Un extraño balance

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En el n° 92 de Viento Sur se publica un artículo de Antoine Artous y Stathis Kouvélakis dedicado en gran parte a polemizar con la dirección de la LCR. No contábamos con que el artículo tendría este enfoque, cuyo lugar apropiado pensamos que está en publicaciones de la propia LCR, no en una revista como la nuestra, como puede comprobarse simplemente considerando la cantidad de nombre y referencias que sólo puede conocer quien haya participado directamente en los hechos; en algunos casos, hemos incluido notas de traducción que intentan explicarlos. En todo caso, creemos necesario que nuestros lectores puedan conocer la respuesta a este artículo desde el punto de vista de la mayoría de la LCR. Por ello publicamos el texto de Bensaïd y Rousset que viene a continuación. Y damos por cerrada esta polémica en nuestra revista.

El artículo de Antoine Artous y Stathis Kouvélakis (en adelante, AA y SK), “Las lecciones de una derrota”, publicado en Viento Sur n° 92, está destinado fundamentalmente a explicar que la política decidida por la mayoría de la LCR no sólo ha desaprovechado potencialidades importantes, sino que por ello es responsable de la victoria aplastante de Sarkozy. Es raro leer un análisis tan subjetivista: ¿cómo una pequeña organización como la LCR podría transformar una avenida en en callejón? Tras las elecciones legislativas, la izquierda en su conjunto está a un nivel históricamente bajo y un desastre así debe analizarse con mucha más seriedad.

La razón por la que nuestros compañeros se han dejado arrastrar a análisis tan aproximativos está muy probablemente ligada a que, de no hacerlo, deberían reexaminar la alucinante sobreestimación de las potenciales del No en el referéndum. Sin embargo, no hay duda de que, siendo los hechos testarudos, un balance más lúcido acabará por imponerse. El presente texto tiene por único objetivo acortar ese plazo, y contribuir a clarificar las cosas para un público extranjero. Quizás es quizá fatigoso – tanto más en la medida en que hay otras urgencias y prioridades – volver sobre una discusión que ya ha sido objeto de innumerables textos, discusiones, tribunas de prensa, sin que los términos del debate hayan evolucionado lo más mínimo por la toma en consideración del desarrollo mismo y de los resultados de la campaña 1. Pero, como el artículo de los compañeros está llamado a circular en las redes del proyecto K [red de revistas europeas de izquierda alternativa, de la que forma parte, entre otras, Viento Sur; se puede ampliar la información en nuestra web] parece útil aportar de nuevo algunas precisiones.

La primera parte del artículo no plantea, con el poco tiempo transcurrido, problemas importantes [los párrafos entre comillas y en cursiva corresponden a citas literales del texto de AA Y SK, NdT]:

1.Los resultados de la elección presidencial en Francia marcan un giro político muy importante…” que “cierra el ciclo político antiliberal que marcaba la vida política y social desde 1994-1995”.

Es en efecto un giro político muy importante desde varios puntos de vista:

• Nicolás Sarkozy está claramente mandatado por el Medef [la patronal francesa, NdT] para aplicar el programa de “refundación social” exigido por Seillières [presidente de UNICE, la patronal europea, NdT] desde 1999. No es una cuestión propiamente nacional, sino una exigencia europea incluida en la agenda de Lisboa, confirmada por la cumbre de Barcelona, transcrita en materia de políticas de formación y de educación por la reunión de Bolonia. Basta con leer la prensa económica para comprender que el objetivo declarado de la burguesía industrial y financiera es acabar con las “rigideces sociales” que obstaculizan aún la “competencia no falseada”, principalmente en Alemania y Francia. En Alemania, el problema está resolviéndose con la Agenda 2010 puesta en marcha por Schröder y enérgicamente aplicada por la coalición alrededor de Merkel. En Francia, las resistencias han trabado o retardado hasta ahora las reformas programadas, no a causa de la intransigencia, incluso de las nostalgias “lucha de clases”, de los dirigentes socialistas, como repiten machaconamente los modernizadores de todo tipo, sino debido a las repetidas resistencias sociales (1995, 1997, 2003, el No al referéndum, la rebelión contra el Contrato de Primer Empleo (CPE). La clara victoria de Sarkozy abre el camino a una aceleración de estas reformas y a un alineamiento de la situación francesa con las correlaciones de fuerzas sociales europeas.

• Esta normalización de la singularidad (más que de la “excepción” francesa) concierne al futuro de la izquierda. El Partido Socialista no tiene ya reservas electorales, ni aliado de peso a su izquierda. Una mayoría de sus dirigentes (animados por sus aliados europeos, así como por una parte significativa de los medios nacionales: Nouvel Observateur, Marianne, Libération) se prepara para, tomando como pretexto de la derrota, terminar su muda blairista y su alineamiento con el social-liberalismo de centro izquierda tipo Prodi. Aunque se enfrenta también a contradicciones en el seno de su propio aparato y a rivalidades de liderazgo, el proceso parece inevitable, en la medida que las fuerzas de resistencia a este curso interno en el PS son débiles y sin verdadero proyecto reformista alternativo (que les obligaría, entre otras cosas, a poner en cuestión el marco actual de construcción de la Unión Europea).

• El resultado de las elecciones legislativas y presidenciales confirma la lógica de las reformas institucionales (respecto al calendario electoral: quinquenato y orden de las elecciones: presidenciales, generales, municipales) a las que activamente colaboró el gobierno Jospin. Toda la vida política se organiza más que nunca alrededor de la elección presidencial, con el efecto del chantaje permanente del voto útil, que escamotea la primera vuelta y la confrontación sobre las cuestiones de fondo programáticas. También está en juego el reforzamiento de una bipolarización que se va a ilustrar la presencia de dos grupos parlamentarios solamente (o dos grupos y medio con el nuevo “centro”) en la Asamblea Nacional [finalmente, con la ayuda de algunos diputados “independientes”, el PCF ha logrado mantener su grupo parlamentario, NdT].

• Lo que se ha convenido en llamar la “izquierda antiliberal” (volveremos sobre las ambigüedades de esta apelación cuando se usa en singular) ve también pasar una página. No sólo debido al hecho propiamente francés del fracaso del proyecto de candidatura unitaria, sino por razones más profundas y más generales. Basta recordar que dos de los pilares fundadores del “movimiento alter” – el PT brasileño y los movimientos que le están orgánicamente asociados por un lado, Rifondazione Comunista (RC) por otro- dirigen hoy o participan activamente en gobiernos de centro izquierda (en el mejor de los casos), que llevan a cabo políticas abiertamente social-liberales. Esta evolución en menos de seis años está cargada de consecuencias.

