento de lo político, profundizando especialmente en el vínculo entre relación jurídica y relación económica, entre forma jurídica y relación salarial. Una conclusión capital se sigue: «una subestimación del momento jurídico de la emancipación». Esta observación tiene valor de programa de trabajo al momento donde los desastres del siglo obligan a repensar la democracia y donde las metamorfosis aceleradas del derecho (en particular internacional) ponen en evidencia su relación problemática con la esfera de la producción así como a las fuentes de la legitimidad política.

La tercera parte aborda la relación entre «Estado y clases sociales» a partir de una lectura fina del 18 Brumario. Lejos de encerrarse en un análisis sociológico de esta relación, Artous pone perfectamente en evidencia, en Marx mismo y en el contexto político de su siglo, la importancia de las mediaciones políticas, es decir, la manera en la cual la lucha de clases se traduce, con desplazamientos y condensaciones, en la lengua específica de lo político: aquella de las naciones y de los gobiernos. Entra así en las distinciones necesarias entre clase gobernante, clase dominante y clase dirigente, en la elaboración de la noción de bonapartismo y, en fin, en la cuestión de la representación como «producto bien específico de la sociedad burguesa moderna».

La cuarta y última parte conduce a problemas de una evidente (y vibrante) actualidad, «la dictadura del proletariado y la extinción del estado», «el agotamiento del derecho, la socialización del trabajo y la emancipación humana». Artous muestra cómo la idea de un extinción del derecho (como pasaje hacia una simple reglamentación técnica) y del Estado (en provecho de la simple administración de las cosas) cohabita con «el enfoque que hace de la política un momento estratégico clave» en la lucha que conduce hacia la instauración de un nuevo poder y de un sistema representativo «cuestionando la abstracción política moderna con el fin de encastrar (pero no de disolver) la política en lo social». «Todo pasa, precisa, como si la perspectiva de la dictadura del proletariado y del agotamiento del Estado hubiera tomado un doble movimiento contradictorio. De una parte la afirmación de la política como momento estratégico de las luchas de emancipación, de otra, el fin anunciado de la política en beneficio del pasaje a la simple dirección de las operaciones de producción.»

Tomando prestada una consideración de Henri Maler, Artous subraya que llevado por su polémica contra los utopistas, Marx desconfía de las prescripciones al punto de prohibirse formular imperativos estratégicos que no sean la transposición de una necesidad histórica postulada. El «momento estratégico» tiende entonces a borrarse en la promesa de la dictadura del proletariado, la cuestión del derecho y de la representación en la promesa de extinción del Estado.

Esta reflexión tan rica termina en una interrogación concerniente a la relación entre las luchas y los movimientos sociales y la representación política.

Antoine Artous retoma aquí a su cuenta el título de un libro de Miguel Abensour, La democracia contra el Estado, insistiendo con que este «contra» incluya el momento estratégico de las luchas de emancipación que suponen la confrontación con el Estado y la transformación radical de este último: «La referencia a la democracia como principio de organización política de lo social no puede, en efecto, atenerse a la simple afirmación liberal/libertaria de la auto-institución democrática de lo social al lado del Estado.»

Interrogantes

Sobrevolando este campo de investigación, mensuramos la importancia de la tarea realizada. Si Antoine Artous parte de una lectura escrupulosa de los textos de Marx – (re)lectura necesaria para atravesar la gruesa capa de malas interpretaciones o de contrasentidos acumulados –, su propuesta no tiene nada de una piadosa restitución de un mensaje original. Se trata al contrario de una lectura crítica que no duda en relevar las lagunas, las contradicciones, las cuestiones irresolubles, poniendo constantemente a Marx a prueba de su posteridad histórica (Lenin y la Revolución rusa, especialmente) y organizando un permanente diálogo con autores tales como Max Weber, Poulantzas, Maurice Godelier o incluso Ernst Bloch, Claude Lefort, Étienne Balibar.

Este considerable trabajo, nacido de una tesis de doctorado bajo la dirección de Paul Alliès, incluía inicialmente una parte histórico comparativa sobre las formas premodernas del Estado, que debe ser objeto de una publicación aparte. Formula los problemas que se nos presentan después de un siglo de experiencias desastrosas : «Marx esboza una teoría del Estado moderno como Estado representativo operando una doble ruptura con las antiguas formas de poder. En principio, este Estado se organiza a través de la representación política moderna que se apoya sobre una organización del cuerpo social en la cual los individuos no son tratados según su estatus, sino como ciudadanos libres e iguales. Luego el aparato del Estado se estructura a través de la burocracia moderna. De este modo, [Marx] percibe el nacimiento de la política moderna como parte integrante de un cambio más general de la relación del hombre en el mundo, en ruptura con las sociedades precapitalistas. Él nos habla del tema de la abstracción política.

La categoría de abstracción como característica de la modernidad capitalista devuelve vigencia a El Capital que habla de un nuevo mundo encantado producido por el fetichismo de la mercancía, del cual la otra cara es el hombre abstracto de la sociedad capitalista.» El ciudadano moderno aparece así como «la imagen inversa del productor directo sometido al despotismo de fábrica».

Si la democracia entendida como la «auto-institución democrática de lo social» no se queda encerrada en el Estado burocrático-representativo, y si se inventa en las luchas sociales otra idea de la ciudadanía y de la democracia, aún falta que esta invención se articule con las relaciones de producción y formas de apropiación social, tema de una cuestión programática largamente abierta. Prueba de que la larga marcha teórica de Antoine Artous nos devuelve, con un bagaje enriquecido, a los interrogantes programáticos del presente.

Rouge, diciembre de 1998

Traducción para Democracia Socialista : Jonathan Rocca Funes

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  1. Democracia Socialista está preparando una edición castellana de este libro central para el estudio marxista del Estado y la política.

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