El problema no se reduce a la brutalidad de estas “conversiones” (particularmente espectacular en el caso de RC). La casi ausencia de resistencia que han encontrado en el seno de estos partidos debe llamar la atención sobre los límites de las retóricas antiliberales y sobre la profunda resignación que, en parte, ocultan. Añadamos, entre los síntomas de esta inflexión (es más prudente que el “fin del ciclo” del que levantan acta AA y SK), la crisis del SSP escocés. En una situación que permanece inestable, hay también buenas noticias relativas, como la subida electoral del SP holandés, o del Linkspartei en las elecciones del Land de Bremen. Pero es demasiado pronto para deducir de ello una tendencia general, máxime teniendo en cuenta que la emergencia de diferentes formaciones, de Respect en Inglaterra al Bloco de Izquierdas portugués, pasando por la ODP de Turquía, traduce una crisis general de la izquierda, marcado cada caso por fuertes especificidades nacionales y permaneciendo el conjunto del fenómeno políticamente muy heterogéneo. Si hay un “espacio” a la izquierda de la izquierda tradicional, debido al hundimiento de la mayor parte de los PCs y de la conversión liberal de la social-democracia, este espacio sigue siendo frágil e inestable, sometido a juegos de fuerzas que le superan. Las dificultades y el futuro incierto de la izquierda anticapitalista europea que nos hemos esforzado en poner en pie lo muestra claramente a través de las situaciones italiana y escocesa.

Se puede decir pues con fundamento que ya están reunidas las condiciones de una ofensiva brutal de la derecha bajo la forma de un presidencialismo autoritario con una fuerte dimensión populista. Precisemos sin embargo que Sarkozy jugará, como lo ha hecho durante la campaña, con la segmentación del mercado de trabajo y las contradicciones entre las víctimas de la política liberal: acceso selectivo a la propiedad, competencia en el mercado de trabajo, división entre quienes quieren trabajar más creyendo así ganar más y quienes resisten. El “diálogo social” anunciado pretende jugar con estas diferenciaciones, y podemos imaginar que el gobierno encontrará ciertos socios sindicales o de la “sociedad civil” para jugar ese juego (incluido el de la evolución hacia un mercado de la educación, bajo pretexto de autonomía de las universidades). Por tanto es importante subrayar estas posibilidades en lugar de contentarse con esgrimir el espantajo Sarkozy y apostar sobre el miedo que inspira. Una política reducida al “Todo salvo Sarkozy”, que haría eco al “Todo salvo Berlusconi”, puede servir de buena conciencia mínima provisional a una izquierda desorientada, pero no define los elementos de una verdadera política de resistencia y de alternativa.

2.La ruptura es pues importante. Sin embargo, ¿se puede decir cómo se oye a menudo, y no sólo en los medios, que el éxito de Sarkozy es el simple reflejo de una derechización´de la sociedad francesa?”. Los compañeros responden negativamente a la cuestión que plantean.

En efecto, como nada es sencillo en este mundo, no se trata de un simple reflejo. La política tiene sus razones y su eficacia propia. Como dicen AA y SK, Sarkozy no se contentará con traducir una derechización preexistente, sino que “está bien situado para hacer que se produzca e inscribirla duraderamente en la sociedad francesa”. Dicho de otra forma, tendríamos aún ante nosotros batallas decisivas. Los compañeros citan, por otra parte, el precedente de Thatcher, cuya victoria electoral de 1979 precedió a la gran derrota social de la huelga de los mineros de 1985. Estamos de acuerdo en un punto: la legitimidad de Sarkozy es más frágil de lo que la aritmética electoral da a entender.

Muchos problemas cruciales están sin resolver y la inestabilidad permanece: presupuestariamente su programa es incoherente; las resistencias sociales son significativas (como lo han mostrado las luchas de estos últimos años, incluso durante la campaña electoral); la crisis europea está lejos de haberse resuelto (puesto que tiene razones más profundas que el No en los referéndum francés u holandés); en fin, el avance hacia el presidencialismo y el bipartidismo sigue minado de contradicciones. No se trata en efecto de un presidencialismo a la americana, sino de una forma original moldeada en la tradición bonapartista francesa, o, como escriben justamente los compañeros, el presidente pretende jugar el papel de un “super primer ministro”. Tiene sus riesgos.

Por tanto, es justo decir que la victoria de Sarkozy no es el fin de la historia, o el punto final de una derrota ya consumada. También la he hecho posible en gran medida una acumulación de derrotas durante los últimos 25 años, que la victoria del No en el referéndum y la victoria del CPE están bien lejos de borrar o de contrapesar. Sus efectos son conocidos: las contrarreformas liberales, la individualización de los salarios y de la protección social, la flexibilidad, el paro de larga duración, la destrucción metódica de las solidaridades, la instalación de la precariedad han claramente atomizado de forma parcial a los trabajadores, debilitado las correlaciones de fuerzas, erosionado la conciencia de clase en beneficio de la competencia de todos contra todos (y todas). El tipo de luchas y sus débiles resultados, el muy débil nivel de organización sindical (sin precedente desde comienzos de los años 30), los efectivos y la actividad de los partidos son otros tantos indicadores que no habría que tomar a la ligera.

Es justo combatir el derrotismo o el ultrapesimismo insistiendo sobre las contradicciones sin resolver y las luchas que pueden suscitar. Pero sería equivocado subestimar las derrotas sufridas para justificar las ensoñaciones líricas sobre el “resultado de dos cifras” o “la gagne possible” [expresiones utilizadas en los debates de la precampaña para defender que una candidatura unitaria de la izquierda del No podría conseguir un resultado electoral importante, por encima del 10%, superior cualitativamente al que estaba al alcance de las candidaturas de partido a la izquierda del PS, NdT] con la única condición de que se produjera una cristalización política alrededor de una izquierda antiliberal unitaria. En una respuesta a Samy Johsua [miembro de la dirección de la LCR, NdT], Pierre Khalfa [miembro de la dirección de Attac, NdT] explicita y mantiene esta inverosímil lógica a pesar de los resultados de las presidenciales (y de las legislativas!): “Todo mostraba que nosotros podíamos ser dominantes, para comenzar, en la izquierda y quizá en la sociedad”. La fórmula plantea muchos problemas:

• “Nosotros podíamos…” ¿Nosotros? ¿Quiénes somos “nosotros”? ¿La izquierda antiliberal? Esto supondría atribuir a esta izquierda una unidad y una homogeneidad que nada permite confirmar. El No antiliberal al referéndum se descompone en varias orientaciones posibles: la de los socialistas del No disolubles en el “segolenismo” (de Fabius a Montebourg pasando por Emmanuelli), la del Partido Comunista a favor de una izquierda reunida escorada ligeramente a la izquierda, la de la izquierda de los Verdes que suscriben el pacto de Nicolas Hulot sobre una ecología más allá de las clases y de la separación izquierda-derecha. El espacio de la izquierda de la izquierda es claramente un campo de fuerzas en disputa. No hay una sino varias “izquierdas antiliberales”.

• “… ser dominantes” ¿Políticamente? ¿Electoralmente? Políticamente, en la situación social y las correlaciones de fuerzas mundiales realmente existentes, es tomar los deseos por la realidad, o, más probablemente desgraciadamene, la realidad por los deseos. Electoralmente, es una ilusión “electoralista” pura y simple: o bien los compañeros que han defendido (y defienden aún) esta idea han perdido la cabeza, o bien han querido hacer creer en el “gran salto adelante”, sin creérselo ellos mismos, y es irresponsable.

• “Ser dominantes en la izquierda…” ¿Con qué orientación política? ¿Con qué alianzas? Por si hiciera falta confirmación, los índices se han multiplicado durante la precampaña, y a pesar del impacto del No de izquierdas, mostrando que un antiliberalismo consecuente (hasta atacar, más allá del reparto de las riquezas, al régimen de propiedad, pues no va uno sin lo otro) estaba lejos de ser dominante: el congreso de Mans del PS, la entronización triunfal de Ségolène, las municipales de Burdeos, la crisis de Attac. En estas condiciones, es poco probable que los social-liberales se unan al antiliberalismo, e infinitamente más probable que una parte de los antiliberales se unan al social-liberalismo. Las próximas municipales no dejarán de verificarlo repitiendo muy probablemente a gran escala el modelo de Burdeos. Dicho de otra forma: si los dominantes no van a ellos, muchos antiliberales irán a los dominantes…

3. (Para el PS) “se está abriendo una crisis de ‘refundación’, cuyos contornos precisos es demasiado pronto para definir. Sin embargo, teniendo en cuenta el fenómeno Bayrou (y más allá del devenir político propio del personaje y del partido que acaba de lanzar) y el debilitamiento de sus antiguos socios de izquierda (PCF, Verdes), la tendencia ampliamente dominante del aparato será la de un giro hacia el “centro”, en el sentido de un encuentro entre el social-liberalismo y el liberalismo-social que se desarrolla, por otra parte, a escala europea”.

Ésta es claramente la tendencia dominante. Su principal dificultad tiene que ver ya con las rivalidades internas y las disputas de liderazgo en el seno de los equipos dirigentes socialistas. Pero esta evolución está en marcha desde hace muchos años (recordemos la “segunda izquierda”, el big bang de Rocard, etc.), igual que el debilitamiento del PC.

Leyendo a los compañeros, uno de los factores (si no el principal) que precipita su probable desenlace, es “la marginación de la izquierda antiliberal en estas elecciones que da naturalmente espacio para tal orientación”.

Sin embargo, el factor explicativo – la marginación de la izquierda antiliberal- no explica nada, si no es él mismo explicado políticamente y no llevado a una enigmática pulsión suicida (“autosuicida”, subrayan los camaradas AA y SK que no escatiman en el pleonasmo para mejor subrayar la gravedad del acto). ¿Y si la relación de causalidad fuera inversa: si el cúmulo de derrotas pasadas, la síntesis del PS alrededor de Ségolène, la debacle del PC, hubieran reforzado la presión de la izquierda social-liberal sobre las izquierdas antiliberales, como lo han ilustrado de forma previsible las negociaciones PC-PS para las legislativas, y, de forma menos previsible, la misión real precipitadamente aceptada por José Bové [por encargo de Ségolène Royal, NdT], sin siquiera a esperar al veredicto de la segunda vuelta? Es un hecho que la fragmentación de la “izquierda de la izquierda” elimina un obstáculo refundación social-liberal del PS, pero es un hecho que se inscribe en un juego de interacciones y de retroacciones que no comienza con la epopeya de los colectivos unitarios. Si se trata de hacer contrapeso a la deriva social-liberal (y aunque esta vocación de controlador de los pesos y medida sea poco entusiasmante), la adición de las fuerzas no basta. Es necesaria una alternativa política que incluya programa, alianzas, y funcionamiento democrático. Sobre esos puntos la “izquierda antiliberal” se ha dividido, y no por una pulsión de muerte.

4.Los resultados a la izquierda del PS”: “La LCR, lejos de ello, no es la única responsable de ese balance. Pero teniendo en cuenta su lugar y el hecho de que somos militantes (de la LCR), nos contentaremos con algunas observaciones sobre su política”.

¿La LCR no es pues “la única responsable”? Esta fórmula educada es lo menos que se puede esperar de parte de dos de sus militantes. Pero, escribiendo prioritariamente sobre lo que consideran conocer, se “contentarán” con algunas observaciones sobre la política de la LCR. Los lectores (extranjeros, recordémoslo) de su artículo deberán contentarse con ellos. Curiosa forma de soliloquio para abordar un balance político. Si la política es juego constante de interacciones con varios actores, ¿cómo sacar el balance de los unos sin tener en cuenta las iniciativas, las marchas y contramarchas de los otros? Misterio. Reducir el balance de una campaña con múltiples actores a un “solo fúnebre” de la Liga permite atribuirle responsabilidades exclusivas, consiguientemente abrumadoras. Retomemos pues, siguiéndole paso a paso, el balance en sentido único de por los compañeros.

• “Sólo Olivier Besancenot salva la situación (ganando incluso 200 000 votos), sobre la base de una campaña que ha tenido un eco real, ha visto venir a sus mítines a jóvenes estudiantes y asalariados, para muchos de los cuales era su primera experiencia política, que componen una parte significativa de su electorado”.

Olivier ha, en efecto “salvado la situación”, es la fórmula consagrada por los medios. Pero, ¿por qué? La diferencia, comparativamente a la mala campaña de Buffet y a la desastrosa de Bové, ¿tiene que ver con el look, la labia, la edad del capitán? O bien, ¿tiene alguna relación con el contenido de una campaña construida sobre los temas sociales urgentes y la independencia intransigente respecto al PS? Los compañeros se contentan, sin abordar el asunto, con registrar los resultados contables (afluencia a los mítines y resultado electoral – reducido en 100 000 votos puesto que Olivier ha recogido a pesar de la enorme presión del “voto útil” 300 000 y no 200 000 votos más que en 2002). Lo que importa subrayar, es que no se trata ya completamente del mismo electorado (alrededor la mitad de los electores de 2002 no han vuelto a votar por él), sino de un electorado claramente más popular y obrero (atestiguado por el reparto geográfico de los resultados) y joven (50% de los electores tienen menos de 35 años y 28% menos de 25 años). Es una diferencia muy importante en relación a los electorados envejecidos del PC y de LO [para más detalles, incluso sobre el voto de los sindicatos, ver los textos de balance en la web de nuestra revista y en el mismo número 92, NdT].

• A partir del resultado bruto, los compañeros señalan “dos formas de presentar estos resultados que remiten a análisis diferentes de la coyuntura”. La primera, la de la dirección de la LCR, “no se contenta con felicitarse por el buen resultado de su candidato, sino que subraya su alcance casi histórico. En primer lugar, en la evolución de las correlaciones de fuerzas en el seno de la extrema izquierda. El ciclo electoral de Arlette Laguiller está claramente terminado, mientras que el de Olivier Besançenot no hace sino comenzar. Por otra parte, siempre según esta lógica, un proceso de decantación se habría operado a la izquierda del PS. Ciertamente, la LCR habría llevado a cabo una batalla por la unidad de la izquierda antiliberal. Pero las divergencias eran demasiado importantes con corrientes que no han afirmado claramente su independencia respecto al PS. Además, hay claramente que constatar que estas corrientes y militantes a izquierda de la izquierda´ son el producto de la experiencia pasada, mientras que la LCR, por su parte, gracias sobre todo a la candidatura de Olivier Besançenot, está en sintonía con las nuevas generaciones”.

Lo menos que se puede decir es que el resumen y la interpretación de las reservas mentales, las segundas intenciones, de la dirección de la LCR es de lo más libre. Más valdría preguntarle lo que piensa verdaderamente apoyándose en hechos y textos. La Liga ha resistido bien en un contexto de derrota general de la izquierda y de hundimiento del PC y de los Verdes. Está bien. Es interesante. Hay algunas preciosas lecciones a sacar de ello para el futuro. Pero no hay en ello ni de qué vanagloriarse, ni de qué ver un resultado “de alcance histórico” (a menos de entender por historia la pequeña: el hecho, por ejemplo, no despreciable en sí, de que Olivier Besançenot supera a Buffet entre los cegetistas – lo que habría sido considerado, hace veinte años aún, como un acontecimiento histórico). En cambio, que haya un efecto generacional Besançenot es un hecho constatable. Esto no quiere decir que haya un “ciclo Besançenot”, tras un ciclo Arlette. No tenemos la costumbre de indexar los ciclos de la lucha de clases por la edad de los individuos, y si la aparición de una nueva generación militante es vital, no significa que la experiencia de las antiguas se haya hecho superflua; al contrario nuestra capacidad de enlazar experiencias generacionales diferentes debería ser para la Liga un objetivo consciente y una baza para el futuro.

• Que “las divergencias eran demasiado importantes con corrientes que no han afirmado claramente su independencia respecto al PS”, lo asumimos completamente vista la campaña. Se nos ha dicho y repetido que la cuestión era prematura y que habría tiempo de plantearla después de las presidenciales. Se nos ha repetido también que estaba resuelta por formulaciones diplomáticas que rechazaban la participación en un gobierno “bajo hegemonía social-liberal”. Como se conocía a la candidata socialista y su programa, hubiera sido más sencillo y más claro rechazar explícitamente toda coalición parlamentaria o gubernamental en torno a tal candidata y tal programa. Puesto que esta era la condición planteada por la Liga, si no había realmente ninguna divergencia sobre este tema, sino sólo desconfianzas injustificadas o confusiones de formulación, hubiera sido fácil satisfacerla. Por el contrario, se ha podido verificar, que la ambigüedad deliberadamente mantenida por el PC para facilitar sus futuras negociaciones con el PS se ha confirmado a lo largo de toda la campaña, por el repetido llamamiento al reagrupamiento de toda la izquierda, por el compromiso anticipado en el desistimiento en la 2e vuelta (que contribuía a hacer efectivamente inútil el voto de la primera vuelta), por la orientación de reequilibrio de una nueva izquierda plural. Se ha verificado también, de forma más inesperada, por la actitud de José Bové entre las dos vueltas.

• “Nuestro análisis es diferente. El balance es un fracaso para el conjunto de la izquierda radical respecto a las cuestiones políticas planteadas por la necesidad de una candidatura unitaria antiliberal que, además, era posible. El débil resultado del conjunto de los votos a la izquierda del PS remite principalmente a la ausencia de una alternativa unitaria creíble. El ‘voto fútil’´ por Ségolène Royal, que según las encuestas, ha afectado a más de la mitad del electorado de la extrema izquierda de 2002, traduce él mismo la percepción del voto por uno a de los múltiples candidatos de la izquierda radical como un ‘voto inútil’, estrechamente identitario o de protesta, incapaz de influir sobre la correlación de fuerzas de conjunto y de abrir una perspectiva de ruptura a la izquierda. El asunto se situaba claramente a ese nivel y por ello el abandono de la perspectiva unitaria equivalía a un abandono del terreno de la alternativa política”.

La confrontación entre las dos posiciones es tanto más fácil considerando que la segunda se opone a una primera – la de la dirección – en gran medida imaginaria y hecha a medida para las necesidades de la argumentación. El fracaso (de una candidatura unitaria declarada deseable por el 80% de la organización en la Conferencia Nacional de la LCR de junio de 2006) es un fracaso. Es tautológicamente imparable. Tanto más, según los compañeros, cuanto que lo necesario era posible. Sin embargo, ahí está todo el problema: ¡lo que distingue una posibilidad abstracta de una posibilidad determinada! Como los compañeros rechazan tomar en consideración las razones por las que fue concretamente imposible, y no quieren ver en ello más que un mal pretexto, la imposibilidad no puede remitir, según ellos, más que a las pulsiones suicidas irracionales o al sectarismo conservador de la Liga (puesto que todos los demás han participado en el voto sesgado en los colectivos).

Todo deriva a partir de ahí de “la ausencia de una alternativa unitaria creíble”: la fuerza del voto útil, y la derrota de la izquierda. ¡Nada más que eso! La mala voluntad de la Liga habría influido más que todas las derrotas sociales acumuladas desde 1983, que 25 años de derechización del PS, que la descomposición del PC sepultado bajo los cascotes del muro de Berlín. Que el célebre “factor subjetivo” – o, simplemente, el “cartero” [juego de palabras intraducible: “facteur” significa en francés factor y también cartero; “cartero” es la profesión de Olivier Besançenot, NdT] – tenga su parte en la determinación de una situación, es algo evidente. Que sea determinante hasta ese punto es subjetivismo demencial.

• ¿“El abandono de la perspectiva unitaria equivalía a un abandono del terreno de la alternativa política”?

Se puede intentar definir lo que es una política alternativa, ¿pero un terreno de alternativa? ¿Qué bastaría con ocupar en lugar de abandonarlo? Pero, ¿con qué orientación? ¿Con qué aliados? ¿Para hacer qué?

De nuevo: ¿la perspectiva unitaria ha sido abandonada, como se abandona un campo en barbecho, o bien ha estallado debido a divergencias reales? La dinámica unitaria no depende de la simple adición de (pequeños) capitales electorales, sino de la orientación que la lleva. Se sabe desde hace mucho (desde Lenín al menos) que la política no se remite a la aritmética, sino al álgebra. Quienes se contentan con sumar los resultados de las candidaturas antiliberales quieren ignorarlo. Incluso si hubiera sido posible, la candidatura unitaria deseable no habría sido una candidatura “de dos cifras”. Sobre una base política sólida y claramente independiente del PS, habría quizá podido alcanzar un resultado superior al 5% o 7%, pero ciertamente no la suma Besancenot+Buffet+Bové. Y si esta ganancia real pero modesta, hubiera estallado en pedazos la noche de la primera vuelta, posibilidad que confirma la actitud de unos y otros, habría costado un precio exorbitante: la desmoralización habría sido bastante más importante que la ganancia electoral.

• “Es cierto que la LCR sale de las elecciones holgadamente mejor que los demás. Pero, justamente, esto muestra el lugar que ocupa y sus propias responsabilidades. Parece difícil considerar que el mantenimiento de Olivier Besançenot alrededor del 4% de los sufragios sea un resultado a la altura de las potencialidades de un período de movilizaciones sociales y electorales excepcionales, a veces incluso victoriosas, y mientras que, por primera vez desde hace decenios, el social-liberalismo era abiertamente empujado por su izquierda, por el No en el referéndum y, sobre todo, por la fuerza de la campaña unitaria del No de izquierdas. En fin, es ilusorio creer que una nueva fuerza política va a construirse esencialmente a partir de ‘jóvenes’´ que hacen su primera experiencia, evitando las corrientes políticas salidas del ciclo pasado. La LCR, lejos de ello, no es la única responsable de este balance. Pero, teniendo en cuenta su lugar y el que somos militantes de ella, nos contentaremos con algunas observaciones sobre su política”.

Antes de ver cómo podemos ejercer de la mejor forma nuestras “propias responsabilidades”, sería útil examinar por qué y cómo las hemos adquirido. Existe probablemente una relación entre las dos. Nos podemos preguntar indefinidamente sobre el hecho de saber si los 1 500 000 votos de Olivier están a la altura de las “potencialidades”. Todo depende de la forma en que se determinan las potencialidades concretas, y no las potencialidades especulativas, de una situación dada. Parece que hay un matiz – al menos- sobre este punto, en particular sobre la forma de indexar directamente el nivel de las potencialidades sobre el resultado del No de izquierdas. El No triunfó, y en el No, el No de izquierdas estuvo por delante del No de derechas. Es, en esas circunstancias, una gran victoria. Cuyo alcance, sin embargo, hay que matizar.

En primer lugar, un referéndum no es una elección sobre un programa para gobernar el país. Luego, el No triunfó, pero sería equivocado olvidar la parte del no de derechas en esta victoria. En fin y sobre todo, es importante preguntarse por qué la diferenciación del No ha sido tan rápida y fácilmente borrada, en el PS primero, desde el congreso de Mans, y escamoteada luego de la campaña presidencial, hasta el punto de aparecer como residual en las motivaciones de voto.

• En cambio, se puede estar de acuerdo en considerar “ilusorio creer que una nueva fuerza política va a construirse esencialmente a partir de los jóvenes que hacen su primera experiencia política”. A condición sin embargo de subrayar el adverbio “esencialmente”, y de añadir que sería aún más ilusorio creer que pueda construirse esencialmente a partir de los viejos “sesentayochistas” que hacen su última experiencia. Lo que ha permitido la campaña de Olivier es interesar en la política a una capa no despreciable de jóvenes. Es una diferencia importante con relación al PC o a LO. Y es una condición, ciertamente insuficiente, pero necesaria, para la construcción de una nueva fuerza política.

• “Vuelta atrás. Por decirlo un poco esquemáticamente, el fracaso de las luchas contra la reforma de las jubilaciones en 2003 (como los efectos de las dificultades internacionales del movimiento altermundialista) anuncia el agotamiento de la ‘fase social’ y ‘movimientista’ del ciclo antiliberal, en la que el movimiento social parecía poder desarrollarse por el efecto de su propia dinámica únicamente. Se anuncia entonces una ‘regreso’ de la política que se expresa espectacularmente en el auge del PS en las elecciones regionales2.

La idea de la autosuficiencia del movimiento social y la utopía antipolítica tienen plomo en el ala. Algunos compañeros (como Francis Sitel) han contestado la fórmula del “regreso de la cuestión estratégica”. No se trata ciertamente de un regreso tal cual al debate estratégico de los años 1970. No discutimos la emergencia inmediata de situaciones de doble poder, como se podía hacer a propósito de Chile o de Portugal. Pero la cuestión de la articulación entre movimiento social y salida política está de nuevo de actualidad, y la salida política debe estar en relación con una perspectiva a más largo plazo o con una hipótesis estratégica. A falta de haber tratado seriamente la cuestión, una organización como Rifondazione puede conciliar una retórica radical en el movimiento social, y un oportunismo electoral y político sin límites.

La cuestión política está pues claramente de regreso, en América Latina así como en ciertos países europeos. Pero hay formas opuestas de responder a ella, incluso en el seno de la izquierda radical. Y es lo que estaba en juego en las campañas electorales y en el debate sobre las candidaturas unitarias. Los compañeros estiman que el éxito relativo de la candidatura Besançenot en 2002 “residía en su capacidad de unirse al aspecto multiforme del movimiento social para, de alguna forma, posicionarse como su ala radical”. La Liga habría así surfeado sobre la ola de la removilización social, mientras que “el contenido del acuerdo y de la campaña LCR y LO, en las elecciones regionales de 2004, muestra que la dirección de la LCR tiene dificultades para reposicionarse en relación a los desplazamientos de los conflictos al terreno político”. Dicho de otra forma, se habría tratado de un acuerdo a contratiempo.

Hemos intentado prolongar y ampliar el espacio abierto en 2002, es cierto. ¿Equivocadamente? ¿Acertadamente? Discutiremos de ello mucho tiempo. Pero si el “regreso de la cuestión política” marcaba un giro – “el agotamiento de la fase social y movimientista del ciclo antiliberal”, como escriben AA y SK –, entonces marca también el agotamiento de una izquierda antiliberal nebulosa que ha acompañado esta fase movimientista sin dotarse de una orientación estratégica a más largo plazo. Es claramente el problema que ha aparecido a la luz del día en los desacuerdos alrededor de la candidatura únitaria.

• “Para la dirección de la LCR, todo ocurre como si el conjunto de las corrientes existentes entre el PS y la LCR expresaran, en el mejor de los casos, un simple procesos de descomposición política sin futuro, en el peor, un puente tendido hacia el social liberalismo. No se trata de negar la dificultad ligada a la ausencia de cristalización nacional de corrientes significativas, autónomas respecto al PS y/o críticas respecto a la dirección del PCF, pero la dirección de la LCR tiene tendencia a considerar todo proceso en ese sentido como un obstáculo. Para ella, más allá de los discursos, todo ocurre como si la Liga fuera la única alternativa política al PS, capaz de polarizar directamente alrededor de ella a los militantes que quieren implicarse en la construcción de una nueva fuerza política”.

El tiempo pasa y la memoria desfallece. El compañero Artous, que ha participado en numerosos debates sobre el tema, no puede sin embargo haber olvidado los debates de los años 30 sobre la cuestión del “centrismo”. La palabra puede parecer peyorativa. Se puede abandonar. En cambio, el problema planteado por la distinción, entonces clásica, entre “centrismo juvenil” y “centrismo senil” permanece. Los fenómenos aparecidos a partir de las huelgas de 1995 o de la emergencia del movimiento alter, con Attac, con la radicalización de equipos sindicales, con las diferenciaciones en el PC, con un nonismo de izquierdas en el PS, traducía en una cierta medida una evolución “juvenil”, de derecha a izquierda, consecutiva a las movilizaciones de 1995 y sus consecuencias. Parece que el péndulo haya vuelto, parcialmente, en el otro sentido. Está claro en Italia. En Francia se puede difícilmente decir que Salesse, Debons, Drevon, Rémy Jean (todos ex de la Liga) [personas conocidas, partidarias de la “candidatura unitaria”, NdT], las diferentes izquierdas socialistas, etc., evolucionan de derecha a izquierda.

• Constatar esta vuelta de péndulo, o su inicio, no significa que la Liga sea la “única alternativa al PS capaz de polarizar directamente alrededor de ella a los militantes que quieren implicarse en una nueva fuerza política”.

No es ciertamente la “única” alternativa, pero es, en el estado actual de las fuerzas, la mejor palanca para trabajar hacia ese fin, contrariamente a lo que piensan numerosos de nuestros socios (e incluso de nuestros propios compañeros) que la consideran más bien – y a su candidato con ella- como un obstáculo para una hipotética recomposición. No pretende polarizar alrededor de ella a todos los militantes susceptibles de implicarse en una nueva fuerza política, pero puede polarizar a una parte de ellos (que no es poca cosa en los tiempos que corren). En lugar de evocar abstractamente las “responsabilidades” que nos incumben, los compañeros deberían ver concretamente las obligaciones que nos crea la llegada de nuevos militantes con características, sociales y geográficas, y esperanzas muy diferentes de lo que la Liga está en situación de darles. El potencial del microcosmos antiguo tiene su importancia, pero no debe ocultarnos “las potencialidades” que la campaña ha permitido explorar entre las nuevas generaciones militantes. Si sabemos ir al encuentro aunque no fuera más que de una parte de los electores de Olivier (ver su blog de la campaña), multiplicar los Valence, Aulnay, Lens, y si logramos responder a estos desafíos estaremos en condiciones de influir bastante mejor sobre el contenido del nuevo partido que queremos, y sobre todo de hacer madurar sus condiciones de posibilidad.

La política es un asunto de pedagogía, sin duda y hasta cierto punto, pero es también y sobre todo asunto de correlación de fuerzas: algunos serán convencidos por argumentos y textos, bastantes más lo serán por la demostración práctica de lo que se hace y se puede hacer. Dicho de otra forma, una Liga reforzada es la primera condición para resistir a la llamada de las sirenas social liberales y al deslizamiento de la izquierda hacia el centro. Es actualmente el mejor apoyo para afirmar la necesidad de un nuevo partido y para impulsar a nuestros socios, locales o nacionales, a una discusión sobre el fondo político, en lugar de extraviarse en una sucesión de “golpes” electorales sin continuación, ni futuro.

• “Una candidatura unitaria era posible” gracias a “una red de varios centenares de comités unitarios, con decenas de miles de participantes (de ellos una parte importante sin afiliación partidaria) y cubriendo una amplia parte del territorio nacional”.

Ha existido una aspiración unitaria indiscutible y legítima en la prolongación de la campaña del No de izquierdas. Es importante, pero es inútil exagerarla evocando “decenas de miles de participantes” para impresionar a los lectores en cuanto a las “potencialidades” supuestas.

Las cifras son más sobrias. Hubo 12 000 votantes en los colectivo (lejos de ser todos militantes al mismo título) sobre el nombre del candidato, de ellos el 60% a favor de Marie-Georges Buffet. El plebiscito internáutico (o bovéthon [calificativo irónico para el procedimiento de “voto por internet” que se utilizó para mostrar el apoyo a la candidatura de José Bové]) a favor de la candidatura Bové recogió más de 30 000 “clics” (en esto los militantes fueron muy minoritarios). Es significativo. Pero si la justeza política se mide cuantitativamente por el número de “clics”, igualmente se puede medir por el voto final. Se evaluaría entonces en 1 500 000 “clics” el plebiscito a favor de la candidatura de Olivier. Estas evaluaciones contables no llevan muy lejos, pues firmas de manifiestos, votos y compromiso militante en la construcción de una fuerza política, no son del mismo orden.

• “Naturalmente, era preciso un contenido para esta unidad y un proyecto que permitiera estructurar políticamente este comienzo de recomposición en el terreno militante. La cuestión esencial era la de la independencia respecto al PS: la afirmación según la cual el candidato unitario y las fuerzas que le apoyaran no participarían ni en un gobierno, ni en una mayoría parlamentaria con el PS. Esta exigencia era defendida (hay que subrayarlo) por todas las corrientes de la Liga. Y desde septiembre de 2006, los colectivos (incluido el PCF) adoptaron un primer texto que iba claramente en ese sentido”.

Es sencillamente falso. Por el contrario, en Saint-Denis la dirección autoproclamada de los colectivos rechazó incluso someter a voto enmiendas en este sentido (llamadas “enmiendas de Aubagne”). Pero estamos de acuerdo en que la unidad sin contenido ni proyecto no basta, y de que la cuestión de la independencia respecto a una futura mayoría parlamentaria era decisiva. En cambio no estábamos de acuerdo sobre el hecho de que la cuestión estuviera “claramente” resuelta por las formulaciones diplomáticas y poco directas adoptadas en septiembre para contentar al PC. El texto adoptado estaba muy explícitamente dedicado a “ganar a toda la izquierda a una perspectiva antiliberal”, incluido por tanto el PS en su conjunto. El PC elegía al mismo tiempo la alianza con el PS contra la propuesta de lista unitaria en las municipales de Burdeos. Lo que ha venido después ha mostrado que nuestra desconfianza y nuestra exigencia de claridad sobre este punto no tenía nada que ver con la paranoia crítica.

• “Era posible mejorar ese texto. Sobre todo si la dirección de la Liga hubiera explícitamente dicho que estaría de acuerdo en un candidato unitario si esta condición se cumplía. Pero no procedió nunca así, multiplicando las pujas y rechazando obstinadamente tomar la medida del capital que constituía la existencia de la red de comités unitarios. Haciendo como si las posiciones políticas adoptadas por los comités no existieran, absteniéndose de la batalla llevada a cabo en ellos, ha centrado sus críticas en la orientación política de la dirección del PCF que, efectivamente, empujaba en el sentido del mantenimiento de un acuerdo posible con el PS, siempre con el objetivo (no declarado) presentar a Marie-Georges Buffet como candidata unitaria de la izquierda antiliberal”.

Aquí, la discusión es en primer lugar sobre los hechos ¿Todo hubiera sido posible si la Liga hubiera “explícitamente” dicho que estaría de acuerdo en un candidato unitario si esa condición fuera cumplida? No sólo lo dijo explícitamente, sino que lo ha repetido en los medios por boca de Olivier, en las resoluciones, en las tribunas de prensa (cf. entre otras la respuestas a Michel Onfray en Libération, etc.).

No sólo lo ha dicho explícitamente, sino que lo ha votado explícitamente en su Conferencia Nacional de junio de 2006. Nosotros presentábamos a Olivier, porque era el mejor candidato en la continuidad del No de izquierdas y de las luchas sociales, y porque el acuerdo sobre la independencia respecto al PS no se había realizado por el momento. Pero, dado que no podía pretender representar como candidato el conjunto de las componentes de los colectivos, retiraríamos su muy buena candidatura por una menos buena si ese acuerdo se alcanzaba. Era legítimo que exigiéramos en contrapartida garantías sólidas sobre la orientación de la campaña, pues no queríamos, como se dice vulgarmente, “mojarnos” por un o una candidata que nos llevaría al día siguiente de la primera o de la segunda vuelta a donde no queríamos ir. Era una posición clara, y honrada: Olivier sería candidato de la Liga si no había acuerdo, no lo sería si lo había. No era pues “candidato a la candidatura” contra Salessse, Bové, Autain, Buffet, etc. Difícilmente se podía ser más “explícito”. Si la cuestión de las alianzas estuviera tan “clarificada” como AA y SK parecen pensar, habría sido fácil a los compañeros de los colectivos responder positivamente a la demanda de clarificación de la Liga, incluso si les parecía exageradamente puntillosa: ¿era tan importante mantener a todo precio la formulación de no participación en “un gobierno bajo hegemonía social liberal” contra el rechazo explícito de toda coalición parlamentaria o gubernamental con el PS homogeneizado alrededor del Si y de Ségolène? En cuanto a la convicción de que Olivier era de lejos el mejor candidato – no “aunque estuviera en la Liga…”, como algunos concedían, sino ¡porque estaba en la Liga!- por la claridad de su posición, por su representatividad social, e incluso por su “potencial” electoral, ha sido más que confirmada.

• “Quedan por explicar las razones de esta orientación política. Más allá de los juegos de alianza entre diversas corrientes internas de la LCR, aparecen dos cuestiones decisivas. La primera se refiere al análisis de conjunto de la coyuntura y del lugar de la elección presidencial. Manifiestamente, la dirección de la LCR no ha comprendido lo que políticamente cristaliza en ella desde el punto de vista de la condensación de las correlaciones de fuerza entre las clases y, en consecuencia, lo que representaba una candidatura unitaria de la izquierda radical. Y es por otra parte una constante de la LCR durante el ciclo pasado subestimar los momentos políticos de cristalización de las luchas de clase, en beneficio de un planteamiento esencialmente “social”, “movimientista”, (que no es en absoluto contradictorio con un propagandismo político abstracto) de esas luchas”.

Hay ciertamente un desacuerdo, o al menos matices, con los compañeros sobre la apreciación de la situación y las posibilidades que encerraba. Además habría que evaluar su alcance exacto. En cambio, es completamente falso afirmar que hemos subestimado el papel de la elección presidencial y lo que estaba en juego en ella. Es precisamente porque los estimamos en su justa importancia, porque sabemos hasta qué punto, en la lógica institucional de la V República, distribuye el juego (a fortiori con el quinquenato y el calendario actual) y determina el grado de independencia política y organizativa de una corriente política, por lo que hemos sido exigentes sobre las condiciones de un compromiso. Es precisamente porque pensábamos, a la luz del contexto internacional, que la tendencia profunda a la transformación del PS iba a afirmarse y a arrastrar en su estela a una parte de la izquierda antiliberal, que hemos sido tan intransigentes sobre la cuestión de las alianzas.

En cuanto a las generalizaciones sobre esa “constante” que consistiría, por parte de la Liga, en subestimar “los momentos políticos”, merecería un examen más atento. ¿Fue subestimado el momento político del referéndum? ¿No debe mucho a la Liga la puesta en marcha de la campaña del No? Ha habido ciertamente una tendencia movimientista y sindicalista de la Liga en los años 1980 (no solo por parte de la mayoría, sino también y quizá sobre todo de los compañeros que han persistido en esta línea movimientista en los colectivos y tras la candidatura Bové como candidatura del “movimiento”) y una parte de los años 1990. Pero lo que ciertos compañeros lamentan hoy como “el giro de 1998-1999”, concretado en la candidatura de Olivier en 2002, traducía precisamente una voluntad de volver a participar en el campo político y de refirmar en él la función de una organización que no se reduce a una red de militantes sociales.

• “Esta subestimación de la dimensión política estaba estrechamente ligada a una comprensión ‘estática´ de la coyuntura reciente, que subestimaba sus elementos de crisis y de inestabilidad. Esta visión ‘pesimista´ parece hoy reforzada por la victoria de Sarkozy (que, como hemos sugerido anteriormente, ha sabido zanjar en vivo, y en la derecha, la crisis), pero es al precio de un verdadero rechazo de las potencialidades del período pasado y de las responsabilidades de la izquierda radical en una salida que era, en nuestra opinión, todo salvo inevitable.

Esta visión “pesimista” (o sencillamente lúcida) no “parece”, sino que está desgraciadamente verificada por la victoria de Sarkozy, que no es un accidente electoral sino que remite a tendencias más profundas. Además, no es porque tuviéramos una visión “estática” de la coyuntura por lo que hemos defendido nuestra orientación, sino porque teníamos una visión dinámica. La divergencia está pues, no en una oposición simplificada entre estática y dinámica, sino en la apreciación diferente del sentido de la dinámica.

Por supuesto, la salida de una situación no es nunca “inevitable”. Pero también es preciso tener buenos criterios para valorar lo que hubiera sido posible. La Liga tiene responsabilidades. Suponiendo que no las hubiera cumplido, una situación tan rica de “potencialidades” habría debido ciertamente encontrar otras vías de expresión (alrededor de la candidatura “unitaria” de Bové frente a la “banda de los once”, por ejemplo, o alrededor de la “candidatura de la izquierda antiliberal” de Buffet).

De acuerdo, no hay porqué ser triunfalistas por un 4%, simplemente estamos satisfechos del trabajo realizado. Pero imaginemos que el resultado hubiera sido inverso, que no hubiéramos obtenido más que el 1,3% y una candidatura antiliberal más del 4%. Nuestro resultado habría sido entonces interpretado sin ninguna duda por estos mismos compañeros como una prueba de fracaso definitiva, y los 4% de Bové o de Buffet como una confirmación clamorosa (o triunfal) de las “potencialidades de la dinámica unitaria” o de recuperación del PC. ¿Porqué no considerar entonces el resultado de la campaña de Olivier como la ilustración de las potencialidades que habrían podido ser más grandes todavía si toda la Liga hubiera llevado a cabo la campaña?

• “Las elecciones presidenciales han sido tomadas desde una visión “rutinaria”, cuya función principal era hacer aparecer a la LCR en el campo político, apoyándose en la personalidad de Olivier Besancenot y gestionando de la mejor manera su capital electoral. Por lo demás, está claro ahora que, desde el comienzo, una parte no despreciable de la dirección pensaba que había que anunciar inmediatamente su candidatura (pero eso habría sido minoritario en la LCR)”.

La única ambición de la orientación mayoritaria habría sido por tanto apoyarse en la personalidad de Olivier (¿hacer una operación de “punto com”, en definitiva?) para gestionar unos ahorrillos electorales. Es despolitizar completamente el contenido de la campaña y minimizar el trabajo de la militancia. La mayoría de la militancia de la Liga no se ha contentado con “gestionar un capital electoral” (imaginario por lo demás, puesto que este “capital” ha fundido bajo el efecto del voto útil). Ha trabajado durante meses, primero para arrancar una a una las firmas de alcaldes, luego durante dos meses suplementarios para convencer a un millón y medio de electores, a pesar del chantaje del miedo de Le Pen-Sarko (que ha funcionado sobre la aplastante mayoría de la intelligentsia “antiliberal”), de resistir a la presión del “voto fútil”.

Para emitir un juicio tan sumario, hay que haber mirado pasar el tren de la campaña desde lo alto del balcón. Lo que, por parte de compañeros que no se privan en general de reprochar a la Liga su pasividad o su atentismo, no carece de ironía.

Pero lo esencial no está ahí. Está en el misterio desvelado: “Está ahora claro”, dicen los compañeros, que una parte de la dirección pensaba desde el comienzo que había que declarar la candidatura de Olivier. No es una revelación. Lo que está “claro ahora”, es que habría sido preciso más bien adoptar la posición de la CN de junio desde el congreso de enero de 2006: es decir, “declarar la candidatura de Olivier” como la mejor posible, y no como un mal menor o un recurso por defecto en caso de fracaso unitario, y plantear claramente desde ese momento las condiciones en las que estábamos dispuestos a retirarla. Habríamos podido entonces llevar a cabo seis meses de batalla en los colectivos y con nuestros eventuales socios, en lugar de dejar al equipo dirigente de los colectivos esquivar los debates de fondo por miserables maniobras dilatorias (la no sumisión al voto de la moción de Aubagne, o el abandono de Bové en el momento del voto en los colectivos, con la ilusión de que Autain o Salesse serían más aceptables por la dirección del PC).

• “Y esto – es la segunda cuestión decisiva- porque, fundamentalmente, su dirección estima que la LCR es la única alternativa política a la izquierda del PS”.

Hete aquí la cuestión decisiva. No pensamos que la Liga sea la “única alternativa a la izquierda del PS”. Pero es, en el estado actual de las cosas la más sólida y la más coherente, por tanto la mejor palanca para desarrollar tal alternativa. El balance de la campaña lo confirma. Y si la Liga no es la única alternativa, hay que hacer también inventario de lo que son las demás.

¿LO? ¡Los compañeros están horrorizados de la evocación de un acuerdo – aunque fuera simplemente electoral – con esta organización!

¿El Partido Comunista como tal? No creen en ello más que nosotros, y tendremos ocasión de ver, con el congreso extraordinario anunciado, la polarización entre los mutantes de la mutación (Hue-Gayssot) y los identitarios (Gerin-Bocquet), todos de acuerdo en privilegiar a pesar de todo la alianza subalterna con el PS y en rechazar toda unidad seria con la Liga.

¿Las corrientes del PC, renovadores o rojos vivo? Hay militantes, células, grupos locales del PC con los que es posible trabajar – las municipales serán por otra parte un test para saber al menos en las grandes ciudades quién gana, entre la adhesión a las listas PS o la construcción de una alternativa – pero no existe corriente nacional organizada. Los refundadores parecen consagrados a reproducir el esquema experimentado por varias olas de renovación: más críticos en el balance del estalinismo, más abiertos y unitarios, pero finalmente más de derechas en cuanto rompen las amarras con la casa madre (de Fiterman a Herzog pasando por Llabres, la lista es larga y ciertamente no está cerrada).

La campaña ha mostrado que, a pesar de una situación desfavorable, la necesidad de una alternativa (o de un nuevo partido) madura y que emergen elementos para su construcción. Pero esos elementos no están articulados nacionalmente y corren el riesgo de disolverse en el repliegue localista si no tomamos iniciativas audaces. De ahí la campaña de propaganda iniciada por Olivier sobre la cuestión del nuevo partido a la que debemos dar un contenido programático (en la prolongación del No de izquierdas y de las campañas presidencial y legislativa), una política de alianzas (de independencia respecto al PS) y una definición organizativa democrática (de la que la “democracia” plebiscitaria informal de los colectivos constituye el contraejemplo).

• “Es por lo que, por otra parte, en la campaña para las legislativas, que siguen a las presidenciales y donde la izquierda radical, salvo algunas excepciones, se presenta de forma totalmente dispersa, la LCR se autoafirma, frente al PS, como la representante de la izquierda de combate”.

Desde el día siguiente de las presidenciales, la Liga es la única organización que se ha dirigido al PC, a LO, a los “colectivos Bové” para proponer una discusión sobre las legislativas. No ha recibido a esta propuesta escrita más que negativas telefónicas.

Si es justo, en “el momento en que el PS anuncia que va a comprometerse en una refundación abriéndose hacia el centro”, decir que una alternativa de la izquierda radical es urgente, contentarse con afirmar que “no puede cristalizarse sólo en torno a la LCR” es insuficiente. Una simple negación (no puede en torno a la Liga…) no hace una política: ¿en torno a qué y de quién, en la situación concreta, puede cristalizar?. En política como en física la atracción es proporcional a la masa. Dejar de dudar con los que dudan, y reforzar la Liga no es una condición suficiente, pero es una condición necesaria para el desbloqueo de la situación.

Con los compañeros AA y SK tenemos un desacuerdo, e incluso varios (de apreciación de las potencialidades de la situación, de método, de concepción de la organización). Atribuir a la mayoría de la Liga una orientación reconstruida ideológicamente, sin citar los textos ni interpretar los hechos precisos ocurridos durante la campaña, no ayuda a delimitar esos desacuerdos, a precisarlos y a discutirlos seriamente. Reducido a un balance imaginario de una política imaginaria, el “balance de la izquierda del PS” propuesto al lector extranjero, viene a atribuir a la Liga, escamoteando el papel de los demás actores, una responsabilidad casi exclusiva y desmesurada en la ruina de la izquierda. No es ciertamente la intención de los compañeros, pero su balance termina convirtiéndose así, involuntariamente sin duda, en un balance falseado.

22 juin 2007
http://www.vientosur.info/articulosweb/ noticia/index.php?x=1873
www.danielbensaid.org

Documents joints

  1. Remitimos a propósito de esto a las múltiples declaraciones de Olivier durante la campaña, a los textos de Pierre Rousset sobre el Bovéthon y a su polémica con Pierre Khalfa, a los textos de Samy, a la correspondencia de Daniel con Husson y a los artículos en Libération, al texto de Duval, etc. Se pueden encontrar la mayoría de estos textos, y otros útiles para conocer estos debates en www.europe-solidaire.org.
  2. Antoine Artous “Un décalage avec le mouvement réel”, Critique communiste n° 173, verano de 2004; Stathis Kouvélakis “Un nouveau cycle politique”, Contretemps n° 11, septiembre de 2004.

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